Ecos universitarios de iconografía mariana en la periferia de la monarquía hispánica durante la Edad Moderna / University echoes of Marian devotion on the periphery of the Hispanic Monarchy at the Early Modern Age

Francisco Javier Rubio Muñoz

Resumen

Durante buena parte de la Edad Moderna, la Universidad de Salamanca fue el centro de educación superior más importante de la Monarquía Hispánica. Su influencia quedó plasmada no sólo en el imaginario colectivo, sino también a través de una simbología cuya expresión plástica fue muy intensa en Salamanca y otras ciudades no necesariamente universitarias. El objetivo de esta investigación es ahondar en el significado de emblemas como el vítor, un símbolo relacionado, en principio, con la vida académica pero que también va a adquirir una dimensión religiosa en esta época. Metodológicamente se aborda el análisis iconográfico de este tipo de grafismos a partir de un caso que, paradójicamente, no se encuentra en la ciudad salmantina, si bien su influencia es evidente. Para ello se han utilizado fuentes documentales e iconográficas, primarias e impresas, relacionadas con la devoción y el fervor inmaculista del siglo XVII en España. En definitiva, se pone de relieve la irradiación de un fenómeno cuya doble vertiente, universitaria y mariana, quedó plasmada en lugares periféricos relativamente lejanos al Studium Salmanticensis.

Palabras clave: Arte religioso, Historia moderna, Historia religiosa, iconografía, Inmaculada Concepción, Monarquía Hispánica, Universidad de Salamanca, vítor.

Abstract

The University of Salamanca was the most important center of higher education in the Hispanic Monarchy for much of the Modern Age. Its influence was reflected not only in the collective imagination, but also through a symbolism whose artistic expression was intense in Salamanca and other cities. The main objective of this research is to address the meaning of emblems such as ‘vitor’, a symbol linked, in principle, to university life, although it will also acquire a religious dimension at this time. From the methodological point of view, this article deals with the iconographic analysis of this type of graphics from a case that, paradoxically, is not found in the city of Salamanca, although its influence is evident. To achieve this, primary and printed documentary and iconographic sources have been used, all related to the immaculistic devotion and fervor of the 17th century in Spain. In short, it aims to highlight the irradiation of a phenomenon whose double aspect, university and religious, was reflected in peripheral places relatively distant from the Studium Salmanticensis.

Keywords: Religious art, Modern history, Religious history, iconography, Immaculate Conception, Spanish Monarchy, University of Salamanca, vítor.

Orcid: https://orcid.org/ 0000-0003-3922-6528

Doi: https://doi.org/10.17398/2340-4256.15.575

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Doi: https://doi.org/10.17398/2340-4256.15.579<![if !vml]><![endif]>

 

ECOS UNIVERSITARIOS DE DEVOCIÓN MARIANA EN LA PERIFERIA DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA DURANTE LA EDAD MODERNA

 

UNIVERSITY ECHOES OF MARIAN DEVOTION ON THE PERIPHERY OF THE HISPANIC MONARCHY AT THE EARLY MODERN AGE

 

 

Francisco Javier Rubio Muñoz

Universidad de Salamanca

 

 

 

Recibido: 31/06/2019  Aceptado: 23/09/2019

 

Resumen

Durante buena parte de la Edad Moderna, la Universidad de Salamanca fue el centro de educación superior más importante de la Monarquía Hispánica. Su influencia quedó plasmada no sólo en el imaginario colectivo, sino también a través de una simbología cuya expresión plástica fue muy intensa en Salamanca y otras ciudades no necesariamente universitarias. El objetivo de esta investigación es ahondar en el significado de emblemas como el vítor, un símbolo relacionado, en principio, con la vida académica pero que también va a adquirir una dimensión religiosa en esta época. Metodológicamente se aborda el análisis iconográfico de este tipo de grafismos a partir de un caso que, paradójicamente, no se encuentra en la ciudad salmantina, si bien su influencia es evidente. Para ello se han utilizado fuentes documentales e iconográficas, primarias e impresas, relacionadas con la devoción y el fervor inmaculista del siglo XVII en España. En definitiva, se pone de relieve la irradiación de un fenómeno cuya doble vertiente, universitaria y mariana, quedó plasmada en lugares periféricos relativamente lejanos al Studium Salmanticensis.

Palabras clave: Arte religioso, Historia moderna, Historia religiosa, iconografía, Inmaculada Concepción, Monarquía Hispánica, Universidad de Salamanca, vítor.

 

Abstract

The University of Salamanca was the most important center of higher education in the Hispanic Monarchy for much of the Modern Age. Its influence was reflected not only in the collective imagination, but also through a symbolism whose artistic expression was intense in Salamanca and other cities. The main objective of this research is to address the meaning of emblems such as ‘vitor’, a symbol linked, in principle, to university life, although it will also acquire a religious dimension at this time. From the methodological point of view, this article deals with the iconographic analysis of this type of graphics from a case that, paradoxically, is not found in the city of Salamanca, although its influence is evident. To achieve this, primary and printed documentary and iconographic sources have been used, all related to the immaculistic devotion and fervor of the 17th century in Spain. In short, it aims to highlight the irradiation of a phenomenon whose double aspect, university and religious, was reflected in peripheral places relatively distant from the Studium Salmanticensis.

Keywords: Religious art, Modern history, Religious history, iconography, Immaculate Conception, Spanish Monarchy, University of Salamanca, vítor.

 

 

“¡Vítor la Virgen, señores, concebida sin pecado!”.

[Lope de Vega, La limpieza no manchada, 1618]

 

I. La Universidad de Salamanca y su universo simbólico en la Edad Moderna

Las estructuras mentales y culturales de cada época quedan reflejadas en las manifestaciones iconográficas que son producidas dentro de una sociedad. En la Edad Moderna, la conciencia del tempus fugit se entreveraba con el sentimiento religioso, algo que quedó plasmado en el universo simbólico del momento. Y es que la necesidad de dejar un nombre para las generaciones venideras fue cada vez más evidente, sobre todo si se había ascendido socialmente a través de los mecanismos disponibles<![if !supportFootnotes]>[1]<![endif]>.

Efectivamente, desde finales del Medioevo se asistió a un paulatino proceso de transformación de las formas de promoción social, muy vinculado a la consecución de méritos intelectuales que alcanzaron una extraordinaria relevancia. Así, el cursus honorum originado por los estudios universitarios era equiparable, como mínimo, a los méritos militares. Una controversia, la de las letras versus armas, que Cervantes puso en boca de don Quijote, algo que refleja su omnipresencia durante el periodo moderno.

En este contexto, las universidades jugaron un papel esencial, lo cual explica su proliferación en el ámbito hispánico desde el siglo XVI. Al terminar la Edad Media, el naciente Estado moderno fundamentó sus bases en un complejo sistema burocrático y administrativo que ejecutaba la autoridad del monarca. Desde los Reyes Católicos, los monarcas fueron reforzando paulatinamente su posición incorporando a su servicio no sólo a la nobleza, sino también a un cuerpo de letrados, que, gracias a su formación universitaria, conseguirán ocupar un papel importante en la toma de decisiones<![if !supportFootnotes]>[2]<![endif]>. Así pues, la conformación de la denominada Monarquía Hispánica fue el resultado de un proceso en el que las universidades, sobre todo la de Salamanca, fueron el instrumento principal para dotar al sistema de un aparato burocrático y administrativo de servidores fieles e instruidos. Esto era perceptible por coetáneos como Gil González Dávila, quien, al hablar en 1606 de la Universidad de Salamanca, decía que “toda España la respecta y reverencia tanto, que a ella sola se acude a pedir leyes, consejos y derechos para bien vivir y gobernar, sacando de aquí hombres para el gobierno de sus Reynos y Monarquía”<![if !supportFootnotes]>[3]<![endif]>. Se entiende, pues, la proliferación de estas instituciones de educación superior, cuyo crecimiento fue exponencial con respecto a sus precedentes medievales.

El Estudio salmantino asumió un papel predominante, entre otros motivos, por ser el alma mater de las universidades hispanas y por contar con una trayectoria de varios siglos desde su fundación en 1218. No obstante, su etapa de esplendor coincidiría, a grandes rasgos, con los reinados de Felipe II (1556-1598) y Felipe III (1528-1621), lo cual quedó reflejado en varios hechos. Por un lado, el crecimiento de la matrícula estudiantil en el último cuarto de siglo dio lugar a que fuera la universidad más numerosa de su tiempo, tanto en Europa como en América. Por otro lado, la importancia de sus estudios, principalmente jurídicos y teológicos, pero también filológicos, tuvo una doble consecuencia: en el plano institucional, la generación de un cuerpo de burócratas servidores del Estado y la Iglesia en sus muy diversas áreas; en el cultural, la convergencia de intelectuales como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Fray Luis de León o El Brocense, por citar algunos<![if !supportFootnotes]>[4]<![endif]>.

El ámbito universitario también forjó una simbología que adoptó morfologías diversas, entre las que cabe destacar el denominado vítor. Se trata de un emblema compuesto por las letras de la palabra vítor que se superponen unas encima de otras, cuyo origen podría remontarse hasta la época clásica con relación a ciertos restos propagandísticos conservados en Pompeya<![if !supportFootnotes]>[5]<![endif]>. Parece ser que se recuperarían durante el Renacimiento siguiendo la estela de los Triunfos de Petrarca, de modo que en Salamanca comenzarían a utilizarse en el siglo XV, un momento en el que el papa Luna favorece especialmente a la Universidad; tanto así que el emblema de su escudo papal (la media luna con los cuernos descendentes) se incorporaría al símbolo del vítor<![if !supportFootnotes]>[6]<![endif]>.

El vítor podía referirse a una persona de la que también suele quedar constancia de su nombre y/o apellidos, muy frecuentemente escritos de forma abreviada. Normalmente aparecen en lugares visibles, acompañados de otros símbolos que completarían el acto de rotular, que es como se denominaba en la época al momento en el que se pintaban estos grafismos. Plumas o palmas y espadas, escudos de los diversos colegios mayores o menores, símbolos marianos, letras capitales de diversas naciones o grupos de estudiantes según un origen geográfico o incluso dibujos burlescos completan este aparato simbólico<![if !supportFootnotes]>[7]<![endif]>. En cuanto a su composición, carecemos de un estudio pormenorizado que haya analizado los pigmentos, si bien los últimos trabajos indicarían que se realizaban con almagre entre otros elementos<![if !supportFootnotes]>[8]<![endif]>.

En cuanto a la común relación directa y unívoca que tradicionalmente se ha hecho entre el vítor y el acto de doctoramiento, las últimas investigaciones apuntan en un sentido diferente. En el caso salmantino, el análisis de los individuos vitoreados y la documentación de la época indica que la mayor parte de los homenajeados con un vítor no respondía a los fastos de la consecución de un grado, sino más bien a otros actos académicos como la obtención de cátedras u otros puestos universitarios<![if !supportFootnotes]>[9]<![endif]>. En ellos tendría un papel clave la natio del catedrático, un grupo de apoyo de estudiantes que, según Covarrubias, solían realizar “cierta manera de triunfo y vitoria en las universidades que lleva[ba]n en hombros al catredático sus apasionados y devotos” y que en no pocas ocasiones terminaba de forma conflictiva con otras naciones mismamente a la hora de rotular<![if !supportFootnotes]>[10]<![endif]>. Los vítores también tendrían algún nexo con otros cargos y actos académicos e, incluso, con el nombramiento de oficios en la Iglesia o el Estado. Esto explicaría la aparición de vítores en núcleos urbanos que no albergan universidades, si bien, por norma general, hacen mención de individuos que habrían cursado estudios superiores, una característica cada vez más extendida entre quienes lograban medrar en la sociedad moderna.

 

II. El vítor: de emblema académico a iconografía mariana

Desde el siglo XVII, la Universidad de Salamanca se vio directamente afectada a nivel institucional por la controversia en torno a la Inmaculada, algo que redundó en algunas de sus manifestaciones simbólicas como los vítores. Los cambios no afectaron al patrón de representación ni al carácter laudatorio de estos grafismos, sino más bien a la introducción de nuevos emblemas y significados de índole religiosa, principalmente relacionados con María. Todo este proceso fue síntoma de la evolución de la propia definición teológica de la Virgen, cuya representación iconográfica y literaria había ido perfilándose desde la Edad Media según diferentes concepciones.

