Doi:
https://doi.org/10.17398/2340-4256.15.579
ECOS UNIVERSITARIOS DE DEVOCIÓN MARIANA EN LA PERIFERIA DE LA MONARQUÍA
HISPÁNICA DURANTE LA EDAD MODERNA
UNIVERSITY ECHOES OF MARIAN
DEVOTION ON THE PERIPHERY OF THE HISPANIC MONARCHY AT THE EARLY MODERN AGE
Francisco
Javier Rubio Muñoz
Universidad de Salamanca
Recibido: 31/06/2019 Aceptado: 23/09/2019
Resumen
Durante buena parte de la Edad Moderna, la Universidad
de Salamanca fue el centro de educación superior más importante de la Monarquía
Hispánica. Su influencia quedó plasmada no sólo en el imaginario colectivo,
sino también a través de una simbología cuya expresión plástica fue muy intensa
en Salamanca y otras ciudades no necesariamente universitarias. El objetivo de
esta investigación es ahondar en el significado de emblemas como el vítor, un
símbolo relacionado, en principio, con la vida académica pero que también va a
adquirir una dimensión religiosa en esta época. Metodológicamente se aborda el
análisis iconográfico de este tipo de grafismos a partir de un caso que,
paradójicamente, no se encuentra en la ciudad salmantina, si bien su influencia
es evidente. Para ello se han utilizado fuentes documentales e iconográficas,
primarias e impresas, relacionadas con la devoción y el fervor inmaculista del
siglo XVII en España. En definitiva, se pone de relieve la irradiación de un
fenómeno cuya doble vertiente, universitaria y mariana, quedó plasmada en
lugares periféricos relativamente lejanos al Studium Salmanticensis.
Palabras clave: Arte religioso, Historia
moderna, Historia religiosa, iconografía, Inmaculada Concepción, Monarquía
Hispánica, Universidad de Salamanca, vítor.
Abstract
The University of Salamanca was the most
important center of higher education in the Hispanic Monarchy for much of the
Modern Age. Its influence was reflected not only in the collective imagination,
but also through a symbolism whose artistic expression was intense in Salamanca
and other cities. The main objective of this research is to address the meaning
of emblems such as ‘vitor’, a symbol linked, in principle, to university life,
although it will also acquire a religious dimension at this time. From the
methodological point of view, this article deals with the iconographic analysis
of this type of graphics from a case that, paradoxically, is not found in the
city of Salamanca, although its influence is evident. To achieve this, primary
and printed documentary and iconographic sources have been used, all related to
the immaculistic devotion and fervor of the 17th century in Spain. In short, it
aims to highlight the irradiation of a phenomenon whose double aspect, university
and religious, was reflected in peripheral places relatively distant from the
Studium Salmanticensis.
Keywords: Religious art, Modern history, Religious history, iconography,
Immaculate Conception, Spanish Monarchy, University of Salamanca, vítor.
“¡Vítor la Virgen, señores, concebida sin pecado!”.
[Lope de Vega, La
limpieza no manchada, 1618]
I. La Universidad de Salamanca y su universo simbólico
en la Edad Moderna
Las estructuras mentales y culturales de cada época
quedan reflejadas en las manifestaciones iconográficas que son producidas
dentro de una sociedad. En la Edad Moderna, la conciencia del tempus fugit se entreveraba con el
sentimiento religioso, algo que quedó plasmado en el universo simbólico del
momento. Y es que la necesidad de dejar un nombre para las generaciones
venideras fue cada vez más evidente, sobre todo si se había ascendido
socialmente a través de los mecanismos disponibles[1].
Efectivamente, desde finales del Medioevo se asistió a
un paulatino proceso de transformación de las formas de promoción social, muy
vinculado a la consecución de méritos intelectuales que alcanzaron una
extraordinaria relevancia. Así, el cursus
honorum originado por los estudios universitarios era equiparable, como
mínimo, a los méritos militares. Una controversia, la de las letras versus armas, que Cervantes puso en boca
de don Quijote, algo que refleja su omnipresencia durante el periodo moderno.
