Doi:
https://doi.org/10.17398/2340-4256.15.677
SIMBOLOGÍA DE LAS PERLAS DEL SANTO CÁLIZ DE VALENCIA SEGÚN EL
APOCALIPSIS
Symbolism of the pearls of the Holy Chalice of
Valencia according to the Apocalypse
Manuel
Zarzo Castelló
Universitat Politècnica de
València
Centro Español de
Sindonología
Recibido: 13/02/2018 Aceptado: 26/09/2018
Resumen
El Apocalipsis, que ha ejercido una notable influencia
en el arte románico, podría haber inspirado el diseño del Santo Cáliz venerado
en la catedral de Valencia, con 24 perlas engastadas en la base. Estas joyas
parecen aludir a los 24 ancianos sentados alrededor del trono divino (Ap 4,4),
los cuales simbolizan las doce tribus de Israel más las doce tribus del
Cordero, es decir, los apóstoles. En la descripción de la nueva Jerusalén se
menciona que “las doce puertas eran doce perlas” (Ap 21,21), las cuales han
sido interpretadas por los exégetas clásicos como los apóstoles. Por otra
parte, Ap 2,17 menciona “una piedrecita blanca” que podría aludir a una perla
según Primasio (s. VI). Ésta podría considerarse como tésera o símbolo de las
puertas de perla en la Jerusalén celeste. En definitiva, diversos indicios
sugieren que la orfebrería del Santo Cáliz de Valencia fue cuidadosamente
diseñada con fines catequéticos y no puramente estéticos.
Palabras clave: apocalipsis, exégesis, perlas, Santo Cáliz
Abstract
The Apocalypse, which has exerted a notable
influence on Romanesque art, might have inspired the design of the Holy Chalice
venerated at the Cathedral of Valencia, with 24 pearls mounted at the base.
These jewels seem to allude to the 24 elders sitting around the divine throne
(Rev 4:4), symbolizing the twelve tribes of Israel plus the twelve tribes of
the Lamb, i.e., the apostles. In the description of the new Jerusalem it is
mentioned that “the twelve gates were twelve pearls” (Rev 21:21), which have been
interpreted by classical exegetes as the apostles. On the other hand, Rev 2:17
mentions “a white pebble” that could refer to a pearl according to Primasius
(6th c.). It might be considered as token or symbol of the pearly gates at the
heavenly Jerusalem. In short, several indications suggest that the metalwork
decorating the Holy Chalice of Valencia was carefully designed for catechetical
and not purely aesthetic purposes.
Keywords: Revelation, exegesis, pearls, Holy Chalice
I.
Introducción
El Apocalipsis describe diversos elementos
arquitectónicos de la Jerusalén celeste (21,10-22), como paralelo a Ez
48,30-35. Se menciona que “las doce puertas eran doce perlas, cada una de las
puertas era de una perla”[1]
(21,21a). Para comprender el significado de esta metáfora se aportan ciertas
pistas: “sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce
tribus de Israel”[2]
(21,12); “la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los
nombres de los doce apóstoles del Cordero” (21,14). Al mencionar los nombres de
las doce tribus y de los apóstoles se expresa la continuidad entre el antiguo
Pueblo elegido (Ap 7,4-8) y la Iglesia, que se asienta sobre los doce apóstoles
de Cristo (Ef 2,20). En definitiva, tradicionalmente se considera que las
puertas o accesos de la nueva Jerusalén (21,21a) aluden a los apóstoles. Pero
no es evidente por qué estas puertas se describen como perlas. Por otra parte,
Ap 2,17 menciona que los vencedores, es decir, quienes perseveren en la fe a
pesar de la persecución, recibirán de Jesucristo una piedrecita blanca. El término griego ψῆϕον (psēfon) significa guijarro, es decir, un pequeño canto rodado (redondeado), el cual
podría asociarse morfológicamente con una perla.
Las perlas eran enormemente costosas en la antigüedad,
de modo que son excepcionales las piezas de orfebrería medieval donde se
emplean estas joyas como distintivo característico de la decoración. Éste es el
caso del Santo Cáliz venerado en la catedral de Valencia, con 24 perlas engastadas
en el pie que podrían simbolizan los 24 ancianos con vestiduras blancas
sentados alrededor del trono divino (Ap 4,4)[3].
En el presente estudio se revisa la exégesis de Ap 21,21 y su posible
paralelismo con Ap 2,17, como basepara esclarecer hasta qué punto el
Apocalipsis pudo haber influido en la orfebrería del Santo Cáliz.
II.
Exégesis sobre las puertas de perla en Ap 21,21
Varios teólogos como Cesáreo de Arlés[4]
(s. VI), Ecumenio[5] (s.
VI), Andrés de Cesarea (s. VI)[6],
Beato de Liébana[7] (s.
VIII) y San Pedro Damián (s. XI)[8]
consideran que las puertas de la Jerusalén celeste descritas como perlas aluden
a los apóstoles, tal como se deriva fácilmente del texto. Según Apringio de
Beja (s. VI), esta metáfora “significa que brilla en cada uno de ellos [los
apóstoles] una sola perla, que es nuestro Señor Jesucristo”[9].
San Efrén de Nísibe (s. IV) realiza una reflexión teológica sobre la perla
perforada como símbolo de Cristo que, traspasado por los clavos, resplandece
con una belleza única[10].
Beda el Venerable (s. VIII) aporta una visión similar:
“así también Él, puesto que es la única perla que el comerciante sabio compró
después de haber vendido todo lo que tenía, de igual manera comparte con los
suyos el brillo de las perlas”[11].
El pasaje evangélico al que Beda se refiere (Mt 13,45-46) parece una
exageración ya que compara el valor de una perla al de todas las posesiones que
alguien puede tener. Sin embargo, la cita puede interpretarse literalmente,
pues en época de Jesús las perlas eran enormemente valoradas. Así lo atestigua
Plinio: “las perlas están en el primer puesto del valor de todas las cosas”[12].
Éstas han sido objeto de comercio desde tiempos antiguos, procedentes del
Océano Índico, Golfo Pérsico y Mar Rojo[13].
Su elevado precio se debe a su extraordinaria rareza, ya que las perlas
naturales se forman en el interior de moluscos bivalvos como las ostras cuando
un cuerpo extraño es recubierto lentamente con capas de nácar. El cultivo
industrial de perlas empezó a desarrollarse a finales del s. XIX en Japón, de
modo que actualmente su valor es mucho más asequible.
Según Hastings[14],
Ap 21,21 podría referirse a puertas recubiertas de nácar, pero esta
interpretación no parece apropiada. Siguiendo el criterio clásico, Henry[15] y Gill[16]
vinculan esta cita con Jesucristo, la perla de gran valor y belleza[17],
que se presenta a sí mismo como puerta de salvación (Jn 10,9). Ironside[18]
considera que las puertas de perla recuerdan aquella perla de gran valor que es
la Iglesia por la cual Cristo lo vendió todo para comprarla y hacerla suya para
siempre.
Las perlas ya se empleaban en la antigüedad como
aderezo de novia, de modo que su mención en Ap 21,21 es coherente con la
descripción de la nueva Jerusalén que se presenta ante el Cordero “como una
novia ataviada para su esposo” (21,2), la cual “resplandecía como una piedra
muy preciosa” (21,11). Esta majestuosidad expresa quizás la trascendencia de
una ciudad que ningún hombre podría edificar, brillante como perla preciosísima[19].
Se muestra la exuberancia derrochada en la ciudad de Dios, luz de luz[20],
con piedras preciosas y armonía de colores[21].