 

1. María Inmaculada como mulier amicta sole

La iconografía inmaculista fue el producto de un largo proceso histórico en el que hay que destacar la relación que se fue forjando entre dos elementos fundamentales: María y el Sol. Este vínculo reflejaba una forma de devoción e iconografía mariana bastante difundida desde época medieval, aunque no sería hasta finales del siglo XVI cuando se identificaría a la Mulier amicta sole del Apocalipsis con la Inmaculada Concepción<![if !supportFootnotes]>[11]<![endif]>. Posteriormente, conoció una expansión en el siglo XVII al calor del fervor concepcionista cuya defensa sería asumida por diferentes teólogos e instituciones de la época, entre las que cabe destacar la propia Universidad de Salamanca.

La identificación de María como la mujer descrita en el Apocalipsis<![if !supportFootnotes]>[12]<![endif]> proviene de la tradición oriental, siendo la primera representación en occidente la del Apocalipsis del Beato de Liébana (siglo VIII) vinculándose posteriormente a diferentes advocaciones marianas como la Asunción o el Rosario<![if !supportFootnotes]>[13]<![endif]>. Efectivamente, la liturgia de la festividad de María Asunta al cielo (15 de agosto), incluye, desde época de san Bernardo de Claraval (1090-1153), la lectura de dicho pasaje del Apocalipsis, como muestra uno de los sermones del santo para dicha celebración. En el texto, san Bernardo apostillaba “mira omnino vicinitas solis et mulieris<![if !supportFootnotes]>[14]<![endif]>.

No obstante, la visión más estricta de la tradición bernardina prohibía la representación iconográfica del limbo solar vinculado a María, algo que fue poco observado por pintores y miniaturistas. En efecto, desde el siglo XIV, los rayos solares junto a la imagen de María aparecen caracterizando su versión apocalíptica de tal modo que en las centurias siguientes fueron cada vez más frecuentes las imágenes de orantes frente a una visión de la imagen de Maria in Sole en las miniaturas de los libros devocionales, retablos e imágenes; algo definido como un verdadero mass media en la época<![if !supportFootnotes]>[15]<![endif]>.

Al concluir la Edad Media todavía no existía una separación en la iconografía del misterio de la Asunción y la de la Inmaculada Concepción. Prueba de ello fue la actitud del papa Sixto IV a propósito de la institución, en 1476, de la festividad de la Inmaculada Concepción para el día 8 de diciembre. El pontífice otorgó numerosas indulgencias, entre las que se le atribuye una de 11000 años a quien rezase “ante ymaginem marie virginis in sole”<![if !supportFootnotes]>[16]<![endif]>. Con todo, la Asunción de María en su representación apocalíptica se expandió a finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI<![if !supportFootnotes]>[17]<![endif]>. No será hasta finales del quinientos, una vez concluido el Concilio de Trento, cuando se defina un modelo inmaculista, que combinaba la representación de María amicta sole con elementos vinculados a la concepción sine macula de la Virgen, en alusión al Eclesiástico “Ab initio ante saecula creata sum”<![if !supportFootnotes]>[18]<![endif]>.

No sólo la iconografía recogió esta definición mariana, sino también la literatura del siglo de Oro se hizo eco de obras en las que María se vincula al astro rey en diversas variantes, destacando la metáfora de la Virgen superando o venciendo al sol en diversas cualidades como la belleza, brillo, luz…<![if !supportFootnotes]>[19]<![endif]> Algunos ejemplos pueden encontrarse en autores de la segunda mitad del siglo XVI, como fray Luis de León, catedrático de la Universidad de Salamanca. El fraile agustino, en su “Octava a Nuestra Señora”, describía a María superando al sol en hermosura<![if !supportFootnotes]>[20]<![endif]>, un recurso similar al de su oda titulada “A Nuestra Señora, escrita durante su estancia en prisión (1572-1576); en ella se incide en la idea de María como modelo de pureza por encima del sol además de hacer una clara alusión a la Inmaculada Concepción<![if !supportFootnotes]>[21]<![endif]>. De forma coetánea a fray Luis también se recoge la idea de María venciendo al sol en Sebastián de Córdoba (1575), quien en uno de sus sonetos pone en boca del Padre Eterno las instrucciones que daría al arcángel San Gabriel para anunciar a la Virgen que concebiría Jesús por obra del Espíritu Santo<![if !supportFootnotes]>[22]<![endif]>. Pocos años después, Lope de Vega, quien dedicó numerosos versos a la Virgen María, utilizaba la figura del sol vencido de forma recurrente en los versos titulados “El nacimiento del señor Jesús” (1612)<![if !supportFootnotes]>[23]<![endif]>.

Sin salirnos de esta identificación mariana y solar, resultan elocuentes algunas obras dotadas de un aparato iconográfico comentado en donde María aparece directamente identificada con el sol, como la de Pedro de Alva y Astorga, teólogo franciscano que en su época fue uno de los más arduos defensores de la Inmaculada Concepción. El padre Alva escribió “Sol Veritatis (1650), un tratado sobre dicho dogma que justifica sus tesis sobre el nacimiento de María sin pecado original apoyándose o rebatiendo las ideas de otros autores<![if !supportFootnotes]>[24]<![endif]>. Iconográficamente, el libro se abría con una compleja alegoría en donde aparece María como sol de justicia, en referencia a la profecía de Malaquías, “et orietur vobis timentibus nomen meum Sol Iustitiae et sanitas in pennis eius”<![if !supportFootnotes]>[25]<![endif]> (Imagen 1). También del mismo autor es la obra Radii Solis zeli seraphici coelis veritatis en la que igualmente hace una comparación entre María y el Sol, los símbolos del zodiaco y su defensa por la orden franciscana (Imagen 2)<![if !supportFootnotes]>[26]<![endif]>.

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Imagen 1. Inmaculada como Sol iustitiae según la obra de Pedro de Alva y Astorga titulada Sol Veritatis (1660). Universidad de Granada (http://digibug.ugr.es/handle/10481/5181).

 

 

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Imagen que contiene foto, edificio, interior, viejo

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Imagen 2. Alegoría de la concepción sin mancha de la Virgen María como sol radiante en la obra Radii Solis de Pedro de Alva y Astorga (1666). Biblioteca Digital de Castilla y León (http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=31336)

 

En la misma línea hay que mencionar también la obra del agustino Joannes de Leenheer, titulada “Virgo María Mystica” (1681) y enteramente dedicada a la imagen de María y su relación con el sol, cuyos emblemas se adornaban con el anagrama mariano en el centro de un sol y las palabras de San Bernardo<![if !supportFootnotes]>[27]<![endif]> (Imagen 3).

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Imagen 3. Emblema primum “Omnes thesauri sapientiae et scientiae in Maria”, de la obra “Virgo Maria Mystica” de Johannes de Leenheer (1681), con el símbolo mariano en el centro solar. Original de la Biblioteca Pública de Lyon.

 

2. La conversión del símbolo universitario en iconografía mariana

Los ejemplos mostrados son algunas referencias que nos hablan de un modelo mariano en el que confluyeron la mujer del Apocalipsis y la Inmaculada, el cual se extendió por la Monarquía Hispánica a comienzos del siglo XVII al hilo del fervor concepcionista profesado por todos los estamentos sociales<![if !supportFootnotes]>[28]<![endif]>. Esta representación devocional llegó a calar hondo, incluyendo instituciones como las universidades del ámbito hispánico. Concretamente, la Universidad de Salamanca defendió a ultranza este dogma, no sólo por un fervor religioso, sino como muestra de la estrecha relación que guardaba con la Monarquía<![if !supportFootnotes]>[29]<![endif]>. En 1617 el rey Felipe III se dirigía a las universidades para que intercediera ante la Santa Sede en favor de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción, algo que, en el caso de Salamanca, se acató de inmediato<![if !supportFootnotes]>[30]<![endif]>.

Para mostrar su apoyo a la postura real, el claustro universitario aprobó hacer un estatuto que fijó, en abril de 1618, un voto de juramento de defender la Inmaculada Concepción obligatorio para todos los que se graduasen entre sus muros; los maestros fray Agustín Antolínez, fray Pedro de Herrera, fray Luis Bernardo y el doctor Antonio Pichardo se encargaron de redactarlo<![if !supportFootnotes]>[31]<![endif]>. La adhesión de la Universidad al dogma inmaculista fue motivo de grandes celebraciones organizadas por el propio Estudio, algo que consideramos como un punto de inflexión en el cambio iconográfico del vítor. En efecto, los fastos motivados por la fusión del acto académico de graduación junto al teológico y devocional del juramento también tendrían su correlato literario e iconográfico desde el mismo momento de la fiesta.

El Estudio salmantino esperó a octubre de 1618 para iniciar las festividades; la razón no era otra que aprovechar una mayor afluencia de estudiantes iniciando el curso<![if !supportFootnotes]>[32]<![endif]>. En julio de ese mismo año se presentaba el programa que contemplaba, entre otras celebraciones, “quel dia siguiente después del juramento se haga en el patio de Escuelas un auto a Nuestra Señora de la Conception”<![if !supportFootnotes]>[33]<![endif]>. A tal efecto, la Universidad encargó a Lope de Vega la elaboración de una comedia titulada “La limpieza no manchada”, por la que recibió cien escudos<![if !supportFootnotes]>[34]<![endif]>.

El día anterior a las celebraciones, el 28 de octubre de 1618, se levantaron altares por la ciudad de Salamanca en las calles por donde pasaría una procesión con la imagen de la Inmaculada desde el convento de las Úrsulas a la Catedral. Algunos de los altares, como el de los jesuitas o el de los agustinos, se decoraron con cartelas que contenían pinturas y poesías, en castellano y en latín, entre las cuales podemos destacar algunas cuyos versos lanzaban vítores (o vivas) a la Virgen María, mezclados con metáforas entre María y el sol<![if !supportFootnotes]>[35]<![endif]>.

La procesión salió el 29 de octubre, con la concurrencia de autoridades civiles, académicas y eclesiásticas, así como estudiantes y toda la ciudad. Las corporaciones y cofradías sacaron estandartes, destacando el del Estudio salmantino, que era “de damasco blanco con una imagen de Nuestra Señora en su Concepción, por la una parte, y a las espaldas della en un tafetán azul de poco más de vara en quadro escrito con letras de plata muy legibles, y grandes, aquel lugar del capítulo 13 de Judith: Vivit dominus, quia non permisit coinquinari ancillam suam <![if !supportFootnotes]>[36]<![endif]>. Se trata, por tanto, de una aclamación que estilísticamente responde al modelo del vítor. A la procesión concurrieron las cofradías de las naciones estudiantiles, entre ellas, la de Extremadura, que iba junto a Andalucía y La Mancha tras un estandarte de damasco blanco con la imagen de la Concepción. La cofradía de esos tres lugares se encargó de regresar con la imagen del altar de las Escuelas Mayores (que procedía del convento de Valparaíso) al monasterio de San Agustín, entonando el Ave Maris Stella<![if !supportFootnotes]>[37]<![endif]>.  

El lunes 29 de octubre tuvo lugar el estreno de la comedia de Lope de Vega. Esta obra, junto con los versos citados que adornaban los altares y estandartes, pueden ser considerados como el hito inicial a la hora de adoptar el símbolo mariano en el contexto de los vítores universitarios<![if !supportFootnotes]>[38]<![endif]>. La obra fue estrenada en el patio de Escuelas el 29 de octubre de 1618 por la compañía de Baltasar de Pinedo, siendo tal su éxito que fue puesta en escena en tres ocasiones durante esa semana<![if !supportFootnotes]>[39]<![endif]>. La inclusión de vítores universitarios a la hora de aclamar la concepción sin mancha de María es un recurso que Lope utilizó en varias ocasiones de una forma intencionada. De ello se percató el padre Juan Márquez, catedrático de Vísperas de Teología, que decía que en la obra se estuvo “victoreando a la Virgen, al uso de Salamanca, contra el pecado original”<![if !supportFootnotes]>[40]<![endif]>.