En este contexto, las universidades jugaron un papel
esencial, lo cual explica su proliferación en el ámbito hispánico desde el
siglo XVI. Al terminar la Edad Media, el naciente Estado moderno fundamentó sus
bases en un complejo sistema burocrático y administrativo que ejecutaba la
autoridad del monarca. Desde los Reyes
Católicos, los monarcas fueron reforzando paulatinamente su posición
incorporando a su servicio no sólo a la nobleza, sino también a un cuerpo de
letrados, que, gracias a su formación universitaria, conseguirán ocupar un
papel importante en la toma de decisiones[2]. Así pues, la
conformación de la denominada Monarquía Hispánica fue el resultado de un
proceso en el que las universidades, sobre todo la de Salamanca, fueron el
instrumento principal para dotar al sistema de un aparato burocrático y
administrativo de servidores fieles e instruidos. Esto era perceptible por
coetáneos como Gil González Dávila, quien, al hablar en 1606 de la Universidad
de Salamanca, decía que “toda España la respecta y reverencia tanto, que a ella
sola se acude a pedir leyes, consejos y derechos para bien vivir y gobernar,
sacando de aquí hombres para el gobierno de sus Reynos y Monarquía”[3]. Se entiende, pues,
la proliferación de estas instituciones de educación superior, cuyo crecimiento
fue exponencial con respecto a sus precedentes medievales.
El Estudio salmantino asumió un papel predominante,
entre otros motivos, por ser el alma
mater de las universidades hispanas y por contar con una trayectoria de
varios siglos desde su fundación en 1218. No obstante, su etapa de esplendor
coincidiría, a grandes rasgos, con los reinados de Felipe II (1556-1598) y
Felipe III (1528-1621), lo cual quedó reflejado en varios hechos. Por un lado,
el crecimiento de la matrícula estudiantil en el último cuarto de siglo dio
lugar a que fuera la universidad más numerosa de su tiempo, tanto en Europa
como en América. Por otro lado, la importancia de sus estudios, principalmente
jurídicos y teológicos, pero también filológicos, tuvo una doble consecuencia:
en el plano institucional, la generación de un cuerpo de burócratas servidores
del Estado y la Iglesia en sus muy diversas áreas; en el cultural, la
convergencia de intelectuales como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Fray
Luis de León o El Brocense, por citar algunos[4].
El ámbito universitario también forjó una simbología
que adoptó morfologías diversas, entre las que cabe destacar el denominado
vítor. Se trata de un emblema compuesto por las letras de la palabra vítor que
se superponen unas encima de otras, cuyo origen podría remontarse hasta la
época clásica con relación a ciertos restos propagandísticos conservados en
Pompeya[5]. Parece ser que se
recuperarían durante el Renacimiento siguiendo la estela de los Triunfos de Petrarca, de modo que en
Salamanca comenzarían a utilizarse en el siglo XV, un momento en el que el papa
Luna favorece especialmente a la Universidad; tanto así que el emblema de su
escudo papal (la media luna con los cuernos descendentes) se incorporaría al
símbolo del vítor[6].
El vítor podía referirse a una persona de la que
también suele quedar constancia de su nombre y/o apellidos, muy frecuentemente
escritos de forma abreviada. Normalmente aparecen en lugares visibles,
acompañados de otros símbolos que completarían el acto de rotular, que es como
se denominaba en la época al momento en el que se pintaban estos grafismos.
Plumas o palmas y espadas, escudos de los diversos colegios mayores o menores,
símbolos marianos, letras capitales de diversas naciones o grupos de
estudiantes según un origen geográfico o incluso dibujos burlescos completan
este aparato simbólico[7]. En cuanto a su
composición, carecemos de un estudio pormenorizado que haya analizado los
pigmentos, si bien los últimos trabajos indicarían que se realizaban con
almagre entre otros elementos[8].