Juan emplea una descripción similar para Babilonia,
“la gran ciudad [...] que resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas” (Ap
18,16). En resumen, las puertas de perla dan a entender cuán suntuosa será la
morada de los santos, pues ya en su misma entrada está configurada de forma
incomparablemente bella y valiosa[22].
La Jerusalén celeste, adornada con gemas (21,18-21),
tiene un paralelo con Is 54,12b: “haré [...] tus puertas de piedras de cuarzo y todo tu término de piedras
preciosas”. En base a esto, Mathewson[23]
considera que las puertas son descritas como perlas como superlativo de las piedras más valoradas en la época, de
color blanco y aspecto brillante, como posible alusión a la gloria de Dios (Ap
21,23). Conviene matizar que en la antigüedad las perlas se catalogaban como
piedras preciosas[24],
aunque actualmente no se acepta este criterio debido a su origen orgánico.
Clarke[25]
y Düsterdieck[26]
comentan que la asociación entre las perlas y accesos de la muralla (21,21a) se
encuentra en la tradición talmúdica como explicación a Is 54,12b. Suele
mencionarse la enseñanza del Rabino Yohanan en el Talmud hebreo (Bava Batra
75a): “El Santo, el Bendito, traerá piedras preciosas y perlas que son 30 x 30
codos, y perforará en ellas aberturas de 10 x 20 codos y las colocará en las
puertas de Jerusalén”[27].
Otros comentarios rabínicos (Midr. Pss. 87.2[28];
Pes. K. 18.5[29])
también interpretan Is 54,12 como “puertas de piedra perforada”. Todas estas
tradiciones[30] son
posteriores al año 200 d.C. Por tanto, al decirse que “las doce puertas son
doce perlas”, Fekkes[31]
se pregunta si es una novedad que Juan propone o bien si deriva de la
especulación escatológica judía que quizás ya existiese en la época como
paralelo a Is 54,12b.
III.
Interpretación de la “piedrecita blanca” con un nombre nuevo grabado (Ap 2,17)
La simbología de las puertas de perla podría estar
relacionada con la siguiente cita: “al vencedor le daré maná escondido[32];
y también una piedrecita blanca, sobre la que irá grabado un nombre nuevo que
nadie conoce, salvo el que lo recibe” (2,17). Este nombre se revela en Ap 3,12:
“Al vencedor [...] grabaré en él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad[33]
de mi Dios, la nueva Jerusalén, que baja del cielo enviada por mi Dios, y mi
nombre nuevo”. Otra cita relacionada es Ap 14,1: “había un Cordero [...] y con
él 144.000 que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre
de su Padre”.
Conviene profundizar en el significado del nombre
inscrito para comprender por qué Juan menciona un guijarro blanco. Apringio de
Beja (s. VI) opina que el nombre nuevo se otorga “para ser sellado con el
nombre divino y adornado con la gloria de la inmortalidad [...]. «Y mi nombre
nuevo». Nada es viejo en Dios, que no envejece con la edad, sino que siempre es
nuevo el nombre del Señor”[34].
Primasio (s. VI) comenta lo siguiente: “«Y escrito en la piedrecita un nombre
nuevo», es decir, el de cristiano; por eso leemos: «Te llamarán con un nombre
nuevo, que pronunciará la boca del Señor»”[35].
La cita que este autor menciona es Is 62,2. Además de este paralelo, suelen
sugerirse los siguientes: “pero a sus siervos les dará un nombre nuevo” (Is
65,15); “yo he de darles en mi templo y en mi ciudad monumento y nombre mejor
que hijos e hijas; nombre eterno les daré que no será borrado” (Is 56,5). En
base a estos paralelos, Pikaza[36]
considera que el nombre escrito en el guijarro es el de Dios y de Cristo (como
en 3,12), siendo al mismo tiempo el de cada uno de los llamados a la gloria.
Este nombre esculpido indica la participación del cristiano en los bienes que
el Señor concede sólo a los vencedores, quienes llevarán el nombre de Dios como
cosa que le pertenece y le está consagrada[37].
Podría considerarse cierta vinculación con Lc 10,20: “alegraos de que vuestros
nombres estén escritos en los cielos”.
El nombre propio es signo de identidad y en ocasiones
es empleado por los profetas como símbolo eficaz (Is 8,3-4; 9,5; Os 1,4.6.9;
2,1.3.25). En la cultura hebrea, invocar un nombre propio es como hacer
presente a quien lo lleva. De ahí la reverencia otorgada al nombre de Dios (Sal
102,16; 124,8; 148,13; Prov 18,10; Is 59,19; Mi 4,5; 5,3; Sof 3,12, Lv 24,16) y
la importancia de edificar una Casa como “morada de su nombre” (Dt 12,5.11.21;
1Cro 22,7-10, 2Cro 2,3-5). Por eso, suprimir el nombre equivale a exterminar la
existencia (Dt 9,14; 29,19; Jos 7,9; 2Re 14,27; Ap 3,5).
El hecho de imponer un nuevo nombre representa una
nueva identidad o ministerio (Gn 17,5.15; 32,29; Mt 1,21; Jn 1,42) que,
respecto al nombre nuevo entregado a los vencedores (Ap 2,17), es símbolo de la
visión beatífica en el Paraíso celestial que sacia totalmente las ansias y
deseos del bienaventurado y que se manifiesta sólo en la vida futura (1Jn 3,2;
1Cor 13,9-12). Los vencedores que se han identificado con el mismo Cristo en el
sufrimiento por causa de la fe se identifican también con el nombre del Hijo de
Dios, pues los justos en el cielo son propiedad de Dios, quien les otorga el
derecho de residir eternamente en la Jerusalén celestial. El color blanco de la
piedra, símbolo de las vestiduras blancas de los santos (Ap 3,5; 7,13;
19,8.14), representa su pureza en el cielo (4,4) y la gloria de la victoria
(6,2). El nombre nuevo tiene sentido en la re-creación de Dios: “voy a crear un
nuevo cielo y una nueva tierra” (Is 65,17; Ap 21,1).
IV.
Exégesis moderna sobre la “piedrecita blanca” en Ap 2,17
Esta cita podría estar inspirada en la costumbre
pagana bastante extendida de llevar amuletos con algún nombre enigmático
escrito en ellos; se creía que quien conociera ese misterioso nombre podía
protegerse de los malos espíritus. Por el contrario, Cristo afirma que
únicamente su nombre, “que sólo él conoce” (Ap 19,12), es el que proporciona
verdadera protección a cuantos creen en él[38]
(Mc 16,17; Jn 1,12; Hch 2,21; 2Tm 2,19).
También era costumbre recompensar a los atletas
vencedores en los juegos, quienes eran invitados en banquetes festivos. Este
hecho resulta relevante para interpretar Ap 2,17 al mencionarse que los
vencedores serán obsequiados con maná, pan bajado del cielo (Ex 16,15) que
alude a la Eucaristía (Jn 6,27-58), de la que puede participar quien sea
cristiano. El emperador Tito (s. I d.C.) acostumbraba a lanzar a la palestra
pequeñas bolas de madera con inscripciones de comida, ropa o dinero, como si
fueran vales que los competidores podían canjear por dichos productos[39].
El reparto entre la multitud de estos vales como dádiva era habitual por los
emperadores o personajes ilustres para obtener el favor popular[40].
Diversos autores de siglos precedentes[41]
consideran que la “piedrecita blanca” podría aludir a una tésera. Estas piezas
(tessera hospitalis) tienen su origen
en los símbolos griegos (σύμβολον).