En efecto, en el segundo acto, el personaje que representa la alegoría de la Duda pierde su razón de ser tras admitir el misterio de la Inmaculada Concepción. En ese momento, la Duda proclamaba abiertamente “que el Desengaño me llamo:/ ¡Vítor a la Virgen divina!¡Vítor mil veces!” una aclamación a María que Lope de Vega reiteraría poco después, al final de ese segundo acto, en boca de la misma Duda durante un diálogo con el personaje del Pecado: “¡Vítor la Virgen, señores, / concebida sin pecado!”. Por último, en el tercer acto, la Duda, contenta y dispuesta a publicar que ya no se llama así sino Desengaño, observa a cuatro estudiantes que contemplan el cartel anunciante de las fiestas universitarias en honor a la Inmaculada. Uno de ellos, llamado Zoquete, comenzó a leer en alto, diciendo “muy bien sé que se hacen fiestas/ a la limpia Concepción, / y que al juramento son/ aquestas glosas compuestas/ […] por tanto, Universidad/ jurad tan santo estatuto”. En ese momento, otro estudiante aclamaba “¡Vítor, vítor; está bien!<![if !supportFootnotes]>[41]<![endif]>.

Al día siguiente prosiguieron los concursos dentro de las celebraciones inmaculistas, entre ellos la competición del estafermo, cuyos participantes debían inscribirse con un pseudónimo, acudir disfrazados y ofrecer, tras superar la prueba, una divisa y letra dedicados a la Concepción, o lo que es lo mismo, un símbolo acompañado de unos versos explicativos<![if !supportFootnotes]>[42]<![endif]>. Los premios variaban entre un penacho de plumas para el mejor disfraz, una sortija de oro para la mejor divisa y letra: diez varas de seda al mejor puntero, o “al que peor lo hiziere, un espejo en que se mire”. La divisa y las letras iban en un escudo o cartela, que los “aventureros” o concursantes entregaban al jurado una vez superadas las pruebas. Entre ellos destacó una pareja de estudiantes madrileños vestidos “con turbantes y vestidos de turcos” que habían firmado como Amurates y Solimán, cuya divisa era “pintada una Virgen, vestida de Sol, y la Luna a los pies, a los lados decía: Signum magnum. Y al pie esta letra: Gran milagro que no cause/ eclipse ni sombra alguna/ la tierra entre Sol y Luna”<![if !supportFootnotes]>[43]<![endif]>.

Versos, teatro, estandartes, carteles y motivos con morfologías varias dirigidos a ensalzar a María acompañaron a los fastos por el voto inmaculista. Todos tienen un nexo común: el uso del vítor como forma de aclamación, un hecho que no parece casual en el contexto universitario salmantino debido a la costumbre estudiantil de rotular vítores que hemos mencionado. Sin embargo, el uso del vítor mariano, originado muy probablemente en la fiesta de 1618, pronto trascendió las fronteras de la ciudad de Salamanca.

 

III. Símbolos universitarios en la periferia de la Monarquía Hispánica

El ámbito de influencia del Studium Salmanticensis abarcó no sólo a la Península Ibérica, sino a los espacios europeos y de ultramar que, desde finales del siglo XV, pertenecían a la Corona. No en vano, el modelo salmantino se exportó a las nuevas fundaciones americanas como México o Lima, a mediados del siglo XVI. Sin embargo, se trataba de una universidad poco permeable a presencia de extrapeninsulares entre sus aulas, sobre todo tras el cierre de fronteras decretado por Felipe II en 1552 en un intento de realizar un cordón sanitario contrarreformista<![if !supportFootnotes]>[44]<![endif]>. Ello explica la considerable presencia de población universitaria procedente de entornos periféricos con ciudades de cierta relevancia; tal era el caso de lo que en la época se conocía como territorio extremeño.

Según las fuentes históricas universitarias -libros de matrícula, principalmente- y a efectos académicos y administrativos, los universitarios provenientes de las diócesis de Coria, Plasencia, Badajoz y los territorios de las órdenes militares se agrupaban en la natio o nación de Extremadura. La representatividad de la nación de Extremadura en el Estudio del Tormes no es desdeñable, alcanzando su máximo en los últimos lustros del siglo XVI. Así, según los libros de matrícula del curso 1594-1595, los estudiantes extremeños alcanzaban casi el 10 % del total de estudiantes (6199), unos 576 individuos, siendo las ciudades de Cáceres, Trujillo, Mérida o Badajoz las que registraron un mayor éxodo estudiantil<![if !supportFootnotes]>[45]<![endif]>. Además, contaban con un símbolo propio, el vítor con una E coronada (Imagen 4).

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Imagen 4. Vítores en el patio de Escuelas Mayores de la Universidad de Salamanca. Nótese la simbología del vítor, con la superposición de las letras y la media luna invertida, así como la “E” coronada de la nación de Extremadura.

 

No obstante, la costumbre de rotular un vítor se extendió por numerosos enclaves no sólo de la península Ibérica sino también de otros territorios de la Monarquía Hispánica (Italia y el Nuevo Mundo), sin ser necesariamente ciudades universitarias<![if !supportFootnotes]>[46]<![endif]>. Para averiguar las razones de este fenómeno fuera de Salamanca hay que indagar en algunas relaciones que existían con la universidad y que son imperceptibles a simple vista. Es el caso de algunas ciudades extremeñas como Trujillo, que ocupará el análisis de este estudio por haberse descubierto recientemente algunos de estos símbolos, pero también las sedes episcopales de Coria y Plasencia conservan estos vestigios que nacen en el mundo universitario salmantino<![if !supportFootnotes]>[47]<![endif]>.

 

1. La Universidad de Salamanca y una ciudad periférica: Trujillo (Cáceres)

Los estudios de casos se han demostrado útiles para dar a conocer algunas dinámicas históricas que quedan ocultas en visiones más generalistas y que, a su vez, las completan y matizan<![if !supportFootnotes]>[48]<![endif]>. Es una de las razones por las que se ha abordado el análisis de una ciudad aparentemente ajena a Salamanca como es Trujillo, ya que, algunos vínculos -como los que unen a la Universidad salmantina con enclaves periféricos- sólo pueden entenderse al realizar un examen del pasado a pequeña escala.

Lo que se denomina Tierra de Trujillo, según la división administrativa del siglo XVI, estaba situada dentro de la llamada también Provincia de Trujillo, comprendiendo ésta la mayor parte del actual territorio extremeño<![if !supportFootnotes]>[49]<![endif]>. En el contexto general de las diócesis y de la natio de Extremadura, Trujillo era una de las ciudades que más estudiantes aportaba en todos los cursos, entre 30 y 35 anuales según los libros de matrículas<![if !supportFootnotes]>[50]<![endif]>. En este sentido, durante el curso 1594-95 lidera a las diócesis extremeñas junto con Cáceres (40 estudiantes)<![if !supportFootnotes]>[51]<![endif]>.

Si echamos un vistazo a las facultades que más demanda tienen entre los estudiantes procedentes de la Tierra de Trujillo durante el curso 1594-95, Cánones es la primera, con una proporción del 47%. Los canonistas proceden sobre todo de Trujillo (17 estudiantes). A continuación, los artistas son los más numerosos, con un 20 % y un total de 11 matriculados trujillanos. En tercer lugar, destacan, igualados al 11% de la Tierra de Trujillo, los estudios de Leyes y Gramática, que atraen en total a 12 individuos. Son predominantemente legistas los trujillanos (5 estudiantes), mientras que también se destacan entre los gramáticos (3 estudiantes). En el caso de Teología, encontramos sólo a tres estudiantes de Trujillo, mientras que en Retórica sólo encontramos uno de dicha ciudad<![if !supportFootnotes]>[52]<![endif]>.

En definitiva, este primer análisis cuantitativo revela algunos lazos de cierta relevancia entre una ciudad periférica como Trujillo y la Universidad de Salamanca, ya que el contingente estudiantil que partió tanto de este núcleo como de su Tierra fue relativamente considerable y constante durante el último tercio del siglo XVI, momento de apogeo del Estudio Salmantino<![if !supportFootnotes]>[53]<![endif]>.  Sin embargo, estos vínculos no se reflejan sólo en las cifras; también en el universo simbólico universitario que quedó plasmado en algunos edificios trujillanos. Unos símbolos que, como veremos, encierran significados relacionados con el fervor mariano de la época.

 

2. El universo simbólico universitario en la periferia

Los símbolos identificados como vítores localizados en la ciudad de Trujillo se encuentran en el templo del antiguo convento de San Francisco y en la iglesia de la Preciosa Sangre. Para ello, se delimitará, en primer lugar, la ubicación de los grafitos, antes de pasar a su descripción. Con respecto al primero de los vítores, hay que señalar que los franciscanos de la Orden Tercera erigieron su casa en Trujillo a comienzos del siglo XVI asentándose en lo que fue una mezquita entre otras construcciones preexistentes. En 1564 Pedro Marquina continuaría el proyecto de Pedro de Ybarra de modo que la fábrica se fue ampliando gracias a las donaciones y limosnas procedentes principalmente del concejo trujillano<![if !supportFootnotes]>[54]<![endif]>. Así, en 1600 se procedió al traslado del Santísimo Sacramento a la nueva iglesia, la cual todavía tenía la capilla mayor sin construir; ello no fue impedimento para inaugurar el nuevo templo, ya que “se atajó el sitio con un paredón, y sirve el cuerpo restante”, repartiéndose las capillas colaterales a “personas devotas que las compraron al síndico”<![if !supportFootnotes]>[55]<![endif]>.

Las dimensiones del complejo conventual y sus elementos artísticos nos sitúan ante una obra de gran envergadura, de la cual destaca, en su exterior, la portada principal del templo, construida en mampostería y sillería a finales del siglo XVI. Un gran arco de medio punto y dovelas radiadas, enmarcado por dos alfices, permite la entrada a la iglesia. Sobre el arco y en una hornacina se sitúa una imagen de San Francisco en posición central, flanqueada a ambos lados por dos grandes escudos en relieve. A la derecha de la imagen, el blasón imperial de Carlos V; a su izquierda, el escudo de la ciudad (la Virgen de la Victoria entre dos torres) y sobre la estatua del seráfico padre, un relieve del Padre Eterno. Tres vanos completan la portada: uno en el centro, por encima del segundo alfiz y culminado con un frontón triangular que alberga en su interior el escudo franciscano de las cinco llagas, al tiempo que otros dos ventanales flanquean a ambos lados las dovelas del arco de acceso. Enmarcan el conjunto algunos esgrafiados con motivos vegetales y geométricos, entre otros<![if !supportFootnotes]>[56]<![endif]> (Imagen 5).

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Imagen que contiene edificio, interior, viejo, horno

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Imagen 5. Portada de la Iglesia conventual de San Francisco (Trujillo, Cáceres).

 

Ya hemos aludido a que los vítores se pintaban, generalmente, en lugares vistosos. El deseo de ser contemplados en público refuerza su significado propagandístico, máxime cuando se ubican en la portada de edificios religiosos relevantes para una ciudad. Era el caso de los franciscanos en Trujillo, cuya iglesia, tal y como fue descrita en el momento de ser construida, posee una “fachada de la puerta, que es hermosa y grave, [y] tiene las armas Reales, y las de la Ciudad”<![if !supportFootnotes]>[57]<![endif]>. La ubicación del vítor, por tanto, no puede considerarse casual, ya que se pinta en el lugar más visible del prominente edificio<![if !supportFootnotes]>[58]<![endif]>. Los símbolos, pintados en rojo, se sitúan en los sillares que forman los estribos del arco de acceso al templo en su fachada principal, tanto en el lado izquierdo como en el derecho. Comenzando por el lado izquierdo, se observa la primera línea del texto en el sillar inmediatamente por debajo de la línea de imposta, mientras que hay un segundo grafismo situado en el centro del siguiente sillar debajo del mencionado (Imágenes 6 y 7).

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Imágenes 6 y 7. Ubicación de la primera parte del vítor en el estribo izquierdo de la portada (lado del evangelio). Iglesia conventual de San Francisco (Trujillo, Cáceres).