En cuanto a la común relación directa y unívoca que
tradicionalmente se ha hecho entre el vítor y el acto de doctoramiento, las
últimas investigaciones apuntan en un sentido diferente. En el caso salmantino,
el análisis de los individuos vitoreados y la documentación de la época indica
que la mayor parte de los homenajeados con un vítor no respondía a los fastos
de la consecución de un grado, sino más bien a otros actos académicos como la
obtención de cátedras u otros puestos universitarios[9]. En ellos tendría
un papel clave la natio del
catedrático, un grupo de apoyo de estudiantes que, según Covarrubias, solían
realizar “cierta manera de triunfo y vitoria en las universidades que
lleva[ba]n en hombros al catredático sus apasionados y devotos” y que en no
pocas ocasiones terminaba de forma conflictiva con otras naciones mismamente a
la hora de rotular[10]. Los vítores
también tendrían algún nexo con otros cargos y actos académicos e, incluso, con
el nombramiento de oficios en la Iglesia o el Estado. Esto explicaría la
aparición de vítores en núcleos urbanos que no albergan universidades, si bien,
por norma general, hacen mención de individuos que habrían cursado estudios
superiores, una característica cada vez más extendida entre quienes lograban
medrar en la sociedad moderna.
II. El vítor: de emblema
académico a iconografía mariana
Desde el siglo XVII, la Universidad de Salamanca se
vio directamente afectada a nivel institucional por la controversia en torno a
la Inmaculada, algo que redundó en algunas de sus manifestaciones simbólicas
como los vítores. Los cambios no afectaron al patrón de representación ni al
carácter laudatorio de estos grafismos, sino más bien a la introducción de
nuevos emblemas y significados de índole religiosa, principalmente relacionados
con María. Todo este proceso fue síntoma de la evolución de la propia
definición teológica de la Virgen, cuya representación iconográfica y literaria
había ido perfilándose desde la Edad Media según diferentes concepciones.
1. María Inmaculada como mulier amicta sole
La iconografía inmaculista fue el producto de un largo
proceso histórico en el que hay que destacar la relación que se fue forjando
entre dos elementos fundamentales: María y el Sol. Este vínculo reflejaba una
forma de devoción e iconografía mariana bastante difundida desde época
medieval, aunque no sería hasta finales del siglo XVI cuando se identificaría a
la Mulier amicta sole del Apocalipsis
con la Inmaculada Concepción[11]. Posteriormente,
conoció una expansión en el siglo XVII al calor del fervor concepcionista cuya
defensa sería asumida por diferentes teólogos e instituciones de la época,
entre las que cabe destacar la propia Universidad de Salamanca.
La identificación de María como la mujer descrita en
el Apocalipsis[12] proviene de la
tradición oriental, siendo la primera representación en occidente la del
Apocalipsis del Beato de Liébana (siglo VIII) vinculándose posteriormente a
diferentes advocaciones marianas como la Asunción o el Rosario[13]. Efectivamente, la
liturgia de la festividad de María Asunta al cielo (15 de agosto), incluye,
desde época de san Bernardo de Claraval (1090-1153), la lectura de dicho pasaje
del Apocalipsis, como muestra uno de los sermones del santo para dicha
celebración. En el texto, san Bernardo apostillaba “mira omnino vicinitas solis et mulieris”[14].
No obstante, la visión más estricta de la tradición
bernardina prohibía la representación iconográfica del limbo solar vinculado a
María, algo que fue poco observado por pintores y miniaturistas. En efecto,
desde el siglo XIV, los rayos solares junto a la imagen de María aparecen
caracterizando su versión apocalíptica de tal modo que en las centurias
siguientes fueron cada vez más frecuentes las imágenes de orantes frente a una
visión de la imagen de Maria in Sole en
las miniaturas de los libros devocionales, retablos e imágenes; algo definido
como un verdadero mass media en la
época[15].
Al concluir la Edad Media todavía no existía una
separación en la iconografía del misterio de la Asunción y la de la Inmaculada
Concepción. Prueba de ello fue la actitud del papa Sixto IV a propósito de la
institución, en 1476, de la festividad de la Inmaculada Concepción para el día
8 de diciembre. El pontífice otorgó numerosas indulgencias, entre las que se le
atribuye una de 11000 años a quien rezase “ante
ymaginem marie virginis in sole”[16]. Con todo, la
Asunción de María en su representación apocalíptica se expandió a finales del
siglo XV y comienzos del siglo XVI[17]. No será hasta
finales del quinientos, una vez concluido el Concilio de Trento, cuando se
defina un modelo inmaculista, que combinaba la representación de María amicta sole con elementos vinculados a
la concepción sine macula de la
Virgen, en alusión al Eclesiástico “Ab
initio ante saecula creata sum”[18].