Este término se empleaba originariamente en la realización de contratos o como
signo de reconocimiento entre hospedador y huésped. Consistía en romper una
pieza de cerámica o metal de tal manera que cada una de las dos partes (viajero
y hospedador, o bien el vendedor y comprador) se quedaban con una de ellas; la
reunión futura de las dos mitades complementarias en una sola pieza era la
prueba de la antigua hospitalidad establecida o servía de legitimación del
convenio pactado. A partir de este significado primigenio, los griegos llamaban
símbolos a los contratos,
contraseñas, salvoconductos, billetes de entrada a espectáculos, distintivos,
estandartes, etc.[42]. Al
mencionarse el maná como obsequio a los vencedores (2,17), la “piedrecita
blanca” puede interpretarse como una tésera que quien la recibe debe conservar[43],
a modo de vale que otorga el derecho a recibir la recompensa, o como billete
(tique) o contraseña[44]
de entrada que reciben los cristianos para participar en el banquete de bodas
del Cordero y tener acceso a la nueva Jerusalén. Esta exégesis se comenta en
diversas versiones de la Biblia[45],
pero no termina de encajar con el
concepto griego de ψῆϕον
(guijarro).
Barnes[46]
y Elsner[47]
mencionan que los griegos y romanos acostumbraban a echar a suertes con
pequeñas piedras blancas o alubias, llamadas ψῆϕος, sobre las cuales se escribían nombres. También los
judíos tenían costumbre de echar a suertes, pues pensaban que la providencia
divina intervenía de modo especial en lo que tocaba en suerte (Lv 16,8-10; Num
26,55-56; Jos 14,2; Hch 1,26). El Sumo Sacerdote llevaba en su pectoral dos
piedras denominadas Urim y Tummim (Ex 28,30), que se empleaban para buscar las
manifestaciones de la voluntad divina y tomar decisiones sobre una pregunta
concreta, similar a una moneda que cae de cara o cruz (Num 27,21; 1Sam 14,41;
28,6; Neh 7,65)[48].
Antiguamente se empleaban también guijarros (ψῆϕον) en los juicios para votar y calcular el número de
votos[49].
El acusado era condenado con guijarros negros y absuelto con los blancos[50].
Por ello, ψῆϕος también
significa voto o veredicto[51].
En Hch 26,10 se menciona que Pablo contribuía a condenar a los cristianos con
su voto (ψῆϕον). En otras citas se emplean verbos derivados: ψηϕίζει (Lc 14,28) y ψηϕισάτω (Ap 13,18); ambos términos se traducen como calcular, pues su interpretación precisa
sería usar guijarros para contar o enumerar, aunque también pueden significar
emitir un voto echando el guijarro dentro de la urna. Teniendo en cuenta este
concepto de ψῆϕον,
diversos autores[52] han
relacionado Ap 2,17 con la costumbre clásica de emitir un voto favorable en los
juicios con guijarros blancos. De este modo, la “piedrecita blanca” podría
significar el juicio de Cristo que otorga a los vencedores la sentencia de la
salvación, en base a la esperanza cristiana (Rm 8,17).
V. La
“piedrecita blanca” como posible símbolo de las puertas de perla
Según Ecumenio[53],
el guijarro se entrega “a quien ha vencido y brilla en la gloria”. Cesáreo de
Arlés[54]
cree que esta piedrecita significa “un cuerpo emblanquecido por el bautismo”.
Primasio comenta lo siguiente: “«Le daré también una piedrecita blanca», es
decir, la adopción de los hijos de Dios[55].
En efecto, esta piedrecita es una gema preciosa, que puede entenderse como
aquella que el comerciante encontró y comparó a todas sus posesiones. Otra
traducción pone margarita”[56].
Esta exégesis es relevante, pues se vincula la piedrecita con la gema de Mt 13,45-46 que es una perla. Al
mencionar que “otra traducción pone margarita”
(perla) se refiere a una traducción anterior a la Vulgata[57]
(s. IV), lo que se conoce como Vetus
Latina. Posiblemente de ahí proviene su idea de asociar el guijarro con una
perla. En consonancia con esta interpretación, Pikaza[58]
sugiere que el guijarro blanco sería símbolo
de las puertas de perla. Según este autor, Cristo ofrece al vencedor el maná, banquete
de gracia, y la piedra blanca de
entrada en la ciudad de las piedras preciosas (Ap 21,15-21). Como conclusión,
Juan podría haber tenido en mente el versículo de Ap 2,17 cuando describe
posteriormente las puertas del cielo como perlas (21,21a).
Varios pasajes del Antiguo Testamento (AT) relacionan
ciertas piedras con las doce tribus de Israel. Por ejemplo, cuando las aguas
del Jordán se separaron delante del Arca de la Alianza, Josué levantó doce
piedras, una por cada tribu, como memorial perpetuo del suceso (Jos 4,2-9).
También Moisés alzó un altar y doce estelas[59]
por las doce tribus de Israel como memorial de la alianza con Dios (Ex 24,3-4).
Por otra parte, el pectoral del Sumo Sacerdote estaba formado por doce piedras
preciosas distintas, cada una representativa de una de las doce tribus, cuyo
nombre estaba inscrito sobre la piedra (Ex 28,16-21; Si 45,10-11). Por este
motivo, la “piedrecita blanca” podría aludir a estas doce gemas[60],
indicando la dignidad sacerdotal de los vencedores (1Pe 2,5.9), que tienen
acceso a Dios (Ap 1,6; 5,10)[61].
Dado que las doce tribus de Israel son figura de los doce apóstoles en el nuevo
testamento (NT), la simbología entre éstos y las piedras preciosas no es una
novedad que Juan propone.
Cristo, constituido por Dios como juez de vivos y
muertos (Hch 10,42; Jn 5,22.27; 2Co 5,10), entrega el guijarro blanco a los que
han sido fieles al evangelio. Éste es el voto favorable para la salvación
eterna, pues se empleaban guijarros blancos y negros en los juicios para
calcular los votos condenatorios y absolutorios. Siendo un solo juez, tiene sentido
pensar en un solo guijarro. Este voto o veredicto es también tésera o símbolo,
es decir, billete de admisión o salvoconducto para entrar en la Jerusalén
celeste. En cierto modo, el guijarro blanco y la perla encajan simbólicamente,
es decir, como las dos partes de un símbolo[62],
porque ambas piedras son redondeadas, de igual color y tamaño pequeño. En este
sentido, cuando el vencedor recibe este billete para participar en el banquete
celestial, esta tésera es complementaria y encaja
con las puertas de perla de la nueva Jerusalén (21,21a), legitimando el acceso
a la ciudad celestial (Sal 118, 18-20).
La cita de Ap 2,17 podría interpretarse del siguiente
modo: “al vencedor le daré también mi voto favorable, como salvoconducto para
entrar por las puertas de la nueva Jerusalén”. Por otra parte, Juan describe a
doce ángeles situados sobre las puertas de la ciudad (21,12a), los cuales según
Pikaza[63]
ofician de porteros celestes y guardianes[64]
de la nueva ciudad, impidiendo la entrada de los enemigos y dejando entrar a
quienes han sido dignos del banquete celestial (19,9), que son los que poseen
el salvoconducto, es decir, la tésera blanca con el nombre grabado.
VI.