 

La erosión y el degaste producido por el paso del tiempo dificultan su lectura, sumado a la abreviación libre de las palabras o la superposición de letras, algo común en la epigrafía de la época. Por esta razón se ha tenido que recurrir al tratamiento informático de la imagen, logrando interpretar la existencia de una C que contiene en su interior otra letra de menor tamaño: una posible H o, quizás, una E. A continuación, se observa claramente una A, seguida de otro símbolo que encierra varias letras: una T que a su vez es el mástil de una R y de una posible E, todas englobadas dentro de una D. La R tiene la particularidad de que su terminación final se extiende por debajo de la grafía siguiente. Finalmente, hay claramente una D situada, como decíamos, por encima del trazo de la R anterior, que, junto al trazo vertical que la compone, sugiere una L superpuesta a la D. Dentro de esta última aparece un símbolo, pero se halla tan borroso que desconocemos de qué se trata, quizás una letra (R o una O) o un dibujo, como ocurre en otros casos salmantinos<![if !supportFootnotes]>[59]<![endif]>.

En el sillar inmediatamente inferior se sitúa otro grafismo, en la parte central. Al establecer analogías con otros vítores salmantinos parece ser que representa el anagrama del vítor, esto es, la superposición de letras que conforman dicha palabra. Por debajo de este símbolo, se constata la existencia de más letras, con la particularidad de aparecer en minúsculas. Su mal estado de conservación hace que sean prácticamente ilegibles, si bien podrían son comparables a lo que en Salamanca se correspondería con la cátedra conseguida o con los actos de conclusiones del vitoreado<![if !supportFootnotes]>[60]<![endif]>. De poder leerse, posiblemente indicarían las razones por las que se pintó el vítor en el edificio franciscano.

Los símbolos encontrados en el estribo de la derecha de la portada estarían compuestos por letras y dibujos, los cuales terminan en la línea de imposta y se distribuyen transversalmente por sucesivos sillares. En un lugar central del estribo se ubican unos grafismos que pueden ser interpretados de dos formas. En primer lugar, podría tratarse de la superposición de una A y una M, sobre las cuales se ubicarían dos coronas, una sobre otra, en la misma vertical. La otra interpretación sería que no habría letras sino tres coronas, superpuestas sucesivamente siguiendo una línea vertical. Estos símbolos aparecen flanqueados por dos elementos cuya interpretación, por analogía con los vítores salmantinos, está fuera de dudas. A la izquierda, aparece una palma o una pluma, mientras que a la derecha se observa una espada. Finalmente, por debajo de los emblemas descritos se observan restos de pintura que podrían corresponder a letras u otros símbolos muy deteriorados (Imágenes 8 y 9).

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Imágenes 8 y 9. Continuación del vítor en el estribo derecho de la portada (lado de la epístola). Iglesia conventual de San Francisco (Trujillo, Cáceres).

 

La aparición de los símbolos del convento franciscano en sendos estribos del arco de entrada al templo no indica que se traten de elementos inconexos; más bien todo lo contrario. Ejemplos salmantinos constatan que los vítores podían repartirse por varios espacios, normalmente siguiendo la misma línea, pero sin tener en cuenta vanos u otros elementos arquitectónicos<![if !supportFootnotes]>[61]<![endif]>. Estos rasgos lo conectarían con la tradición universitaria salmantina del vítor como elemento laudatorio.

El estado de conservación de los vítores de San Francisco sólo permite formular hipótesis que, a lo sumo, establecen una cronología amplia y conjeturan sobre el significado de lo que hay pintado. Los datos aportados por fray José de Santa Cruz indicarían que el vítor dataría, como muy temprano, de finales del siglo XVI, ya que la portada se concluyó entre 1595 y 1596. El 21 de enero de ese año, el ayuntamiento trujillano libraba al cantero Alonso Sánchez “ocho ducados por el andamio que puso para dorar los escudos de la puerta de la iglesia de San Francisco”. Por tanto, podrían datarse a finales del quinientos o principios del seiscientos, como mínimo.

Con respecto a la Iglesia de la Preciosa Sangre, su construcción tuvo lugar entre 1627 y 1635 a expensas del trujillano Gabriel Pizarro de Hinojosa, inquisidor de Córdoba y Granada fallecido en 1625. En su testamento, Don Gabriel Pizarro indicaba que la finalidad de la iglesia de la Preciosa Sangre sería la de servir para su propio enterramiento y como sede del cabildo de capellanes de Trujillo, el cual se estableció en ella partir de 1635<![if !supportFootnotes]>[62]<![endif]>. Son destacables los vínculos del patrono del templo con la Universidad de Salamanca, ya que Gabriel Pizarro aparece matriculado como manteísta en los estudios de Cánones en el curso 1574-1575, licenciándose antes de 1587 y doctorándose probablemente en Valencia entre dicho año y 1588<![if !supportFootnotes]>[63]<![endif]>. Informaciones ulteriores lo sitúan en el Colegio Mayor de Cuenca, al menos, en los cursos 1594-96 y en 1598-99 en donde desempeñó el cargo de capellán<![if !supportFootnotes]>[64]<![endif]>. No cabe duda de que su paso como colegial lo catapultó a las más altas instituciones eclesiásticas, ya que un año más tarde (1600) iniciaría su ascenso desempeñando el cargo de Inquisidor de Córdoba, pasando después por los tribunales de Valencia (1603) y Granada (1611)<![if !supportFootnotes]>[65]<![endif]>.

De forma similar al caso franciscano, la ubicación de los vítores en la iglesia de la Preciosa Sangre es intencional, ya que claramente buscan llamar la atención de los viandantes según vienen de la Plaza Mayor, razón para no encontrarse en la portada principal la cual se sitúa longitudinalmente con respecto a la calle.  En este caso los vítores se encuentran en los sillares que conforman la arista del chaflán en el lado de la epístola del exterior del templo, concretamente en su cara lateral derecha.

Los trazos que hemos identificado como vítores están bastante bien conservados, al menos los de la parte superior. Están situados en una posición muy elevada, con lo cual intuimos que el autor tuvo que subirse a algún tipo de escalera. Por la morfología de las letras, parece ser que fueron pintadas desde la arista del chaflán, dado que estas van disminuyendo de tamaño a medida que se alejan de ese punto. En una primera línea de sillares parece adivinarse una S seguida de O y una L inclinada hacia la izquierda. Utilizando el mástil de la L aparece una E, mientras que sobre el trazo horizontal de la L se apoya una V con una pequeña O volada en su interior. A excepción de la S, que es de un tamaño mayor, el resto de las grafías descritas ofrecen una proporción similar. A continuación, se disponen otras letras en cuyo cuerpo va en disminución: una V, una I, lo que parece ser una N y una C, la más pequeña de todas quizás por estar más alejada de la mano ejecutora. En un plano inferior, ocupando las siguientes dos líneas de sillares, se vislumbran unos trazos que no hemos conseguido identificar completamente<![if !supportFootnotes]>[66]<![endif]>. En cuanto a su cronología, la iglesia de la Preciosa Sangre estaba concluida, al menos su parte exterior, en 1635, de modo que los emblemas deben ser posteriores a esta fecha<![if !supportFootnotes]>[67]<![endif]> (Imágenes 10 y 11).

 

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Imágenes 10 y 11. Vítor en el lado de la epístola. Iglesia de la Preciosa Sangre (Trujillo, Cáceres).

En síntesis, los procesos erosivos de los soportes graníticos donde se pintaron los vítores, además de su ubicación en el exterior -con la consecuente exposición a los fenómenos atmosféricos- han provocado un deterioro variable de este tipo de símbolos que, además, eran elaborados con materiales orgánicos. A pesar de las dificultades de lectura e interpretación, los grafismos todavía perduran como expresión cultural de una época en la cual, como señalamos al principio, el elemento religioso estaba presente en todas las facetas de la vida. En este sentido, muy probablemente el significado de estos elementos se liga, sin desvincularse a lo académico y laudatorio, al fervor mariano vivido desde finales del siglo XVI y, sobre todo, en el siglo XVII.

 

3. Ecos periféricos de la devoción mariana universitaria: datación y significado

Como se señaló anteriormente, el vítor estudiantil se convirtió en aclamación mariana dentro de la literatura, algo que no tardó en tener su correlato en la expresión iconográfica de este símbolo. Y es que a tenor de la implicación de la Universidad de Salamanca en la defensa inmaculista, la bibliografía más reciente ha demostrado que la costumbre de pintar el vítor se adhirió a la causa mariana, de modo que al significado académico original se sumó un sentido religioso<![if !supportFootnotes]>[68]<![endif]>. Así, el anagrama “vítor” pudo acompañarse con símbolos marianos, o directamente sustituirse por éstos; algo que, por otra parte, no debe extrañar tras la obligación del juramento a la Inmaculada para los graduados que acabamos de mencionar. Este hecho, sumado al carácter de aclamación de este tipo de grafías, como hizo Lope de Vega -sea la palabra “vítor” o los símbolos marianos- nos lleva de nuevo al estudio de los casos mencionados en la ciudad de Trujillo (Cáceres).

El esquema del vítor propiamente dicho apenas cambió a lo largo de la Edad Moderna, lo cual facilita su identificación como tal, pero, a su vez, complica su datación<![if !supportFootnotes]>[69]<![endif]>. Bien es cierto que a lo largo del siglo XVII la tipografía puede ornamentarse notablemente en algunos casos, pero no es algo generalizado y, en esencia, el patrón es el mismo. Por otra parte, los estudios en torno a los vítores confirman que, al menos en Salamanca, la construcción donde aparece un vítor no se vincula siempre o directamente con la persona, en su caso, vitoreada, si bien los sillares o las dovelas de los arcos de entrada suelen concentrar este tipo de inscripciones por ser un lugar visible para el público. Tampoco parece existir una correspondencia directa entre individuos e importancia del edificio en que fueron pintados los vítores, aunque fuera del ámbito salmantino sí que podría darse tal relación; los casos de las catedrales de Ciudad Rodrigo o Plasencia, que contienen vítores de miembros del clero catedralicio, parecen confirmarlo<![if !supportFootnotes]>[70]<![endif]>.

Teniendo en cuenta lo anterior, es posible que los vítores de la ciudad de Trujillo tuvieran un nexo universitario en relación con el lugar donde fueron rotulados, dado que tanto la iglesia del convento de San Francisco como el templo de la Preciosa Sangre son edificios vinculados indirectamente con la Universidad de Salamanca. Ya se citó el vínculo salmantino de Gabriel Pizarro, fundador de la Sangre, si bien el templo franciscano no permaneció ajeno a la Universidad del Tormes. Efectivamente, se han contabilizado hasta ocho individuos con el grado de doctor o maestro enterrados en su interior. Era el caso, por ejemplo, de los doctores Antonio Rodríguez de Orellana, padre del doctor Antonio de la Parra y del Maestro Blas de Orellana, que con seguridad pasaron por las aulas de Salamanca en el siglo XVI. También era universitario el doctor Hernando Valverde Melgo, sepultado en 1616, y el doctor Diego Vázquez, muerto hacia 1647. O los doctores Marcos de Orellana, Cristóbal García de Orellana y Felipe Díaz de Orellana, todos del mismo linaje<![if !supportFootnotes]>[71]<![endif]>.

La lectura de la combinación de las grafías del estribo izquierdo según accedemos al templo parece decir CHATEDRDº<![if !supportFootnotes]>[72]<![endif]>. Una de las posibilidades que ofrece la miscelánea de signos es la de CHADETRDº, interpretado como CHA[NTRE] (o CHA[PELLÁN]) DE TR[UJILLO] DO[CTOR]. En este caso podría aludir al mencionado Antonio de la Parra, doctor por Salamanca in utroque iure (en ambos derechos, civil y canónico) y beneficiado de la principal parroquia de Trujillo, Santa María Mayor<![if !supportFootnotes]>[73]<![endif]>. Según reza la sepultura, el doctor Antonio de la Parra falleció en 1600, misma fecha de consagración del templo, por tanto, el vítor podría datarse en el último lustro del siglo XVI, en el lapsus entre la construcción de la portada (1595-1596) y la construcción del mausoleo del mencionado doctor. No obstante, también existe la posibilidad de que honrase al mismo individuo una vez fallecido, si bien la casuística en torno a vítores post mortem es muy poco frecuente<![if !supportFootnotes]>[74]<![endif]>.