No sólo la iconografía recogió esta definición
mariana, sino también la literatura del siglo de Oro se hizo eco de obras en
las que María se vincula al astro rey en diversas variantes, destacando la
metáfora de la Virgen superando o venciendo al sol en diversas cualidades como
la belleza, brillo, luz…[19] Algunos ejemplos
pueden encontrarse en autores de la segunda mitad del siglo XVI, como fray Luis
de León, catedrático de la Universidad de Salamanca. El fraile agustino, en su
“Octava a Nuestra Señora”, describía a María superando al sol en hermosura[20], un recurso
similar al de su oda titulada “A Nuestra Señora”, escrita durante su estancia en prisión (1572-1576); en ella se
incide en la idea de María como modelo de pureza por encima del sol además de
hacer una clara alusión a la Inmaculada Concepción[21]. De forma coetánea
a fray Luis también se recoge la idea de María venciendo al sol en Sebastián de
Córdoba (1575), quien en uno de sus sonetos pone en boca del Padre Eterno las
instrucciones que daría al arcángel San Gabriel para anunciar a la Virgen que
concebiría Jesús por obra del Espíritu Santo[22]. Pocos años
después, Lope de Vega, quien dedicó numerosos versos a la Virgen María,
utilizaba la figura del sol vencido de forma recurrente en los versos titulados
“El nacimiento del señor Jesús” (1612)[23].
Sin salirnos de esta identificación mariana y solar,
resultan elocuentes algunas obras dotadas de un aparato iconográfico comentado
en donde María aparece directamente identificada con el sol, como la de Pedro
de Alva y Astorga, teólogo franciscano que en su época fue uno de los más
arduos defensores de la Inmaculada Concepción. El padre Alva escribió “Sol Veritatis” (1650), un tratado sobre
dicho dogma que justifica sus tesis sobre el nacimiento de María sin pecado
original apoyándose o rebatiendo las ideas de otros autores[24].
Iconográficamente, el libro se abría con una compleja alegoría en donde aparece
María como sol de justicia, en referencia a la profecía de Malaquías, “et orietur vobis timentibus nomen meum Sol
Iustitiae et sanitas in pennis eius”[25] (Imagen 1). También del mismo autor es
la obra Radii Solis zeli seraphici coelis
veritatis en la que igualmente hace una comparación entre María y el Sol,
los símbolos del zodiaco y su defensa por la orden franciscana (Imagen 2)[26].
Imagen 1. Inmaculada como Sol iustitiae según la obra de Pedro de
Alva y Astorga titulada Sol Veritatis
(1660). Universidad de Granada (http://digibug.ugr.es/handle/10481/5181).
Imagen 2. Alegoría de la
concepción sin mancha de la Virgen María como sol radiante en la obra Radii Solis de Pedro de Alva y Astorga
(1666). Biblioteca Digital de Castilla y León (http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=31336)
En la misma línea hay que mencionar también la obra
del agustino Joannes de Leenheer, titulada “Virgo
María Mystica” (1681) y enteramente dedicada a la imagen de María y su
relación con el sol, cuyos emblemas se adornaban con el anagrama mariano en el
centro de un sol y las palabras de San Bernardo[27] (Imagen 3).
Imagen 3. Emblema primum “Omnes thesauri sapientiae et scientiae in
Maria”, de la obra “Virgo Maria
Mystica” de Johannes de Leenheer (1681), con el símbolo mariano en el
centro solar. Original de la Biblioteca Pública de Lyon.