Influencia del Apocalipsis en la iconografía del Santo Cáliz de Valencia
El Comentario al Apocalipsis escrito en el s. VIII por
Beato, monje de Liébana (Cantabria), es famoso por los numerosos manuscritos
bellamente ilustrados en que fue copiado entre los siglos X - XII, denominados
“beatos”. La difusión de estas ilustraciones explica en parte la notable
influencia del Apocalipsis en el arte románico español, lo cual se refleja por
ejemplo en el pantocrátor[65]:
Cristo sentado en un trono (5,13; 6,16; 7,15; 21,5) con un libro en la mano
(5,1.7), rodeado de una mandorla (4,3) y los cuatro vivientes (4,6-8). Estos
vivientes o tetramorfos (Ez 1,5-10) aparecen también en algunos cálices
románicos[66]. En
piezas de orfebrería medieval, el uso de perlas como elemento simbólico
inspirado en el Apocalipsis ha sido poco estudiado ya que su uso no era
habitual debido a su elevado precio. Una de las rarísimas excepciones es el
Santo Cáliz venerado en la catedral de Valencia desde 1437, pues la base, de
oro finamente burilado, está decorada con 24 perlas engastadas aunque
actualmente falta una. La copa superior, tallada en piedra de ágata, es la que
empleó Jesús en la Última Cena según la tradición, y que posteriormente
utilizaron san Pedro y los primeros papas hasta el año 258.
La pieza intermedia de este cáliz es de oro y en ella
está representado el tetramorfos[67],
por medio de cuatro aros circulares nielados en forma de ruedas. Ubicadas justo
debajo de la copa, estas ruedas[68]
simbolizan posiblemente el carro-trono de Dios (Ez 1,15-21; 10,9-13) y se
asocian con el tetramorfos en muchos beatos como el de Valcavado (s. X),
Girona (s. X), Facundo (s. XI), Manchester (s. XII), etc. Esta evidencia de que
la orfebrería del Santo Cáliz está inspirada en los beatos hace
elucubrar que las 24 perlas podrían simbolizar los 24 ancianos con vestiduras
blancas y coronas de oro sentados alrededor del trono divino (Ap 4,4, cf. Is
24,23). Estos ancianos simbolizan los 24 grupos de porteros del Templo (1Cro
26,1-19) o bien las doce tribus de Israel más las doce tribus del Cordero, es decir, los apóstoles (Mt 19,28). Los
exégetas clásicos consideran que las perlas mencionadas en Ap 21,21 aluden a
los apóstoles, lo cual es coherente con esta hipótesis. Quizás para resaltar la
diferenciación de 12 + 12 perlas, alusivas al AT (Ap 21,12) y NT (21,14)
respectivamente, se eligiese una base con forma elíptica. Esta característica
es muy inusual en cálices eucarísticos, pero podría relacionarse con la
iconografía románica, pues hacia el s. XI - XII cuando supuestamente se
montaron las perlas, el pantócrator se representaba en el sur de Francia
rodeado de una mandorla elíptica[69].
Un manuscrito[70]
medieval del Apocalipsis contiene una ilustración realizada hacia 1429-1435 que
representa a 24 ancianos sentados alrededor del trono del Cordero. En la orla
de este dibujo, obra de Péronet Lamy, están representadas las mismas rosetas
nieladas en el vástago del Santo Cáliz, lo cual apunta a éste como fuente de
inspiración de la ilustración y hace sospechar que estos ancianos están
simbolizados en las 24 perlas del Cáliz. Las perlas más antiguas están montadas
por medio de una perforación vertical mediante un vastaguillo de oro, de modo
que en su parte superior queda visible el extremo, el cual podría representar
la corona de oro citada en Ap 4,4. Ésta es señal de victoria con Jesucristo
vencedor (Ap 6,2; 14,14); como el triunfo que recibían los atletas vencedores
(2Tim 2,5; 1Cor 9,25), así tomarán la corona quienes se mantengan firmes en la
fe (1Pe 5,4; St 1,12; 2Tim 4,8; Ap 3,11).
El pie del Santo Cáliz es en realidad una naveta
invertida de piedra calcedonia en la cual existe una inscripción esgrafiada que
ha sido interpretada como “Jesús Dios” en árabe[71];
y curiosamente también se puede leer la misma expresión en hebreo (Yoshua
Yahweh) cuando ésta se refleja en la copa superior a modo de imagen especular[72].
Al parecer, esta inscripción fue diseñada por Pedro Alfonso de Huesca[73],
escritor judío educado en al-Ándalus, erudito en árabe[74],
hebreo[75]
y exégesis cristiana[76].
Tenía una estrecha vinculación[77]
con el rey Alfonso I “el Batallador”, pues fue su padrino de bautismo en 1106.
Por tanto, la inscripción probablemente se ejecutó durante este reinado, entre
1104 y 1134. De hecho, una lápida funeraria encontrada en Alcoy datada en 1157
presenta prácticamente todas las letras idénticas a las encontradas en la
piedra del Santo Cáliz[78].
Existe cierta evidencia de que hacia 1200 - 1220 ya existía dicho epígrafe
sobre la piedra, pues en esas fechas se escribió el romance Parzival de
Eschenbach donde supuestamente se hace alusión a esta inscripción en ciertos
versos[79].
Posiblemente la inscripción fue epigrafiada para
plasmar la tradición de que la copa había sido empleada por Jesús - Dios; no
obstante, podría estar inspirada en el Apocalipsis, a partir del paralelo entre
las perlas mencionadas en Ap 21,21 y la “piedrecita blanca” de 2,17, que
contiene un nombre grabado al cual se hace referencia en 3,12 y 14,1: “el
nombre del Cordero” (Yoshua) “y el nombre de su Padre” (Yahweh). La asombrosa
coincidencia de esta cita (14,1) con la inscripción del Santo Cáliz permite especular
que las 24 perlas podrían aludir a la “piedrecita blanca” que Cristo entrega a
los que perseveran en la fe, con un nuevo nombre grabado como símbolo de
pertenencia al Cordero (2,17). En palabras de Pedro Alfonso, “acerca de los que
habían de creer: «Y llamará a sus siervos con otro nombre». Pues, siendo
siervos de Cristo, por Cristo se llamarán cristianos”[80].
En esas perlas, que posiblemente aluden a los 24 tronos (Ap 4,4), estaría
representada toda la humanidad glorificada (3,21; 7,13-15), encabezada por los
apóstoles. Respecto al versículo de Ap 2,17, Beato de Liébana menciona:
La piedrecita es una piedra blanca, de la que dice el
apóstol: “vosotros, cual piedras vivas, construid el templo de Dios”. También
las piedras preciosas representan a los confesores, los apóstoles, los
sacerdotes y todos los justos [...]. Con razón, pues, se dice: “le daré una
piedrecita blanca”, es decir, le concederé sentarse con los poderosos de mi
pueblo, que son los Apóstoles, y le haré heredero del trono de la gloria.[81]
Este autor opina que Cristo entrega el guijarro a los
vencedores porque cada cristiano está llamado a ser piedra viva del templo de
Dios (1Pe 2,5). Este templo, morada de Dios con los hombres (Ap 21,3.22), es
visualizado por Juan como ciudad de piedras preciosísimas, de modo que tiene
sentido considerar también la piedrecita como una gema. Tratándose de un
guijarro pequeño blanco, resulta bastante obvia su vinculación con las perlas.
Además, Beato asocia el guijarro con los apóstoles, herederos del trono de
gloria como posible alusión a Ap 4,2-4, lo cual resulta relevante ya que la
misma interpretación se deriva de Ap 21,21a. Dado que este comentario circulaba
por los monasterios del norte de la península Ibérica en los siglos XI - XII,
mismo territorio donde se encontraba el Santo Cáliz en la época, no es de
extrañar que el texto e incluso quizás alguna de sus ilustraciones sirviese de
inspiración para diseñar la orfebrería de este insigne cáliz. De hecho, dos beatos[82]
realizados en León, contienen una ilustración sobre la adoración del Cordero
donde la aureola que rodea la escena presenta 24 estrellas[83]
blancas, las cuales podrían simbolizar los 24 ancianos (πρεσβυτέρους) vestidos
de blanco descritos en Ap 4,4.