Con respecto a los símbolos del lado derecho de la portada de San Francisco, la A y la M podrían ser las iniciales de Ave María, reproduciendo las palabras del ángel Gabriel al saludar a la Virgen<![if !supportFootnotes]>[75]<![endif]>. Sobre él aparecerían dos coronas, aludiendo quizás a la Virgen en sus misterios de la Inmaculada Concepción y de la Asunción a los cielos. Pero, como ya dijimos antes, las letras A M podrían tratarse de una tercera corona, refiriéndose a las tres fiestas principales en honor a la Virgen María (Asunción, Concepción y Natividad)<![if !supportFootnotes]>[76]<![endif]>. Estas celebraciones estaban muy presentes en las devociones privadas de los siglos XVI y XVII, un factor importante para entender el clima de religiosidad que pudo motivar tanto el tema como la ubicación de los vítores en Trujillo. En este sentido, y a modo de ejemplo, merece la pena detenerse un instante en las devociones marianas de los Pizarro, linaje trujillano vinculado tanto al convento de San Francisco como a la iglesia de la Preciosa Sangre<![if !supportFootnotes]>[77]<![endif]>.

El marqués Francisco Pizarro, conquistador del Perú, había dejado constancia de su devoción por la Virgen María en no pocas ocasiones<![if !supportFootnotes]>[78]<![endif]>. En su propio testamento (1541) expresó claramente su inclinación concepcionista, mandando “fundar y hedificar una yglesia e capellanía en la çibdad de Truxillo que es en los Reynos de España de donde yo soy natural e nasçido […]; la advocación de la qual ha de ser Nuestra Señora de la Concepción, de quien yo he sido muy deboto y he tenydo y tengo especial deboçión […]”<![if !supportFootnotes]>[79]<![endif]>. A lo largo del testamento, Francisco Pizarro muestra precisamente su devoción mariana en sus tres festividades más importantes, solicitando al papa una “bulla de indulgencia plenaria de las tres fiestas mayores de Nuestra Señora del año que son nuestra señora de la Concepción y nuestra Señora de Agosto y Nuestra Señora de Septiembre […]<![if !supportFootnotes]>[80]<![endif]>. Finalmente, en una minuta posterior que modificaba algunas disposiciones de su testamento, se preocupaba en incluir “expresamente de verbo ad berbum el y[m]no de Ave Maris Stella”<![if !supportFootnotes]>[81]<![endif]>. Un himno que, por cierto, sería el elegido por la cofradía de la nación de Extremadura para la procesión del juramento concepcionista que la Universidad de Salamanca realizó en 1618, como se vio anteriormente.

Siguiendo con el vítor franciscano, el emblema mariano aparece flanqueado por sendos símbolos que ofrecen mayor facilidad de interpretación. Tanto en Salamanca como en otros lugares ambos grafismos expresan la frecuente controversia entre las armas (espada) y letras (pluma), si bien podría tratarse también de una palma victoriosa<![if !supportFootnotes]>[82]<![endif]>. El origen de esta disputa estaría en la conversión de los estudios universitarios (jurídicos, principalmente) como vía de ascenso social frente a los que habían conseguido una posición preeminente por la vía militar<![if !supportFootnotes]>[83]<![endif]>.

El templo de la Preciosa Sangre de Trujillo también aparece vinculado con la Universidad de Salamanca en tanto que su fundador, Gabriel Pizarro de Hinojosa, pasó por sus aulas como canonista y posteriormente como colegial de Cuenca. La grafía del vítor, que recordamos era “SOLEVºVINC”, puede interpretarse como “SOLE V[IRG]O VINC[IT]” (la Virgen triunfa sobre el sol). Como se ha visto, la tradición iconográficamente concepcionista que vinculaba a María Inmaculada como Mulier amicta sole era sobradamente conocida. Sin embargo, en este análisis microhistórico las devociones locales contribuyen a profundizar en las causas y el significado, en una simbiosis iconográfica que mezcla aclamaciones de origen universitario, dogmas teológicos y manifestaciones marianas locales.

El fervor mariano generalizado en la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII había tenido precedentes en la ciudad de Trujillo desde época medieval. El 15 de agosto era el momento en el que la ciudad conmemoraba a su patrona, de modo que a mediados del siglo XVI el concejo trujillano instituyó el voto a la Virgen de la Victoria en su festividad de la Asunción, quedando constancia de este hecho el 12 de agosto de 1555 en el que “justicia y regidores de él [concejo] juntamente con el cabildo desta cibdad ficieron un voto solemne ante la imagen de Nuestra Señora de la Victoria desta cibdad de facer una procesión el día de Nuestra Señora de la Asunción de cada un año como parescerá scripto”<![if !supportFootnotes]>[84]<![endif]>.

El día de la patrona se acompañaba de grandes festejos, entre ellos corridas de toros y colaciones varias que nos recuerdan a las celebraciones realizadas en la Universidad de Salamanca por motivo de la obtención de los grados mayores. En este ambiente festivo eran realizados los vítores universitarios salmantinos, que ensalzaban a doctores, catedráticos y otros cargos académicos. Esto nos lleva a pensar en el posible vínculo entre la existencia de estos grafismos marianos en Trujillo y una intencionalidad clara de ensalzar la fiesta principal de la ciudad, sobre todo el vítor de la Preciosa Sangre, ubicado muy cerca de la Plaza Mayor, espacio público por excelencia. Basta recordar que el emblema de la citada iglesia aludía a la Virgen y al sol, uno de los motivos de las divisas concepcionistas en los fastos salmantinos de 1618 que reivindicaba el nexo mariano con la mujer del Apocalipsis y que también había sido el motivo iconográfico y litúrgico de la Asunción<![if !supportFootnotes]>[85]<![endif]>.

Finalmente, hemos de traer a colación al inquisidor Gabriel Pizarro de Hinojosa, fundador del templo de la Preciosa Sangre, en tanto que aparece ligado al culto mariano, tal y como hicieran otros miembros de su linaje. En 1670 se continuaba celebrando “la misa y procesión de las Ánimas, la Salve Magna los sábados y las vísperas de Nuestra Señora del Inquisidor Don Gabriel Pizarro de Hinojosa”<![if !supportFootnotes]>[86]<![endif]>. Eso indicaría que en su testamento probablemente dejó una manda destinada a este tipo de oficios por su devoción a María; no debe extrañarnos, pues, la ubicación del vítor mariano en el templo que ordenó fundar.

 

Conclusiones

La Universidad de Salamanca ejerció una influencia que cruzó las fronteras de la propia ciudad como consecuencia de su papel central en la educación superior de las élites de la Monarquía Hispánica durante la Edad Moderna. Graduarse era, en la época, un requisito casi indispensable para poder medrar en la sociedad y servir al Estado o la Iglesia en las múltiples ocupaciones que ofrecía. Nombramientos y ascensos provenían del prestigio de los estudios de Salamanca, pero no sólo; los vínculos de patronazgo, amistad, paisanaje… forjados durante la etapa estudiantil también tenían un papel fundamental en el capital social de los universitarios.

El fiel reflejo de estos ascensos en diversas instituciones (además de la propia Universidad) fue la elaboración de una iconografía aclamatoria en forma de vítores, inscripciones pintadas en la superficie visible de edificios repartidos por diversos enclaves del ámbito hispánico. La finalidad de estos grafismos, ligados a elementos académicos o de promoción social, era claramente propagandística; también lo fueron cuando, desde el siglo XVII, se incorporaron elementos religiosos. Efectivamente, el vítor trascendió de lo académico a la devoción mariana gracias al fervor inmaculista abiertamente profesado por la Universidad de Salamanca desde 1618, fecha del voto concepcionista y los fastos que lo acompañaron.

A partir de ese momento, es probable que la rotulación de vítores se fusionase con cuestiones teológicas y, sobre todo, devocionales; una práctica que en poco tiempo se extendió hacia otros lugares. Y es que el Estudio salmantino exportaba no sólo individuos formados en su seno, sino, también, manifestaciones artísticas que alteraban la morfología de lugares periféricos cuyos lazos con el mundo universitario únicamente se hacen inteligibles a través de una investigación a nivel microhistórico. Así, las diócesis de Coria y de Plasencia representaban una considerable proporción de los universitarios procedentes de la natio de Extremadura, una de las ocho naciones o grupos de solidaridad geográfica con un cierto peso en el funcionamiento académico de la institución. La ciudad de Trujillo, una de las localidades extremeñas que más universitarios enviaba a Salamanca, no fue ajena a la costumbre de rotular vítores, como evidencia el descubrimiento de este tipo de grafismos presentados en esta investigación.

Ahora bien, la interpretación de los vítores ofrece ciertas dificultades, aunque parece más que plausible una vinculación con la devoción mariana de Trujillo que se sumaría a la académica. En este punto, se hace indispensable acudir a los elementos locales para abarcar la cuestión con profundidad. A nivel de devociones privadas, el fervor religioso en torno a la Virgen María, fuera en su Asunción o en su Inmaculada Concepción, estaba arraigado entre sus habitantes, como muestra el ejemplo de la familia Pizarro. Pero también a nivel institucional dicha devoción era notoria: la propia ciudad, al igual que la Universidad de Salamanca haría posteriormente, profesó un voto de juramento a María.

En definitiva, todos estos factores contribuyen al entendimiento del fenómeno de extrapolación de los vítores universitarios en todas sus dimensiones. Son, por tanto, el reflejo de la atmósfera cultural, religiosa y festiva que se vivía no sólo en una ciudad periférica como Trujillo, sino también en otros lugares de la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII. Una expresión, el vítor, que nació en el ámbito académico y que alcanzó gran popularidad a través de su uso como manifestación mariana, sin perder el sentido triunfal que siempre lo caracterizó.

 

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Francisco Javier Rubio Muñoz

Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea

Facultad de Geografía e Historia

Universidad de Salamanca

Facultad de Geografía e Historia, C/ Cervantes s/n

37002, Salamanca (España)

https://orcid.org/ 0000-0003-3922-6528

<![if !supportFootnotes]>

<![endif]>

<![if !supportFootnotes]>[1]<![endif]>           Era el caso de los conversos, presentes en todos los estamentos y en la administración de la Monarquía. Véase Enrique Soria Mesa, La realidad tras el espejo. Ascenso social y limpieza de sangre en la España de Felipe II (Valladolid: Síntesis/Universidad de Valladolid, 2016).

<![if !supportFootnotes]>[2]<![endif]>           Luis E. Rodríguez-San Pedro, La Universidad de Salamanca del Medievo al Renacimiento (1218-1516/29). Aspectos históricos, poderes y saberes (Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2013).

<![if !supportFootnotes]>[3]<![endif]>           Gil González Dávila, Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca (Salamanca: Imprenta de Artus Taberniel, 1606), 182-183.

<![if !supportFootnotes]>[4]<![endif]>           Otros profesores que no son apenas conocidos comienzan a emerger tras las últimas investigaciones, como el caso del helenista Juan Escribano. Véase Francisco J. Rubio-Muñoz, "La vida en el Colegio Trilingüe a través del bachiller Juan Escribano, catedrático de griego de la Universidad de Salamanca en la segunda mitad del siglo XVI", Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija 20/2 (2017): 335-358; y, del mismo autor, “La Inquisición en tiempos de Fray Luis de León. El proceso contra el bachiller Juan Escribano, regente de griego en el Colegio Trilingüe de la Universidad de Salamanca (1575-1576)”, Cuadernos de Historia Moderna 42/1 (2017): 107-127. El personaje se ha tratado más ampliamente en Francisco J. Rubio-Muñoz, La convulsa vida de un humanista olvidado. Juan Escribano, profesor de griego en la Universidad de Salamanca (1533-1590) (Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, Serie Maior, 2017).

<![if !supportFootnotes]>[5]<![endif]>           Luis E. Rodríguez-San Pedro y Ángel Weruaga, Elogios triunfales: origen y significado de los vítores universitarios salmantinos (ss. XV-XVIII) (Salamanca: Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, 2011), 7 y 23. Por desgracia, el estudio de este tipo de emblemas apenas ha centrado la atención de los investigadores hasta hace poco tiempo; tan sólo contamos con los estudios que mencionamos, los cuales abordan la cuestión, por primera vez, de forma rigurosa. Hasta entonces, sólo existían aproximaciones que se apoyaban en lo anecdótico y en datos históricos dispersos. Sobre los vítores, indican los investigadores, se han elaborado multitud de tópicos en torno a su composición y a su significado, extendiéndose la idea errónea de que se pintaban con la sangre de los toros lidiados durante la celebración de los doctorados. No en vano, estas generalidades difícilmente contrastables actualmente llenan de contenido las explicaciones de guías y textos turísticos sobre la ciudad. Esto explica, por otro lado, el desconocimiento y la actual falta de consideración de estos vestigios que nos hablan de una parcela cultural y social muy interesante en la Edad Moderna.