2. La conversión del símbolo universitario en
iconografía mariana
Los ejemplos mostrados son algunas referencias que nos
hablan de un modelo mariano en el que confluyeron la mujer del Apocalipsis y la
Inmaculada, el cual se extendió por la Monarquía Hispánica a comienzos del
siglo XVII al hilo del fervor concepcionista profesado por todos los estamentos
sociales[28]. Esta
representación devocional llegó a calar hondo, incluyendo instituciones como
las universidades del ámbito hispánico. Concretamente, la
Universidad de Salamanca defendió a ultranza este dogma, no sólo por un
fervor religioso, sino como muestra de la estrecha relación que guardaba con la
Monarquía[29]. En 1617 el rey Felipe III se dirigía a
las universidades para que intercediera ante la Santa Sede en favor de la
definición dogmática de la Inmaculada Concepción, algo que, en el caso de
Salamanca, se acató de inmediato[30].
Para mostrar su apoyo a la postura real, el claustro
universitario aprobó hacer un estatuto que fijó, en abril de 1618, un voto de
juramento de defender la Inmaculada Concepción obligatorio para todos los que se
graduasen entre sus muros; los maestros fray Agustín Antolínez, fray Pedro de
Herrera, fray Luis Bernardo y el doctor Antonio Pichardo se encargaron de
redactarlo[31]. La adhesión de la Universidad al dogma inmaculista fue
motivo de grandes celebraciones organizadas por el propio Estudio, algo que
consideramos como un punto de inflexión en el cambio iconográfico del vítor. En
efecto, los fastos motivados por la fusión del acto académico de graduación
junto al teológico y devocional del juramento también tendrían su correlato
literario e iconográfico desde el mismo momento de la fiesta.
El Estudio salmantino esperó a octubre de 1618 para
iniciar las festividades; la razón no era otra que aprovechar una mayor
afluencia de estudiantes iniciando el curso[32]. En julio de ese
mismo año se presentaba el programa que contemplaba, entre otras celebraciones,
“quel dia siguiente después del juramento se haga en el patio de Escuelas un
auto a Nuestra Señora de la Conception”[33]. A tal efecto, la
Universidad encargó a Lope de Vega la elaboración de una comedia titulada “La
limpieza no manchada”, por la que recibió cien escudos[34].
El día anterior a las celebraciones, el 28 de octubre
de 1618, se levantaron altares por la ciudad de Salamanca en las calles por
donde pasaría una procesión con la imagen de la Inmaculada desde el convento de
las Úrsulas a la Catedral. Algunos de los altares, como el de los jesuitas o el
de los agustinos, se decoraron con cartelas que contenían pinturas y poesías,
en castellano y en latín, entre las cuales podemos destacar algunas cuyos
versos lanzaban vítores (o vivas) a la Virgen María, mezclados con metáforas
entre María y el sol[35].
La procesión salió el 29 de octubre, con la
concurrencia de autoridades civiles, académicas y eclesiásticas, así como
estudiantes y toda la ciudad. Las corporaciones y cofradías sacaron
estandartes, destacando el del Estudio salmantino, que era “de damasco blanco
con una imagen de Nuestra Señora en su Concepción, por la una parte, y a las
espaldas della en un tafetán azul de poco más de vara en quadro escrito con
letras de plata muy legibles, y grandes, aquel lugar del capítulo 13 de Judith:
Vivit dominus, quia non permisit
coinquinari ancillam suam” [36]. Se trata, por tanto, de una aclamación
que estilísticamente responde al modelo del vítor. A la procesión concurrieron
las cofradías de las naciones estudiantiles, entre ellas, la de Extremadura,
que iba junto a Andalucía y La Mancha tras un estandarte de damasco blanco con
la imagen de la Concepción. La cofradía de esos tres lugares se encargó de
regresar con la imagen del altar de las Escuelas Mayores (que procedía del
convento de Valparaíso) al monasterio de San Agustín, entonando el Ave Maris Stella[37].
El lunes 29 de octubre tuvo lugar el estreno de la
comedia de Lope de Vega. Esta obra, junto con los versos citados que adornaban
los altares y estandartes, pueden ser considerados como el hito inicial a la
hora de adoptar el símbolo mariano en el contexto de los vítores universitarios[38]. La obra fue
estrenada en el patio de Escuelas el 29 de octubre de 1618 por la compañía de
Baltasar de Pinedo, siendo tal su éxito que fue puesta en escena en tres
ocasiones durante esa semana[39]. La inclusión de
vítores universitarios a la hora de aclamar la concepción sin mancha de María
es un recurso que Lope utilizó en varias ocasiones de una forma intencionada.