Durante el reinado de Alfonso “el Batallador”, el
Santo Cáliz se encontraba seguramente en el monasterio de San Juan de la Peña
(Huesca), panteón de reyes y nobles de Aragón. Resulta difícil elucubrar qué
motivación pudo existir para grabar tan meticulosa inscripción en un cáliz
recluido en este oscuro monasterio de restringido acceso. Lo más lógico es
suponer que dicha grabación se efectuó en la naveta invertida cuando ésta fue
insertada en la base del Santo Cáliz. Esta hipótesis coincide con la datación
propuesta por Beltrán[84]
para la naveta del pie con reborde de oro, entre los siglos X al XII, así como
de las piedras y perlas, fechables entre los siglos XII al XIV. No obstante, es
dudoso si las perlas se añadieron en ese momento o si ya existían en la
configuración anterior del Cáliz.
Esta remodelación quizás pretendiese ensalzar la
importancia de la reliquia, dotándola de un relicario diseñado a modo de sede de la copa superior, quizás
basándose en la descripción de Ap 4,2-6. La Península Ibérica se encontraba
bajo la Reconquista cristiana frente al poder musulmán, en cuya contienda las
reliquias jugaron un papel fundamental como símbolo de la religión que se
imponía progresivamente. En este contexto, y dado que Alfonso I era muy piadoso
pues legó su reino a tres órdenes de caballeros cristianos, es admisible que
decidiese embellecer la orfebrería del Santo Cáliz, y no se descarta que Pedro
Alfonso participase en dicho diseño[85].
Curiosamente, la naveta invertida y la copa de ágata adquieren una coloración
muy similar cuando se iluminan con luz transversal. Ambas aportan al Santo
Cáliz cierto aspecto simétrico[86],
lo cual era habitual en los cálices mozárabes de la época como el de Santo
Domingo de Silos, datado hacia 1041-1050.
Asumiendo que las perlas simbolizan los cristianos que
alcanzan la salvación, tal vez con la remodelación del Cáliz se pretendía
transmitir esa misma esperanza a los fieles, lo cual va unido con la necesaria
penitencia. Este carácter penitente se refleja en un dintel[87]
de la catedral de Jaca (Huesca), donde se lee: “ven aquí suplicante (...).
Purifica de vicios tu corazón para que no perezcas de una segunda muerte”, en
alusión al infierno[88].
La hipótesis de que tanto el Santo Cáliz como este dintel se diseñasen con un
sentido penitente es original, pero existe vinculación entre ambos, pues el rey
Sancho Ramírez inició la construcción de la catedral de Jaca con el deseo de
albergar allí el preclaro Cáliz. Las obras se paralizaron en 1082 y fueron
reanudadas posteriormente por Alfonso I, quien afirma en su testamento: “todo
esto lo hago para (...) la remisión de mis pecados y para merecer un lugar en
la vida perdurable”[89].
Esta motivación penitente se comprende a partir de St 5,20: “quien convierte a
un pecador de su errado camino salvará su alma de la muerte y cubrirá la
muchedumbre de sus pecados” (cfr. Ez 3,19-21; 1Pe 4,8). En definitiva, parece
que este rey pretendió otorgar un carácter penitente y expiatorio al tímpano de
la catedral de Jaca y paralelamente quizás también a la orfebrería del Santo
Cáliz. Este tímpano, famoso por su innovador crismón trinitario, está datado
hacia 1115[90],
fecha que coincide con la presencia de Pedro Alfonso en la corte aragonesa, de
modo que podría ser su autor intelectual[91].
ReferencIAs BIBLIOGRÁFICAS
Aeliani. De Natura Animalium. Londres: Frommanni, 1832.
Consultado el 18 de diciembre de 2017. https://archive.org/stream/denaturaanimaliu01aeli#page/
2/mode/2up.
Alonso,
Luis. La Biblia de Nuestro Pueblo. Bilbao: Mensajero, 2011.
Athénée de Naucratis. Le Livre ΙΙI des Deipnosophistes. Consultado el 18 de diciembre de
2017. http://remacle.org/bloodwolf/erudits/athenee/livre3.htm#
_ftnref93.
Barnes,
Albert. Notes on the New Testament. Dallas: GraceWorks, 2008.
Consultado el 29 de noviembre de 2017. http://sacred-texts.com/bib/cmt/ barnes/rev002.htm.
Bartina,
Sebastián. “Apocalipsis
de San Juan”. En La Sagrada Escritura,
Nuevo Testamento III (Madrid: BAC, 1962).
Beda. “Explicación al
Apocalipsis”. En La Biblia Comentada por
los Padres de la Iglesia: Apocalipsis, editado por William C. Weinrich.
Madrid: Ciudad Nueva, 2010.
Beltrán, Antonio. Estudio sobre el Santo Cáliz de la Catedral
de Valencia, 2ª ed. Valencia: Instituto Roque Chabás, 1984.
Blasco, Agustín. “La Doble
Interpretación de la Inscripción del Pie del Santo Cáliz”. Linteum 60
(2016): 13-18, 23-31.
Braude,
William Gordon, trad. The Midrash on
Psalms, vol. II. New Haven: Yale,
1959.
Braude,
William G. y Israel J. Kapstein, trad. Pesikta de-Rab Kahana. London:
Jewish Society, 1975.
Burrows,
Eric. “The Pearl in the Apocalypse”. Journal
of Theological Studies 43 (1942): 177-179.
Clarke,
Adam. Commentary
on the Whole Bible, vol. 6B. Dallas: GraceWorks, 2008. Consultado el 29 de noviembre
de 2017. Comentario a Ap 2: http://sacred-texts.com/bib/cmt/clarke/rev002.htm;
comentario a Ap 21: http://sacred-texts.com/bib/cmt/clarke/rev021.htm.
Conferencia Episcopal Española. Sagrada Biblia: Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. Madrid: BAC,
2010.
D’Aragon, Jean-Louis.
“Apocalipsis”. En Comentario Bíblico San
Jerónimo, tomo IV, editado por Raymond E. Brown, J. A. Fitzmyer y R. E.
Murphy (Madrid: Cristiandad, 1972), 531-592.
De Arlés, Cesáreo. “Expositio in
Apocalypsin”. En La Biblia Comentada por
los Padres de la Iglesia: Apocalipsis, editado por W. C. Weinrich. Madrid:
Ciudad Nueva, 2010.
De Beja, Apringio. Comentario al Apocalipsis. Traducido por
Alberto del Campo Hernández. Estella (Navarra): Verbo Divino, 1991.
De Cesarea, Andrés. “Comentario
al Apocalipsis”. En La Biblia Comentada
por los Padres de la Iglesia: Apocalipsis, editado por W. C. Weinrich.
Madrid: Ciudad Nueva, 2010.
De Huesca, Pedro Alfonso. Diálogo
Contra los Judíos. Traducido por Esperanza Ducay. Huesca: Instituto de
Estudios Altoaragoneses, 1996.
Del Campo, Alberto y Joaquín
González. Beato de Liébana: Comentarios
al Apocalipsis de san Juan. Cantabria: Valnera, 2006. Consultado el 1 de
noviembre de 2017. http://www.ediciones-valnera.com/pdf/Beato_de_Lieb ana.pdf.
Düsterdieck,
Friedrich. Critical and Exegetical
Handbook to the Revelation of John. New York: Funk & Wagnalls, 1887. Consultado el 29 de
noviembre de 2017. https://archive.org/details/criticalexegetic11ds.