<![if !supportFootnotes]>[6]<![endif]>           Luis E. Rodríguez-San Pedro, “Los vítores triunfales en el ámbito hispánico. Anotaciones para su historia”, en Lienzos del recuerdo. Estudios en homenaje a José Mª Martínez Frías, ed. Lucía Lahoz y Manuel Pérez Hernández (Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2015), 554.

<![if !supportFootnotes]>[7]<![endif]>           Una nación congregaba principalmente a estudiantes, pero también a profesores, de procedencia geográfica común. A modo de cofradía, contaban con unos vínculos de solidaridad y con elementos que los distinguían de otras naciones: lugares de reunión, culto, libros de registro… Las naciones en la Universidad de Salamanca eran ocho: Galicia, Campos, Castilla la Nueva, Extremadura, Andalucía, Vizcaya, Aragón y Portugal. En Luis E. Rodríguez-San Pedro, “La nación de Vizcaya en las universidades de Castilla. Siglos XVI-XVIII”, Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante 20 (2002): 29-30 y 51.

<![if !supportFootnotes]>[8]<![endif]>           José A. Saavedra, “Aclaraciones al respecto de la técnica empleada en la rotulación de los vítores salmantinos”, en De vítores y letras, eds. Eduardo Azofra y Emiliano Gil (Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2017), 26-34.

<![if !supportFootnotes]>[9]<![endif]>           Luis E. Rodríguez-San Pedro y Ángel Weruaga, “Glorias académicas. Los vítores clásicos de Salamanca, siglos XV-XVIII”, en De vítores y letras, eds. Eduardo Azofra y Emiliano Gil (Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2017), 15-21.

<![if !supportFootnotes]>[10]<![endif]>         Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española (Madrid: Luis Sánchez impresor, 1611), fol. 475 v.

<![if !supportFootnotes]>[11]<![endif]>         Rafael García Mahíques, “Perfiles iconográficos de la mujer del apocalipsis como símbolo mariano (I)”, Ars Longa 6 (1995): 187.

<![if !supportFootnotes]>[12]<![endif]>         Apocalipsis 12:1, “Apareció en el cielo una gran señal, una mujer cubierta del Sol, y debajo de sus pies la Luna, y coronada de doce estrellas su cabeza”.

<![if !supportFootnotes]>[13]<![endif]>         García Mahíques, “Perfiles iconográficos”, 189.

<![if !supportFootnotes]>[14]<![endif]>         “Maravíllate completamente de la cercanía del sol y de la mujer”. Bernardo de Claraval, Opera genuina, juxta editionem monachorum sancti benedicti. (Lyon-París: Hermanos Perisse, 1845), vol. 2, 388.

<![if !supportFootnotes]>[15]<![endif]>         Sixten Ringbom, “Maria in Sole and the Virgin of the Rosary”, Journal of the Warburg and Courtauld Institutes 25-3/4 (1962): 327-328.

<![if !supportFootnotes]>[16]<![endif]>         Ringbom, “Maria in Sole”, 326-327. No hallaba Ringbom pruebas documentales de tal indulgencia, si bien señalaba que, a tenor de la iconografía, probablemente Sixto IV sería, al menos, indirectamente responsable de la difusión de dicha indulgencia, vinculada a su defensa de la Inmaculada Concepción. Véase también sobre el modelo de Virgo in Sole, Walter S. Gibson, “Prayers and promises: the Interactive Indulgence Print in the Latter Middle Ages”, en Push me, Pull You. Imaginative and Emotional Interaction in Late Medieval and Renaissance Art, eds. Sarah Blick y Laura D. Gelfand (Leiden-Boston: Brill, 2011), vol. 1, 277-324.

<![if !supportFootnotes]>[17]<![endif]>         El jesuita Johannes Molanus ajustaría la iconografía de la Asunción a partir del modelo español en 1568 y que sería tomado como base de la Tota Pulchra inmaculista. García Mahíques, “Perfiles iconográficos”, 194 y Rafael García Mahíques, “Perfiles iconográficos de la mujer del apocalipsis como símbolo mariano (II)”, Ars Longa 7-8, (1996-1997): 178.

<![if !supportFootnotes]>[18]<![endif]>         Eclesiástico 24: 9, “Él me creó desde el principio, antes de los siglos”. Suzanne Stratton, “La Inmaculada Concepción en el arte español”, Cuadernos de arte e iconografía 1(2) (1988): 41 y ss.; García Mahíques, “Perfiles iconográficos… (II)”, 177. Se considera a la Inmaculada de Juan de Juanes (1537) como forma canónica del modelo español, que incluía a la mujer del Apocalipsis identificada con María y rodeada de símbolos de la letanía mariana tomados del Cantar de los Cantares. Este modelo es el descrito por Pacheco en 1649 y sería difundido en Europa por el impresor flamenco Martin de Vos. Francisco Pacheco, Arte de la pintura, su antigüedad y grandezas […] (Sevilla: Simón Fajardo Impresor, 1649), 481-484.

<![if !supportFootnotes]>[19]<![endif]>         Los ejemplos en las obras de la época son numerosísimos, razón para exponer algunos de los más representativos que clarifican la representación mariana y solar en los vítores.

<![if !supportFootnotes]>[20]<![endif]>         “Lucero rutilante de la aurora / Sol harto más hermoso que el sol claro”. En Luis de León, “Octavas a Nuestra Señora”, en Parnaso Español: colección de poesías escogidas de los más célebres poetas castellanos, ed. Juan J. López de Sedano (Madrid: Antonio de Sancha Impresor, 1771), tomo V, 45.

<![if !supportFootnotes]>[21]<![endif]>         “Virgen que el sol más pura, / gloria de los mortales, luz del cielo” […] “Virgen del sol vestida, de luces eternales coronada” […] “Virgen, no inficionada/ de la común mancilla y mal primero / que al humano linaje contamina”. Luis de León, “A Nuestra Señora”, en Poesías de fray Luis de León, ed. Padre Ángel Custodio Vega, O.S.A. (Madrid: CUPSA Editorial, 1978) 70-71. No obstante, algunos estos versos, señalaba el padre Ángel, constituían una metáfora inspirada en los versos de Petrarca fechados en la segunda mitad del siglo XIV titulados “Vergine bella, che di sol vestita”. Rosanna Soriani, “Dos composiciones a la Virgen: fray Luis de León y Francesco Petrarca”, Revista chilena de literatura 43 (1993): 43.

<![if !supportFootnotes]>[22]<![endif]>         Así, decía “allí está en Nazaret, ciudad florida / y en ella una tal flor, que el azucena / no se le iguala y aun el sol se queda / vencido de su lumbre, la cual tengo / electa y preservada para que haya / efecto una merced que le concedo / al mundo miserable y sin descanso”. Sebastián de Córdoba, Las obras de Boscan y Garcilaso trasladadas en materias cristianas y religiosas (1575), ed. Antonio Valladares (Nuremberg: Clásicos Hispánicos, 2013), 211.

<![if !supportFootnotes]>[23]<![endif]>         “«Hermosa María», / dice el sol, vencido, / «de vos, ha nacido / el Sol que podía / dar al mundo el día / que ha deseado». / Esto dijo, humillado, / a María el sol, / porque vio en sus brazos / otro Sol mayor”. Lope de Vega, Pastores de Belén. Prosas y versos divinos de Lope de Vega. Dirigidos a Carlos Félix, su hijo (Madrid: Juan de la Cuesta, 1612). El sol, rindiéndose ante María, aparece vencido, existiendo ejemplos iconográficos al respecto. Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, ed. A. Carreño (Barcelona, Crítica, 1998), 610. No obstante, como veremos, consideramos su obra La limpieza no manchada como hito de representación inmaculista universitaria.

<![if !supportFootnotes]>[24]<![endif]>         Pedro de Alva y Astorga, Sol veritatis cum bentilabro seraphico, pro candidata aurora Maria in suo Conceptionis ortu sacra, pura, Inmaculata […] (Madrid: Imprenta de Pablo del Val, 1660).

<![if !supportFootnotes]>[25]<![endif]>         Malaquías 4:2, “Mas para vosotros que teméis mi nombre, se levantará el sol de justicia con la salud en sus alas”. Precisamente esta metáfora de María como sol de justicia es tomada por otros autores coetáneos, como sor María de Jesús de Ágreda, monja concepcionista conocida por sus visiones y por ser consejera de Felipe IV. En su obra Mística ciudad de Dios (1670) realizaba unos comentarios sobre el apocalipsis identificando como tal al sol que cubre a la mujer María de Jesús de Agreda, Mística Ciudad de Dios, milagro de su omnipotencia y abismo de la gracia: Historia divina y vida de la Virgen, madre de Dios […] (Barcelona: Librería religiosa-Imprenta de Pablo Riera, 1670, ed. 1870), Tomo II, 29. La citada obra se publicaría de forma póstuma en 1670. Así mismo, sor María de Jesús de Ágreda había compuesto una letanía (1631) en donde se alaba a la Virgen como “Lucero del eterno sol y luz inaccesible” y “Casa del sol”, la cual fue compuesta un año antes y se publicó sin el permiso la monja concepcionista. Violeta Giovannini, “Descifrando Mística ciudad de Dios, obra de Sor María de Jesús de Ágreda”, EPOS 31 (2015): 163

<![if !supportFootnotes]>[26]<![endif]>         Pedro de Alva y Astorga, Radii Solis zeli seraphici coelis veritatis, pro Inmaculate conceptionis mysterio Virginis Mariae discurrentes per duodecim classe auctorum [...] (Lovaina: Typographia Immaculatae Conceptionis sub signo gratiae, 1666).

<![if !supportFootnotes]>[27]<![endif]>         Joannes de Leenheer, Virgo Maria mystica sub solis imagine emblematice expressa (Amberes, 1681). La obra se iniciaba con unos versos dedicados titulados “Marianum solem in lucem edenti” que continuaban “Quae calamo illustrata tuo est sub imagine solis/ virgo, illustrari non meliore queat./ Quot versus, tot sunt radii, queis Virgo relucet,/ Et mulier sole est rursus amicta suo./ Dumque facis docto splendescere carmine solem,/ Hic sol in tenebriis te latitare vetat” (“Hacia la luz que emite el sol mariano: La Virgen, ilustrada por tu cálamo bajo la imagen del sol/ no pueda ser ilustrada mejor./ Tantos versos, tantos son los rayos, que la Virgen reluce,/ y la mujer está vestida por el Sol de nuevo. / Mientras haces resplandecer el sol con el canto docto/ el sol impide aquí ocultarte entre las tinieblas”). Leenheer trataba de explicar la metáfora solar a través de una descripción de las virtudes de María equiparándolas a las del astro rey, entre ellas, la sabiduría y la ciencia, como en el Emblema primum: Omnes thesauri sapientiae et scientiae in Maria”.

<![if !supportFootnotes]>[28]<![endif]>         La bibliografía en torno al fervor inmaculista es muy abundante, destacando los trabajos contenidos en la reciente publicación de Pablo González Tornel, coord. Intacta María. Política, y religiosidad en la España Barroca (Valencia: Generalitat Valenciana-Museo de Bellas Artes de Valencia, 2017) y el volumen 3(5) de Magallánica. Revista de Historia Moderna, dedicado a La Inmaculada concepción, la Monarquía y el mundo. También ha sido tratado por Estrella Ruíz-Gálvez, coord. L’Immaculisme. Un imaginaire religieux dans sa projection sociale (París: Harmattan, 2009) y, de la misma autora, “Sine Labe. El inmaculismo en la España de los siglos XV a XVII: La proyección social de un imaginario religioso”, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares 63(2) (2008): 197-241. Completan el panorama otras publicaciones frutos de congresos como Paulino Castañeda y Manuel J. Cociña y Abella, coords. Sevilla y la inmaculada: XV simposio de historia de la Iglesia en España y América (Córdoba: Cajasur, 2007), sobre todo el artículo de Carlos Ros, "La concepción inmaculada en la historia" (15-34); además de Francisco J. Campos, La Inmaculada Concepción en España: religiosidad, historia y arte (Madrid: Ediciones Escurialenses, 2005).