De ello se percató el padre Juan Márquez, catedrático de Vísperas de Teología,
que decía que en la obra se estuvo “victoreando a la Virgen, al uso de
Salamanca, contra el pecado original”[40].
En efecto, en el segundo acto, el personaje que
representa la alegoría de la Duda pierde su razón de ser tras admitir el misterio
de la Inmaculada Concepción. En ese momento, la Duda proclamaba abiertamente
“que el Desengaño me llamo:/ ¡Vítor a la Virgen divina!¡Vítor mil veces!” una
aclamación a María que Lope de Vega reiteraría poco después, al final de ese
segundo acto, en boca de la misma Duda durante un diálogo con el personaje del
Pecado: “¡Vítor la Virgen, señores, / concebida sin pecado!”. Por último, en el
tercer acto, la Duda, contenta y dispuesta a publicar que ya no se llama así
sino Desengaño, observa a cuatro estudiantes que contemplan el cartel
anunciante de las fiestas universitarias en honor a la Inmaculada. Uno de
ellos, llamado Zoquete, comenzó a leer en alto, diciendo “muy bien sé que se
hacen fiestas/ a la limpia Concepción, / y que al juramento son/ aquestas
glosas compuestas/ […] por tanto, Universidad/ jurad tan santo estatuto”. En
ese momento, otro estudiante aclamaba “¡Vítor, vítor; está bien![41].
Al día siguiente prosiguieron los concursos dentro de
las celebraciones inmaculistas, entre ellos la competición del estafermo, cuyos
participantes debían inscribirse con un pseudónimo, acudir disfrazados y
ofrecer, tras superar la prueba, una divisa y letra dedicados a la Concepción,
o lo que es lo mismo, un símbolo acompañado de unos versos explicativos[42]. Los premios
variaban entre un penacho de plumas para el mejor disfraz, una sortija de oro
para la mejor divisa y letra: diez varas de seda al mejor puntero, o “al que
peor lo hiziere, un espejo en que se mire”. La divisa y las letras iban en un
escudo o cartela, que los “aventureros” o concursantes entregaban al jurado una
vez superadas las pruebas. Entre ellos destacó una pareja de estudiantes
madrileños vestidos “con turbantes y vestidos de turcos” que habían firmado
como Amurates y Solimán, cuya divisa era “pintada una Virgen, vestida de Sol, y
la Luna a los pies, a los lados decía: Signum
magnum. Y al pie esta letra: Gran milagro que no cause/ eclipse ni sombra
alguna/ la tierra entre Sol y Luna”[43].
Versos, teatro, estandartes, carteles y motivos con
morfologías varias dirigidos a ensalzar a María acompañaron a los fastos por el
voto inmaculista. Todos tienen un nexo común: el uso del vítor como forma de
aclamación, un hecho que no parece casual en el contexto universitario
salmantino debido a la costumbre estudiantil de rotular vítores que hemos
mencionado. Sin embargo, el uso del vítor mariano, originado muy probablemente
en la fiesta de 1618, pronto trascendió las fronteras de la ciudad de
Salamanca.
III. Símbolos universitarios en la periferia de la Monarquía
Hispánica
El ámbito de influencia del Studium Salmanticensis abarcó no sólo a la Península Ibérica, sino
a los espacios europeos y de ultramar que, desde finales del siglo XV,
pertenecían a la Corona. No en vano, el modelo salmantino se exportó a las
nuevas fundaciones americanas como México o Lima, a mediados del siglo XVI. Sin
embargo, se trataba de una universidad poco permeable a presencia de
extrapeninsulares entre sus aulas, sobre todo tras el cierre de fronteras
decretado por Felipe II en 1552 en un intento de realizar un cordón sanitario
contrarreformista[44]. Ello
explica la considerable presencia de población universitaria procedente de
entornos periféricos con ciudades de cierta relevancia; tal era el caso de lo
que en la época se conocía como territorio extremeño.