Ecumenio. “Oecumenii Commentarius
in Apocalypsin”. En La Biblia Comentada
por los Padres de la Iglesia: Apocalipsis, editado por William C. Weinrich.
Madrid: Ciudad Nueva, 2010.
Elsner, Jacobi. Observationes Sacrae in Novi
Foederis Libros. Vol II: Epistolas Apostolorum et
Apocalypsin Complexus. Utrech, 1728.
Escuela Bíblica de Jerusalén. Biblia de Jerusalén.
Bilbao: Desclée De Brouwer, 2009.
Ewald,
Heinrich. Die Johanneischen Schriften:
Johannes' Apokalypse, vol. II.
Göttingen: Dieterischenen Buchhandlung, 1862.
Fekkes,
Jan. Isaiah and Prophetic Traditions in
the Book of Revelation: Visionary Antecedents and their Development. New
York: Bloomsbury, 1994.
Gill,
John. Exposition of the Old and New
Testaments, vol. VI. Grand Rapids
(MI): Baker, 1980. Consultado el 19 de noviembre de 2017. Comentario a Ap 2:
http://sacred-texts.com/bib/cmt/gill/rev002.htm; comentario a Ap 21:
http://sacred-texts.com/bib/cmt/gill/rev021.htm.
Hastings,
James. Dictionary of the Bible vol. III. New York: Scribner, 1902.
Henry,
Matthew. Concise Commentary on the Whole
Bible, vol. VI. Peabody
(MA): Hendrickson, 2009. Consultado el 19 de noviembre de 2017.
http://sacred-texts.com/bib/cmt/henry/rev021.htm.
Iglesia Católica. Catecismo. Ciudad del Vaticano: Editrice
Vaticana, 1999.
Ironside, Harry A. Estudios sobre el Libro de Apocalipsis.
Barcelona: Clie, 1994.
Lema, José Ángel. Colección
Diplomática de Alfonso I de Aragón y Pamplona. San Sebastián: Eusko
Ikaskuntza, 1990. Consultado el 31 de diciembre de 2018. http://www.euskomedia.org/PDFAnlt/fuentes/docs27.pdf.
Martínez, Francisco Javier. “Los
Himnos «Sobre la Perla» de san Efrén de Nisibe (De Fide LXXXI-LXXXV)”. Salmanticensis
38 (1991): 5-32. Consultado el 29 de noviembre de 2017. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo =669042.
Mathewson,
Dave. A New Heaven and a New Earth: The
Meaning and Function of the Old Testament in Revelation 21:1 - 22:5.
London: Bloomsbury, 2003.
Migne, Jacques
Paul, ed. S. Petri Damiani Opera Omnia
(Patrología Latina PL 144). París, 1853. Consultado el 29 de noviembre de 2017.
http://patristica.net/latina/.
Nácar, Eloíno y Alberto Colunga. Nuevo Testamento. Madrid: BAC, 1980.
Passow,
Franz. Handwörterbuch der Griechischen
Sprache, vol. III.
Leipzig, 1824.
Pikaza, Xabier. Apocalipsis. Estella (Navarra): Verbo
Divino, 2015.
Plinio, Historia Natural. Consultado el 29 de noviembre de 2017. Libro 9:
http://penelope.uchicago.edu/Thayer/L/Roman/Texts/Pliny_the_Elder/9*.html;
libro 12: http://penelope.uchicago.edu/Thayer/L/Roman/Texts/Pliny_ the_Elder/12*.html.
Primasio. “Commentarius in
Apocalypsin”. En La Biblia Comentada por
los Padres de la Iglesia: Apocalipsis, editado por William C. Weinrich. Madrid:
Ciudad Nueva, 2010.
Rich,
Anthony. A Dictionary of Roman and Greek
Antiquities. London:
Longmans, 1873.
Rossano, Pietro; Gianfranco
Ravasi y Antonio Girlanda. Nuevo
Diccionario de Teología Bíblica. Madrid: San Pablo, 1993.
Schick, Eduard. El Apocalipsis. Barcelona: Herder, 1974.
Consultado el 8 de febrero de 2018.
http://www.mercaba.org/FICHAS/BIBLIA/Ap/CAP-21.htm.
Singer,
Isidore, ed. The Jewish Encyclopedia,
vol. IX. New York: Ktav, 1906. Consultado
el 29 de noviembre de 2017. https://archive.org/details/jewishenc ycloped09sing.
Sociedad Bíblica Católica
Internacional. La Biblia Latinoamericana.
Madrid: San Pablo, 2002.
Songel, Gabriel. “Patrón de
Diseño del Santo Cáliz de Valencia”. Revista
Bellas Artes 13 (2016): 213-234, consultado el 8 de febrero de 2018, https://riull. ull.es/xmlui/handle/915/6441.
Songel, Gabriel. “Aproximación a la
Autoría y Significado de la Inscripción del Santo Cáliz de Valencia”. Archivo
de Arte Valenciano 99 (2018): 23-33.
Steinsaltz, Adin. Koren Talmud Bavli, vol. 27: Bava Batra.
Jerusalem: Koren, 2016. Consultado el 29 de noviembre de 2017. https://www.sefaria.org/
Bava_Batra.75a?lang=bi.
Thayer,
Joseph. Thayer’s Greek-English Lexicon of
the New Testament. Peabody (MA): Hendrickson, 1995. Consultado el 29 de noviembre de 2017. https://www.blueletterbible.org/lang/lexicon/lexicon.cfm?strongs=G5586&t=MGNT.
Universidad de Navarra. Sagrada Biblia: Edición Digital. Pamplona: Eunsa, 2016.
Zarzo, Manuel. “Simbología
Bíblica del Santo Cáliz de la Última Cena Venerado en Valencia”. Cauriensia 13 (2018): 529-556.
Manuel Zarzo Castelló
Departamento de Estadística
e I. O. Aplicadas y Calidad
Universitat Politècnica de
València
46022 Valencia (España)
https://orcid.org/00000002-8361-0554
[1] Traducción
según Eloíno Nácar y Alberto Colunga, Nuevo
Testamento (Madrid: BAC, 1980), 763.
[2] Cita
paralela en Ez 48,31: “Las puertas de la ciudad llevarán los nombres de las
tribus de Israel”.
[3] Hipótesis
planteada por Manuel Zarzo, “Simbología Bíblica del Santo Cáliz de la Última
Cena Venerado en Valencia”, Cauriensia
13 (2018): 534-535.
[4] Cesáreo de
Arlés, “Expositio in Apocalypsin”, en La Biblia Comentada por los Padres de
la Iglesia: Apocalipsis, ed. William C. Weinrich (Madrid: Ciudad Nueva,
2010), 491.
[5] Ecumenio,
“Oecumenii Commentarius in Apocalypsin”, en La Biblia Comentada por los
Padres de la Iglesia: Apocalipsis, ed. William C. Weinrich (Madrid: Ciudad
Nueva, 2010), 491.
[6] Andrés de
Cesarea, “Comentario al Apocalipsis”, en La
Biblia Comentada por los Padres de la Iglesia: Apocalipsis, ed. William C. Weinrich (Madrid: Ciudad Nueva, 2010),
491.
[7] Alberto
del Campo y Joaquín González, Beato de
Liébana: Comentarios al Apocalipsis de san Juan (Cantabria: Valnera, 2006),
404.
[8] Jacques
Paul Migne, ed., S. Petri Damiani Opera
Omnia (París, 1853), 726-728 (sermón 42).
[9] Apringio
de Beja, Comentario al Apocalipsis,
trad. A. del Campo (Estella: Verbo Divino, 1991), 207.