<![if !supportFootnotes]>[29]<![endif]>         Sobre la celebración y los fastos universitarios con motivo del dogma inmaculista, ver Juan Márquez, Relación de las fiestas que la Universidad de Salamanca celebró desde el 27 hasta el 31 de octubre del año de 1618 al juramento del nuevo estatuto, hecho en dos de mayo, del dicho año, de que todos sus graduados defenderán la Pura y Limpia Concepción de la Virgen Nuestra Señora, concebida sin mancha de pecado original (Salamanca: Imprenta de Antonia Ramírez viuda, 1618). Para las universidades hispánicas, véase Odilio Gómez, “Juramentos concepcionistas de las universidades españolas en el siglo XVII”, Archivo Ibero-Americano 15(59-60) (1955): 867-1045; Juan L. Bastero, “La devoción mariana en las Universidades españolas”, Scripta Theologica 20(1), (1988): 201-220. En el caso de Salamanca, el inmaculismo ha sido estudiado por Florencio Marcos, “La Universidad de Salamanca y la Inmaculada”, Salmanticensis 1(3) (1954): 539-605; Águeda Rodríguez Cruz, Historia de la Universidad de Salamanca (Salamanca: Fundación Ramón Areces, 1990), 116; Margarita Ruiz Maldonado, “Testimonios artísticos del fervor inmaculista de la Universidad de Salamanca”, Miscelánea Alfonso IX (2009): 255-271; Margarita Hernández, “Libro de juramentos del Archivo de la Catedral de Salamanca”, Miscelánea Alfonso IX (2003): 251-285. Cabe mencionar que la Iglesia católica no definió la Inmaculada Concepción como dogma de fe hasta 1854 por el papa Pío IX.

<![if !supportFootnotes]>[30]<![endif]>         A tal efecto Felipe III había nombrado, en 1617, una Real Junta (la segunda) para que defendiera en Roma el dogma inmaculista, si bien la autora pasa por alto las peticiones del monarca a la Universidad de Salamanca para que intercediera en este proceso y la institución del juramento. Stratton, “La Inmaculada Concepción”, capítulo III “La Inmaculada Concepción durante el reinado de Felipe III”.

<![if !supportFootnotes]>[31]<![endif]>         Marcos, “La Universidad de Salamanca”, 553 y ss. Finalmente, el voto a la Inmaculada quedó redactado de esta forma: Ego N. Deo óptimo máximo tibique sanctissimae gloriosissimae Virginis Mariae Matri eius votum facio sancte promitto ac iuro te, quam beatam semper benedictam immaeulatam corde et ore profitemur, sanctam a primo tuae conceptionis instanti ac per Jesuchrlsti tui Deique filii unigeniti merita ab originali peccato praeservatam fuisse publice et privatim asserturum defensurum praedicaturum nec ullo unquam tempore ab ea sententia recessurum. Sic me Deus adievet et sancta Dei evangelia. Amen. La significación de la Universidad de Salamanca con la causa monárquica en defensa de la Inmaculada quedó para la posteridad en una grisalla pintada a propósito de las honras fúnebres por Felipe III (1621). Ambientada en un lugar imaginario, el cuadro mostraba a la Inmaculada Concepción señalada por el monarca y flanqueado éste por doctores universitarios que realizan el juramento inmaculista ante el papa Paulo V. En la obra se puede leer la siguiente inscripción: “SUMMUS, UT INCTACTAM REGINAM, LABE SACERDOS/CERNAT, REX CUPIENS, SCHOLA VOTA FACIT”, que significa “en conformidad con el deseo del Rey, la Universidad hace votos para que el papa declare a la Virgen Reina Inmaculada”. Margarita Ruiz Maldonado, “Dos pinturas de una efeméride salmantina: 6 de mayo de 1618”. Papeles del Novelty, (2000): 45-56. Los sucesores de Felipe III también continuaron la defensa del dogma inmaculista, algo que quedó plasmado en la iconografía de la época. Juan I. Calvo Portela, “La Monarquía Hispánica defensora de la Inmaculada Concepción, a través de algunas estampas españolas del siglo XVII”, Anales de Historia del Arte 23 (2013): 155-168.

<![if !supportFootnotes]>[32]<![endif]>         La ciudad de Salamanca se sumó a la celebró de fastos por la defensa inmaculista, adelantándose incluso a la propia Universidad, si bien esta última permitió realizar el juramento desde el verano, siendo el primero D. Martín López de Iturgoyen, colegial de San Bartolomé, que se licenció con el voto concepcionista el 21 de julio de 1618. Marcos, “La Universidad de Salamanca”, 563. Sobre la fiesta barroca en Salamanca, véase Fernando Rodríguez de la Flor, Atenas castellana: ensayos sobre cultura simbólica y fiestas en la Salamanca del Antiguo Régimen (estudios de Arte) (Valladolid: Junta de Castilla y León, 1989).

<![if !supportFootnotes]>[33]<![endif]>         Archivo Histórico de la Universidad de Salamanca, (en adelante AUSA) Libros de Claustros, 87 (1617-1618), fol. 85 r.

<![if !supportFootnotes]>[34]<![endif]>         Lope de Vega, La limpieza no manchada. Comedia de la Concepción Inmaculada de la Beatísima Virgen María. Compuesta y escrita a excitación y por mandado de la Universidad de Salamanca, (Madrid: 1632), ed. Librería Cervantes (Salamanca, 1972, 2º ed. 2018). El propio Lope, quien dedicó la obra a la Marquesa del Toral, así lo explicaba: “Mandáronme las Escuelas de Salamanca escribir esta comedia, con título de La Limpieza no manchada, para el juramento que hicieron de defenderla: que fue la acción más heroica y de mayor majestad y grandeza que desde su fundación se ha visto”. El pago de la comedia a Lope de Vega en AUSA, Libros de claustros, 87 (1617-1618), fol. 94 r.

<![if !supportFootnotes]>[35]<![endif]>         Por ejemplo, el altar de los agustinos contenía una poesía titulada “Al juramento de la Universidad”, en donde se decía “¡Viva la niña, viva, que bien jurada esta niña tan linda! / ¡Viva esta niña de oro /, que es más que el armiño limpia!”. Así mismo, algunas de las “colgaduras” contenían alegorías, como la que reflejaba “una paloma blanca que iba volando, y debaxo, una muerte a un lado tirándole flechas, y a otro un dragón levantándose en alto para emponçoñarla con el aliento; baxavan dos manos del Cielo a recebirla”. Véase Márquez, “Relación de las fiestas”, 27-39 y 45.

<![if !supportFootnotes]>[36]<![endif]>         “Viva (o vive) el Señor, que no permitió a su sierva ser manchada”. Márquez, “Relación de las fiestas”, 59.

<![if !supportFootnotes]>[37]<![endif]>         Ibidem, 53 y 80. Este himno también había sido elegido por el conquistador extremeño Francisco Pizarro en su testamento (1541), como veremos más adelante.

<![if !supportFootnotes]>[38]<![endif]>         En el fervor religioso universitario también tendrían influencia la lectura estudiantil de las Horas marianas, si bien hubo quienes se oponían al dogma de la Inmaculada, como los dominicos; ello, sumado a la confrontación entre defensores y detractores en el ámbito urbano salmantino, se saldaría con la destrucción de una cartela inmaculista bajo la imagen de la Concepción del parteluz de la catedral en 1660. Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Glorias académicas, 23, en donde señalan también la existencia de vítores con la C mayúscula que podrían simbolizar la Concepción.

<![if !supportFootnotes]>[39]<![endif]>         Márquez, “Relación de las fiestas”, 81.

<![if !supportFootnotes]>[40]<![endif]>         Ibidem, 91.

<![if !supportFootnotes]>[41]<![endif]>         Lope de Vega, La limpieza no manchada, 63, 68 y 87, respectivamente.

<![if !supportFootnotes]>[42]<![endif]>         Siguiendo a Covarrubias el estafermo era “una figura de un hombre armado que tiene embraçado un escudo en la mano izquierda y en la derecha una correa con unas bolas pendientes o unas bexigas hinchadas; está espetado en un mástil, de manera que se anda y vuelve a la redonda. Pónenle en medio de una carrera y vienen a encontarle con la lança en el ristre […] Algunas veces suele ser hombre que se alquila para aquello”. Covarrubias, Tesoro de la lengua, fol. 382 r y v.

<![if !supportFootnotes]>[43]<![endif]>         Márquez, “Relación de las fiestas”, 95, en donde se indica la alusión clara al Apocalipsis.

<![if !supportFootnotes]>[44]<![endif]>         De los Estudios de las universidades y su reforma. Ley I. Prohibición de pasar los naturales de estos reynos a estudiar en Universidades fuera de ellos.” Novísima Recopilación de las leyes de España, (Madrid: 1805), tomo IV, Libro VIII, Título IV, Ley I, 21.

<![if !supportFootnotes]>[45]<![endif]>         Francisco J. Rubio Muñoz, “La nación de Extremadura en la Universidad de Salamanca durante su etapa clásica”, Norba, Revista de Historia 24 (2014): 230, 246 y 256. La existencia de estos grupos con base en ciertos ámbitos geográficos es más relevante de lo que pudiera pensarse, teniendo en cuenta la ausencia de una definición clara en la división territorial de la época. En este sentido, la natio de Extremadura se revelaría como uno de los primeros indicios de la idiosincrasia extremeña, cuyo emblema de la E coronada aún puede observarse en lienzos y fachadas de Salamanca.

<![if !supportFootnotes]>[46]<![endif]>         Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 74-76

<![if !supportFootnotes]>[47]<![endif]>         Debido a los límites en la extensión de este artículo, se examinará el caso de Trujillo, el cual será completado en futuras investigaciones sobre otras ciudades.

<![if !supportFootnotes]>[48]<![endif]>         La microhistoria es, efectivamente, la metodología encargada de dar a conocer algunos procesos históricos que normalmente pasarían inadvertidos en el estudio de las grandes dinámicas de la Historia. Los estudios clásicos son los de Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, (Barcelona: Muchnik, 1991, 1ª ed. 1976); o Giovanni Levi, La herencia inmaterial: la historia de un exorcista piamontés del siglo XVII (Madrid: Nerea, 1990, 1ª ed. 1985).

<![if !supportFootnotes]>[49]<![endif]>         La Tierra de Trujillo, según los censos consultados para la realización de este trabajo, tenía 6200 vecinos pecheros, unos 25 000 habitantes, en 1591, mientras que la ciudad de Trujillo contaba con 1580 vecinos (6300 habitantes aproximadamente con el coeficiente multiplicador 4). Tomás González, Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI (Madrid: Imprenta real, 1829), 79-80 y 364. El coeficiente conversor de 3,78 en Ángel Rodríguez Sánchez, Cáceres, población y comportamientos demográficos en el siglo XVI (Cáceres: Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1977). La Tierra de Trujillo limitaba al norte con la Tierra de Plasencia, al oeste con la de Cáceres y el partido de Montánchez de la Orden de Santiago, al sur, con Medellín y con el partido de Magacela de la Orden de Alcántara, y al este con la Tierra de Talavera y el Señorío de Alcocer. Junto a la Provincia de León de la Orden de Santiago formó la provincia de Extremadura en 1653. Gonzalo Martínez Díez, “Extremadura, origen del nombre y formación de las dos provincias.”, Anuario de la Facultad de Derecho de Cáceres 2 (1983): 82-87.

<![if !supportFootnotes]>[50]<![endif]>         AUSA, Libros de matrículas, 294 (curso 1574/75); 302 (curso 1584/85 y 308 (curso 1594/95).

<![if !supportFootnotes]>[51]<![endif]>         Rubio Muñoz, “La nación de Extremadura”, 256, en donde se analizan los cursos 1574-75 y 1584-85.

<![if !supportFootnotes]>[52]<![endif]>         AUSA, Libros de matrículas, 308.