Según las fuentes históricas universitarias -libros de
matrícula, principalmente- y a efectos académicos y administrativos, los
universitarios provenientes de las diócesis de Coria, Plasencia, Badajoz y los
territorios de las órdenes militares se agrupaban en la natio o nación de Extremadura. La representatividad de la nación de
Extremadura en el Estudio del Tormes no es desdeñable, alcanzando su máximo en
los últimos lustros del siglo XVI. Así, según los libros de matrícula del curso
1594-1595, los estudiantes extremeños alcanzaban casi el 10 % del total de
estudiantes (6199), unos 576 individuos, siendo las ciudades de Cáceres,
Trujillo, Mérida o Badajoz las que registraron un mayor éxodo estudiantil[45]. Además, contaban
con un símbolo propio, el vítor con una E coronada (Imagen 4).
Imagen 4. Vítores en el
patio de Escuelas Mayores de la Universidad de Salamanca. Nótese la simbología
del vítor, con la superposición de las letras y la media luna invertida, así
como la “E” coronada de la nación de Extremadura.
No obstante, la costumbre de rotular un vítor se
extendió por numerosos enclaves no sólo de la península Ibérica sino también de
otros territorios de la Monarquía Hispánica (Italia y el Nuevo Mundo), sin ser
necesariamente ciudades universitarias[46]. Para averiguar
las razones de este fenómeno fuera de Salamanca hay que indagar en algunas
relaciones que existían con la universidad y que son imperceptibles a simple
vista. Es el caso de algunas ciudades extremeñas como Trujillo, que ocupará el
análisis de este estudio por haberse descubierto recientemente algunos de estos
símbolos, pero también las sedes episcopales de Coria y Plasencia conservan
estos vestigios que nacen en el mundo universitario salmantino[47].
1. La Universidad de Salamanca y una ciudad
periférica: Trujillo (Cáceres)
Los estudios de casos se han demostrado útiles para
dar a conocer algunas dinámicas históricas que quedan ocultas en visiones más
generalistas y que, a su vez, las completan y matizan[48]. Es una de las
razones por las que se ha abordado el análisis de una ciudad aparentemente
ajena a Salamanca como es Trujillo, ya que, algunos vínculos -como los que unen
a la Universidad salmantina con enclaves periféricos- sólo pueden entenderse al
realizar un examen del pasado a pequeña escala.
Lo que se denomina Tierra de Trujillo, según la
división administrativa del siglo XVI, estaba situada dentro de la llamada
también Provincia de Trujillo, comprendiendo ésta la mayor parte del actual
territorio extremeño[49]. En el contexto
general de las diócesis y de la natio
de Extremadura, Trujillo era una de las ciudades que más estudiantes aportaba
en todos los cursos, entre 30 y 35 anuales según los libros de matrículas[50]. En este sentido,
durante el curso 1594-95 lidera a las diócesis extremeñas junto con Cáceres (40
estudiantes)[51].
Si echamos un vistazo a las facultades que más demanda
tienen entre los estudiantes procedentes de la Tierra de Trujillo durante el
curso 1594-95, Cánones es la primera, con una proporción del 47%. Los
canonistas proceden sobre todo de Trujillo (17 estudiantes). A continuación,
los artistas son los más numerosos, con un 20 % y un total de 11 matriculados
trujillanos. En tercer lugar, destacan, igualados al 11% de la Tierra de
Trujillo, los estudios de Leyes y Gramática, que atraen en total a 12
individuos. Son predominantemente legistas los trujillanos (5 estudiantes),
mientras que también se destacan entre los gramáticos (3 estudiantes). En el
caso de Teología, encontramos sólo a tres estudiantes de Trujillo, mientras que
en Retórica sólo encontramos uno de dicha ciudad[52].
En definitiva, este primer análisis cuantitativo
revela algunos lazos de cierta relevancia entre una ciudad periférica como
Trujillo y la Universidad de Salamanca, ya que el contingente estudiantil que
partió tanto de este núcleo como de su Tierra fue relativamente considerable y
constante durante el último tercio del siglo XVI, momento de apogeo del Estudio
Salmantino[53]. Sin embargo, estos vínculos no se reflejan
sólo en las cifras; también en el universo simbólico universitario que quedó
plasmado en algunos edificios trujillanos. Unos símbolos que, como veremos,
encierran significados relacionados con el fervor mariano de la época.