[10] Francisco
Javier Martínez, “Los Himnos «sobre la Perla» de san Efrén de Nisibe (De Fide
LXXXI-LXXXV)”, Salmanticensis 38
(1991): 5-32.
[11] Beda,
“Explicación al Apocalipsis”, en La
Biblia Comentada por los Padres de la Iglesia: Apocalipsis, ed. William C.
Weinrich (Madrid: Ciudad Nueva, 2010), 491.
[12] Plinio, Historia Natural 9.54 (106). El elevado
valor de las perlas se deduce de diversas citas bíblicas (Job 28,18; Pr
3,14-15; 20,15; 31,10; 1Tim 2,9; Ap 17,4;
18,12.16) y Eliano también lo menciona: Aeliani, De Natura Animalium (Londres: Frommanni, 1832), lib. X c. 13; lib. XV
c. 8.
[13] Isidore
Singer, ed., The Jewish Encyclopedia,
vol. IX (New York: Ktav, 1906), 569. Según Plinio, Historia Natural 12.41 (84), Roma
gastaba anualmente unos cien millones de sestercios en el comercio de perlas
con la Arabia, India y China. Es una suma muy elevada, pues cuatro sestercios equivalían
al jornal de un obrero.
[14] James Hastings, ed., Dictionary of the Bible vol. III (New
York: Scribner, 1902), 734.
[15] Matthew Henry, Concise Commentary on the Whole Bible, vol. VI (Peabody:
Hendrickson, 2009), párr. 14.
[16] John Gill, Exposition of the Old and New Testaments, vol. VI (Grand Rapids:
Baker, 1980), pár. 81 (Ap 21).
[17] La primera
epístola de Pedro menciona a Cristo como piedra viva, preciosa ante Dios (1Pe
2,4.6).
[18] Harry A.
Ironside, Estudios sobre el Libro de
Apocalipsis (Barcelona: Clie, 1994), 202.
[19] Pietro
Rossano, Gianfranco Ravasi y Antonio Girlanda, Nuevo Diccionario de Teología Bíblica (Madrid: San Pablo, 1993),
1461.
[20] Nota a Ap
21,11 según Alonso, La Biblia de Nuestro
Pueblo (Bilbao: Mensajero, 2011), 2035.
[21] Xabier
Pikaza, Apocalipsis (Estella: Verbo
Divino, 2015), 255, 296.
[22] Eduard
Schick, El Apocalipsis (Barcelona:
Herder, 1974), párr. 41.
[23] Dave Mathewson, A New Heaven and a New
Earth: The Meaning and Function of the Old Testament in Revelation 21:1 - 22:5
(London: Bloomsbury, 2003), 150.
[24] Eliano
menciona que la perla es como una piedra (Aeliani, De Natura Animalium, 146-147 [lib. X c. 13]). Ateneo de Náucratis
comenta que “entre las piedras la más admirada es la llamada margaritês... con la que se hacen
costosos collares” (Athénée, Le Livre ΙΙI des
Deipnosophistes, 45 [c. 93 en texto griego]).
[25] Adam Clarke, Commentary on the Whole Bible, vol. 6B (Dallas: GraceWorks, 2008),
párr. 59 (Ap 21).
[26] Friedrich Düsterdieck, Critical and Exegetical Handbook to the
Revelation of John (New York: Funk & Wagnalls, 1887), 483.
[27] Adin
Steinsaltz, Koren Talmud Bavli, vol. 27:
Bava Batra (Jerusalem: Koren, 2016),
n. 75A.
[28] William G. Braude, trad., The Midrash on Psalms vol. II (New
Haven: Yale, 1959), 75.
[29] William G. Braude y Israel J. Kapstein,
trad., Pesikta de-Rab Kahana (London:
Jewish Society, 1975), 219.
[30] Varias
leyendas judías y del Cercano Oriente que tratan sobre este tema han sido
revisadas por Eric Burrows, “The Pearl in the Apocalypse”, Journal of Theological Studies 43 (1942): 177-179.
[31] Jan Fekkes, Isaiah and Prophetic
Traditions in the Book of Revelation (New York: Bloomsbury, 1994), 242-244.
[32] Según la Biblia de Jerusalén, 1821, al decir escondido podría referirse al maná,
guardado dentro del Arca de la Alianza (Hb 9,4), que Jeremías escondió (2Mac
2,4-8).
[33] El nombre de
la ciudad de Dios tiene varios paralelos (Is 1,26; 60,14; 62,12, Ez 48,35, Jer
3,17; Ba 5,4).
[34] Apringio de
Beja, Comentario al Apocalipsis, 96.
[35] Primasio,
“Commentarius in Apocalypsin”, en La
Biblia Comentada por los Padres de la Iglesia: Apocalipsis, ed. William C.
Weinrich (Madrid: Ciudad Nueva, 2010), 78.
[36] Pikaza, Apocalipsis, 60.
[37] Comentario a
Ap 2,12-17 según la Biblia de Navarra,
8064.
[38] Jean-Louis
d’Aragon, “Apocalipsis”, en Comentario
Bíblico San Jerónimo, tomo IV, ed. Raymond E. Brown, Joseph A.
Fitzmyer y Roland E. Murphy (Madrid: Cristiandad, 1972), 546.
[39] Mencionado
por Juan Xifilino, historiador del s. XI, en su epítome de la Historia Romana de Dión Casio.
[40] Anthony Rich, A Dictionary of Roman and Greek Antiquities (London: Longmans,
1873), 650.
[41] Hammond (1653), Eichhorn (1791) y
Grotius (1830), citados por Düsterdieck, Revelation
of John, 147.
[42] Rich,
Dictionary of Roman and Greek Antiquities,
650. Contiene referencias de autores clásicos a los distintos
tipos de tessera empleados en la
antigüedad.
[43] Heinrich Ewald, Die Johanneischen Schriften: Apokalypse, vol. II (Göttingen: Dieterischenen,
1862), 136.
[44] Sebastián
Bartina, “Apocalipsis de San Juan”, en La
Sagrada Escritura, Nuevo Testamento III (Madrid: BAC, 1962).
[45] Alonso,
Biblia de Nuestro Pueblo, 2011; Biblia de Navarra, 8064; Biblia de la CEE,
2077; Nácar y Colunga, Nuevo Testamento, 719.
[46] Albert Barnes, Notes on the New Testament (Dallas: GraceWorks, 2008), párr. 133.
[47] Elsner, Observationes Sacrae in Novi
Foederis Libros (citado por Düsterdieck, Revelation of John, 147).
[48] Un paralelo
entre ambas piedras (Urim y Tummim) y la “piedrecita blanca” ha sido sugerido
por Gill, Exposition of the Old and New Testaments, párr. 78 (Ap 2).
[49] Joseph Thayer, Greek-English Lexicon of the New Testament (Peabody: Hendrickson,
1995), voz: ψῆϕος.
[50] Franz
Passow, Handwörterbuch der Griechischen
Sprache, vol. III (Leipzig, 1824), 2574. Ver también: Clarke,
Commentary on the Bible, párr. 44 (Ap
2).
[51] Diccionario de griego, voz ψῆϕος, http://www.dicciogriego.es/index.php#lemas?lema= 1200&n=1200
[52] Erasmus (1535), Zeger (1553), Aretius
(1583), Calovius (1676), Vitringa (1705) y Wolf (1741), citados por
Düsterdieck, Revelation of John, 147.
[53] Ecumenio,
“Commentarius in Apocalypsin,” 77.
[54] Cesáreo de
Arlés, “Expositio in Apocalypsin,” 78.