<![if !supportFootnotes]>[53]<![endif]>         De los 25 núcleos que conformaban el área, encontramos estudiantes de 19 de ellos en el último cuarto del siglo XVI. Se trata de núcleos de menos de 1000 vecinos, a excepción de Trujillo que superaba los 1500 vecinos. González, Censo de población, 79-83, 197-198, 237-239, 353-358 y 363-364.

<![if !supportFootnotes]>[54]<![endif]>         Salvador Andrés Ordax, (1983). El arquitecto Pedro Marquina. Norba. Revista de arte, geografía e historia 4 (1983): 10; Juan Tena Fernández, Trujillo histórico y monumental (Alicante: Talleres de Artes Gráficas, 1968), 173.

<![if !supportFootnotes]>[55]<![endif]>         Juan de Santa Cruz, Crónica de la Provincia franciscana de San Miguel (Madrid: Imprenta de la Viuda de Melchor Alegre, 1671), 344-346.  La crónica da a conocer de forma muy detallada las vicisitudes y el proceso de fundación y construcción del convento, de modo que en el momento en el que el fraile la escribió las obras de la capilla mayor aún estaban inconclusas.

<![if !supportFootnotes]>[56]<![endif]>         José A. Ramos y Oscar San Macario, Trujillo y los pueblos de su tierra: estudio de los púlpitos como elemento litúrgico y artístico (Badajoz: Iberoprint, 2014); José A. Ramos, “Nuestra Señora de la Luz en Trujillo. Orígenes y proyección del franciscanismo en Extremadura", Guadalupe 709 (1991): 24-27; Francisco Sanz, “Esgrafiados. encintados y enjalbegados renacentistas en torno al curso medio-bajo del rio Tagia”, en Paisajes modelados por el agua: entre el arte y la ingeniería, coord. María del Mar Lozano Bartolozzi y Vicente Méndez Hernán (Cáceres: Editora Regional Extremeña-Universidad de Extremadura, 2012), 445-461; Manuel Alvarado y Manuel Mateos, “Convento de San Francisco en Trujillo: evolución, historia y recuperación de elementos originales”, en XIX Coloquios Históricos de Extremadura (Trujillo: Centro de Iniciativas Turísticas, 1994), 7-16.

<![if !supportFootnotes]>[57]<![endif]>         Santa Cruz, Crónica de la Provincia franciscana, 370. Ambos escudos aluden al patrocinio de la corona y el concejo.

<![if !supportFootnotes]>[58]<![endif]>         A simple vista, es muy difícil percatarse de la existencia del vítor, aunque un observador curioso puede darse cuenta de que, al menos, algunos sillares presentan una coloración diferente. Sin embargo, de no ser por las herramientas informáticas de que disponemos en la actualidad, habría sido prácticamente imposible conocer lo que el ojo no ve.

<![if !supportFootnotes]>[59]<![endif]>         Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 23-24.

<![if !supportFootnotes]>[60]<![endif]>         Ibidem, 38 y 54.

<![if !supportFootnotes]>[61]<![endif]>         Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 26.

<![if !supportFootnotes]>[62]<![endif]>         Bartolomé Miranda y Juan Orellana, “La iglesia de la Preciosa Sangre de Cristo de Trujillo. Nuevos datos para su historia artística”, en XL Coloquios Históricos de Extremadura (Trujillo: Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura, 2012), 321-357. El templo se erige según las órdenes del arquitecto Gabriel Pentiero, con una sola nave, transepto apenas desarrollado y cúpula sobre pechinas. Además, según el contrato firmado con Pentiero en 1626, debía construirse las “dos portadas de cantería de horden dórica” y “un sepulcro de las gradas del altar mayor” para recibir los restos de su benefactor.

<![if !supportFootnotes]>[63]<![endif]>         Francisco J. Rubio Muñoz, “Solidaridad estudiantil y actitudes ante la vida y la muerte en la Universidad de Salamanca del siglo XVI: la nación de Extremadura”, Tiempos Modernos. Revista electrónica de Historia Moderna 32(1) (2016): 193.

<![if !supportFootnotes]>[64]<![endif]>         Miranda y Orellana, “La iglesia de la Preciosa Sangre”, 324; Ana M. Carabias y Claudia Möller, “Los estudiantes de derechos del Colegio Mayor de Cuenca (1500-1845), Salamanca. Revista de Estudios, 47 (2001): 40.

<![if !supportFootnotes]>[65]<![endif]>         María del C. Sáenz Berceo, “Los inquisidores del Tribunal de Valladolid durante el reinado de Felipe II”, Revista de la Inquisición 8 (1999): 70-71.

<![if !supportFootnotes]>[66]<![endif]>         Pudiera tratarse del emblema del vítor acompañado de otros símbolos.

<![if !supportFootnotes]>[67]<![endif]>         Tanto en el vítor franciscano como en el de la Preciosa Sangre el término ante quem sería mediados del siglo XVIII, momento en que los vítores son prohibidos. Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 56.

<![if !supportFootnotes]>[68]<![endif]>         Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 64.

<![if !supportFootnotes]>[69]<![endif]>         Recordemos que el vítor solía contener un emblema junto a una abreviatura de tratamiento o grado, más el nombre y/o apellidos también abreviados. Lo que cambió fue el uso del emblema mariano o sus connotaciones religiosas.

<![if !supportFootnotes]>[70]<![endif]>         Rodríguez-San Pedro y Weruaga, “Glorias académicas”, 24.

<![if !supportFootnotes]>[71]<![endif]>         Tena, Trujillo histórico, 176-177.

<![if !supportFootnotes]>[72]<![endif]>         A priori podría interpretarse como CHATEDR[ATICO] DO[CTOR], si bien no nos consta, hasta el momento, que alguno de los doctores mencionados fuera catedrático en Salamanca u otra universidad.

<![if !supportFootnotes]>[73]<![endif]>         Así se puede leer en la inscripción de su lápida, sita en la segunda capilla del lado del evangelio lindando con la del baptisterio.

<![if !supportFootnotes]>[74]<![endif]>         Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 55, si bien, en el caso salmantino, todos datan del siglo XVIII.

<![if !supportFootnotes]>[75]<![endif]>         Lucas 1: 28, “Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum”.

<![if !supportFootnotes]>[76]<![endif]>         Calderón de la Barca, en La vida es sueño (1676), ofrece una visión teológica de la humanidad desde la creación del universo siguiendo una división tripartita en la que se daba protagonismo al poder, a la sabiduría y al amor. Véase Pedro Calderón de la Barca, “La vida es sueño”, en Autos sacramentales desde su origen hasta fines del siglo XVII, ed. Eduardo González Pedroso (Madrid: M. Rivadeneyra impresor, 1865). Este trinomio está presente no sólo en la literatura del siglo de Oro, sino que se traslada a la devoción en torno a la triple corona de María y la Santísima Trinidad: poder (Padre), sabiduría (Hijo) y bondad (Espíritu Santo). Véase José Martín Guerrero, Corona de doce estrellas, misteriosa y gozosa de la Virgen María Nuestra Señora, laureada con su dolorosa soledad […] (Madrid: Imprenta de Juan de San Martín, 1754), 41; Francisco Poiré, La tríplice corona de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios (Madrid: Imprenta de la compañía de impresores y libreros del reino, 1854).

<![if !supportFootnotes]>[77]<![endif]>         Hernando Pizarro, hermano mayor del conquistador de Perú, se enterró mismamente en el convento de San Francisco, lugar donde hemos señalado que se concentran vítores. Según señalaba el padre Santa Cruz, “en lo que fue Iglesia vieja (y es oy antesala del refectorio, que llaman de profundis), un túmulo con su vulto de piedra armado del célebre Fernando Pizarro, natural desta ciudad […]. Este Fernando, sobreviviendo a los dos hermanos, murió en España, y fue singular bienhechor deste Convento de Truxillo, a donde quiso dexar esta memoria de su sepulcro en testimonio de su persona y hazañas memorables a todos los siglos”. Santa Cruz, Crónica de la Provincia franciscana, 370.

<![if !supportFootnotes]>[78]<![endif]>         Francisco Pizarro se encomendó bajo la protección mariana en sus aventuras indianas y dedicó a la Asunción algunas de sus fundaciones. Juan Tena Fernández, Historia de Santa María de la Victoria, patrona de Trujillo (Cáceres: Comarca de Trujillo - Revista informativa de la Hermandad de la Virgen de la Victoria, 2000. 1º ed. 1930), 172-176.

<![if !supportFootnotes]>[79]<![endif]>         Transcripción del testamento en Raúl Porras Barrenechea, “El testamento de Francisco Pizarro, conquistador del Perú”, Cuadernos Hispanoamericanos 131 (1960): 218.

<![if !supportFootnotes]>[80]<![endif]>         Porras, “El testamento de Francisco Pizarro”, 224. Recordemos la vinculación del vítor mariano de San Francisco con las tres festividades de María.

<![if !supportFootnotes]>[81]<![endif]>         Ibidem, 249. El himno, en latín, muy conocido en la devoción mariana de la época, era el siguiente: Ave, Maris stella, / Dei mater alma, / Atque semper Virgo / Felix caeli porta / Sumens illud Ave / Gabrielis ore, / Funda nos in pace, / Mutans Evae nomen. / Solve vincla reis, / Profer lumen caecis, / Mala nostra pelle, / Bona cuncta posce. / Monstra te esse matrem, / Sumat per te preces / Qui pro nobis natus, / tulit esse tuus. / Virgo singularis / Inter omnes mitis, / Nos culpis solutos / Mites fac et castos. / Vitam praesta puram, / iter para tutum: / ut videntes lesum / semper collaetemur. / Sit laus Deo Patri, / summo Christo decus, / Spiritui Sancto, / tribus honor unus. Amen.

<![if !supportFootnotes]>[82]<![endif]>         Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 23, 64 y 73.

<![if !supportFootnotes]>[83]<![endif]>         Jean-Marc Pelorson, Los letrados juristas castellanos bajo Felipe III: investigaciones sobre su puesto en la sociedad, la cultura y el Estado (Valladolid: Junta de Castilla y León, 2008), capítulo IV “El tema del letrado jurista en la sociedad castellana de principios del siglo XVII” (141-185).

<![if !supportFootnotes]>[84]<![endif]>         Como señalaba el padre Tena, la patrona sólo fue denominada bajo la advocación de la Virgen de la Victoria a partir de 1531, ya que “todos los documentos anteriores a esa fecha únicamente denominan Santa María o la Asunción de Nuestra Señora, por el día en que se celebra su fiesta”. Tena, Historia de Santa María, 146-148 y 172. Por cierto, que este tipo de devoción popular en torno a los vítores inmaculistas debió estar más extendido de lo que se conoce hoy día, como muestra la festividad principal de la localidad de Horcajo de Santiago (Cuenca); tanto así que se denomina “La fiesta del vítor”. En ella, el día de la víspera de la Inmaculada (7 de diciembre) procesiona un estandarte entre aclamaciones de vítores a la Purísima Concepción de María hasta el día siguiente. Señala Rodríguez-San Pedro, basándose en la descripción de Jesús del Castillo, que esta fiesta se originó en el siglo XVII por influencia de los caballeros santiaguistas en Uclés. Véase Luis E. Rodríguez-San Pedro, “Los vítores triunfales en el ámbito hispánico. Anotaciones para su historia”, en Lienzos del recuerdo. Estudios en homenaje a José Mª Martínez Frías, ed. Lucía Lahoz y Manuel Pérez (Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2015) 562. También son interesantes los vítores populares en la comarca de Salamanca, referidos por Antonio Cea, “Cuando las cosas hablan. Devoción, patrimonio y mecenazgo en la sociedad salmantina”, en Historia de Salamanca. Vol. VI: Recapitulación, fuentes e índices, coord. Ricardo Robledo (Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 2012) 387-395.

<![if !supportFootnotes]>[85]<![endif]>         Es posible que los trazos situados por debajo de las letras del vítor de la Preciosa Sangre reflejasen una imagen de María al estilo de los escudos de los concursos y torneos mencionados a propósito de la celebración del juramento inmaculista en Salamanca (1618).

<![if !supportFootnotes]>[86]<![endif]>         Tena, Historia de Santa María, 58. La cita original es de Clodoaldo Naranjo, basándose en el libro de dotaciones de la parroquia de Santa María la Mayor de Trujillo.