[55] Esta
interpretación ha sido adoptada por muchos exégetas según Düsterdieck, Revelation of John, 147.
[56] Primasio, “Commentarius in Apocalypsin”,
78.
[57] La Vulgata traduce Ap 2,17 como “et dabo illi calculum candidum”. El
término calculum significa guijarro,
según el dicccionario Glosbe de latín, https://es.glosbe.com/la/es/calculus.
[58] Pikaza, Apocalipsis, 60.
[59] Monumento conmemorativo, es decir, como
hito o mojón en memoria de lo sucedido. Era tradición entre los pueblos nómadas
(Gn 31, 44-45; Jos 4,7).
[60] Interpretación sugerida por Ewald
(1828), Züllig (1834), Ebrard (1853) y Kliefoth (1874), citados por
Düsterdieck, Revelation of John, 147.
[61] Catecismo de la Iglesia Católica 1546.
[62] El símbolo griego generalmente era la
mitad de una pieza quebrada, de modo que las dos partes complementarias eran
prenda o legitimación del acuerdo alcanzado.
[63] Pikaza, Apocalipsis, 252.
[64] Cita paralela en Is 62,6: “Sobre los
muros de Jerusalén he apostado guardianes”.
[65] La palabra pantocrátor (todopoderoso) se
menciona en Ap 1,8; 4,8; 11,17; 15,3; 16,7.14; 19,6.15 y 21,22.
[66] El tetramorfos está representado en el
cáliz del Abad Pelagio (1097 - 1121) de procedencia leonesa,
http://cartelen.louvre.fr/cartelen/visite?srv=car_not_frame&idNotice=5191 (actualmente
en el Museo del Louvre) y en el cáliz del Monasterio de san Miguel de Refoios
(Portugal, s. XII); Museo Nacional de Machado de Castro,
http://www.museumachadocastro.gov.pt/Data/ContentImages/Destaques/calice.jpg
[67] Zarzo, “Simbología Bíblica del Santo
Cáliz”, 535.
[68] En el Beato de San Millán (Academia de
la Historia de Madrid: códice 33, folio 921d), fechado hacia 970-1000, se
representan los cuatro vivientes dentro de una rueda. Una ilustración
equivalente aparece en el Codex Purpureus Rossanensis, s. V-VI (museo de
la Catedral de Rossano, Italia).
[69] Así aparece en el dintel de la abadía de
Saint-Génis-des-Fontaines (pirineos franceses), datado en el año 1020, y en un
portal de la iglesia de san Trófimo en Arlés (s. XII).
[70] Apocalipsis figurado de los Duques de
Saboya (Códice Vit. I de la biblioteca de El Escorial). La ilustración
mencionada se encuentra en el folio 5v.
[71] Agustín Blasco, “La Doble Interpretación
de la Inscripción del Pie del Santo Cáliz”, Linteum
60 (2016): 13-18, 23-27. Esta interpretación en árabe ha sido matizada por
Gabriel Songel, “Aproximación a la Autoría y Significado de la Inscripción del
Santo Cáliz de Valencia”, Archivo de Arte Valenciano 99 (2018), 28-29,
33.
[72] Gabriel Songel, “Patrón de Diseño del
Santo Cáliz de Valencia”, Revista Bellas
Artes 13 (2016), 225-230.
[73] Songel, “Autoría y Significado de la
Inscripción del Santo Cáliz”, 30-32.
[74] Pedro Alfonso de Huesca, Diálogo
contra los Judíos, trad. Esperanza Ducay (Huesca: Instituto de Estudios
Altoaragoneses, 1996), 291. En esta famosa obra apologética escrita en latín en
1110, el autor demuestra que conoce el Corán y afirma que se había criado con
los sarracenos, lo cual revela su dominio del árabe.
[75] Pedro Alfonso tenía un excepcional
conocimiento del texto hebreo del Talmud, pues dice de sí mismo: “en otro
tiempo, eras docto en los escritos de los profetas y en las palabras de
nuestros doctores; (...) en las sinagogas, predicabas a los judíos (...),
instruías a tus compañeros” (Pedro Alfonso, Diálogo, 201).
[76] En su obra aparece varias veces la
reflexión teológica de Jesús como Hijo de Dios (Pedro Alfonso, Diálogo,
255, 266, 267, 367, 368).
[77] Probablemente sirvió en algún puesto de
la corte, pues su conversión causó polémica entre los judíos, quienes le
acusaban de haberse convertido por avidez de poderes mundanos (Pedro Alfonso, Diálogo,
199).
[78] Blasco, “Inscripción del Pie del Santo
Cáliz”, 16.
[79] Versos referidos al Santo Grial que
pueden traducirse como: “Al borde de la piedra, con caracteres un epitafio,
dice su nombre y su condición”. Véase: Blasco, “Inscripción del Pie del Santo
Cáliz”, 28-31.
[80] Pedro Alfonso, Diálogo, 263. La
cita entre comillas corresponde a Is 65,15. Este comentario es muy similar al
de Primasio referido a la “piedrecita blanca” de Ap 2,17.
[81] Del Campo y González, Beato de Liébana:
Comentarios al Apocalipsis, 154.
[82] (a) Beato de Facundo (s. XI), Biblioteca
Nacional Española, códice Vitr/14/2, http://www.atopon.it/wp-content/uploads/2012/01/ist_rel2.jpg;
(b) Beato de Morgan (s. X), folio 87, Pierpoint Morgan Library (Nueva York,
ref. MS 644), http://www.itacaeventi.it/wp-content/ uploads/
2008/04/la-parola-accade-immagine.jpg.
[83] La mujer coronada de doce estrellas (Ap
12,1) puede interpretarse como la Iglesia presidida por los doce apóstoles. Por
tanto, las 24 estrellas en estas aureolas podrían aludir a quienes presiden la
Iglesia como cabeza de los hijos de Dios, “numerosos como las estrellas”,
llamados a la patria celestial (Hb 11,12.16).
[84] Antonio Beltrán, Estudio sobre el
Santo Cáliz de la Catedral de Valencia (Valencia: Instituto R. Chabás,
1984), 104.
[85] Además de teólogo, tenía una amplia
formación en ciencias árabes y era “perito (...) en las artes liberales” (Pedro
Alfonso, Diálogo, 199), entre las cuales se engloba la aritmética y
geometría.
[86] La configuración del Santo Cáliz es
similar al cáliz representado en el Púlpito de los Evangelios de la Catedral de
Ravello (Italia), fechado en 1272, https://www.alamy.es/imagenes/ravello-cathedral.html.
[87] http://www.romanicoaragones.com/0-Jacetania/06-Catedral04a.htm
(dintel en tímpano de la portada oeste).
[88] La segunda muerte (Ap 2,11; 20,6.14;
21,8) también es mencionada por Pedro Alfonso: “el pecado de Adán fue doble,
espiritual y corporal (...). Así soportó castigo doble, esto es, muerte del
cuerpo y muerte del alma” (Pedro Alfonso, Diálogo, 358).
[89] José Ángel Lema, Colección Diplomática
de Alfonso I de Aragón y Pamplona (San Sebastián: Eusko Ikaskuntza, 1990),
328-339 (ref. 241 y 242).
[90] Véase:
http://www.claustro.com/crismones/webpages/Huesca/CrismonFicha_Jaca_I.htm
[91] Este teólogo afirma que “sin penitencia
no puede haber expiación posible” [de los pecados] (Pedro Alfonso, Diálogo,
392). Citas paralelas: Is 58,6-8; Mt 25,34-40. Véase Catecismo de la Iglesia
Católica 1459.