2. El universo simbólico universitario en la periferia
Los símbolos identificados como vítores localizados en
la ciudad de Trujillo se encuentran en el templo del antiguo convento de San
Francisco y en la iglesia de la Preciosa Sangre. Para ello, se delimitará, en
primer lugar, la ubicación de los grafitos, antes de pasar a su descripción.
Con respecto al primero de los vítores, hay que señalar que los franciscanos de
la Orden Tercera erigieron su casa en Trujillo a comienzos del siglo XVI
asentándose en lo que fue una mezquita entre otras construcciones
preexistentes. En 1564 Pedro Marquina continuaría el proyecto de Pedro de
Ybarra de modo que la fábrica se fue ampliando gracias a las donaciones y
limosnas procedentes principalmente del concejo trujillano[54]. Así, en 1600 se
procedió al traslado del Santísimo Sacramento a la nueva iglesia, la cual
todavía tenía la capilla mayor sin construir; ello no fue impedimento para
inaugurar el nuevo templo, ya que “se atajó el sitio con un paredón, y sirve el
cuerpo restante”, repartiéndose las capillas colaterales a “personas devotas
que las compraron al síndico”[55].
Las dimensiones del complejo conventual y sus
elementos artísticos nos sitúan ante una obra de gran envergadura, de la cual
destaca, en su exterior, la portada principal del templo, construida en
mampostería y sillería a finales del siglo XVI. Un gran arco de medio punto y
dovelas radiadas, enmarcado por dos alfices, permite la entrada a la iglesia.
Sobre el arco y en una hornacina se sitúa una imagen de San Francisco en
posición central, flanqueada a ambos lados por dos grandes escudos en relieve.
A la derecha de la imagen, el blasón imperial de Carlos V; a su izquierda, el
escudo de la ciudad (la Virgen de la Victoria entre dos torres) y sobre la
estatua del seráfico padre, un relieve del Padre Eterno. Tres vanos completan
la portada: uno en el centro, por encima del segundo alfiz y culminado con un
frontón triangular que alberga en su interior el escudo franciscano de las
cinco llagas, al tiempo que otros dos ventanales flanquean a ambos lados las
dovelas del arco de acceso. Enmarcan el conjunto algunos esgrafiados con
motivos vegetales y geométricos, entre otros[56] (Imagen 5).
Imagen 5. Portada de la
Iglesia conventual de San Francisco (Trujillo, Cáceres).
Ya hemos aludido a que los vítores se pintaban,
generalmente, en lugares vistosos. El deseo de ser contemplados en público
refuerza su significado propagandístico, máxime cuando se ubican en la portada
de edificios religiosos relevantes para una ciudad. Era el caso de los franciscanos
en Trujillo, cuya iglesia, tal y como fue descrita en el momento de ser
construida, posee una “fachada de la puerta, que es hermosa y grave, [y] tiene
las armas Reales, y las de la Ciudad”[57]. La ubicación del
vítor, por tanto, no puede considerarse casual, ya que se pinta en el lugar más
visible del prominente edificio[58]. Los símbolos,
pintados en rojo, se sitúan en los sillares que forman los estribos del arco de
acceso al templo en su fachada principal, tanto en el lado izquierdo como en el
derecho. Comenzando por el lado izquierdo, se observa la primera línea del
texto en el sillar inmediatamente por debajo de la línea de imposta, mientras
que hay un segundo grafismo situado en el centro del siguiente sillar debajo
del mencionado (Imágenes 6 y 7).
|
|
Imágenes 6 y 7.
Ubicación de la primera parte del vítor en el estribo izquierdo de la portada
(lado del evangelio). Iglesia conventual de San Francisco (Trujillo, Cáceres).
La erosión y el degaste producido por el paso del
tiempo dificultan su lectura, sumado a la abreviación libre de las palabras o
la superposición de letras, algo común en la epigrafía de la época. Por esta
razón se ha tenido que recurrir al tratamiento informático de la imagen,
logrando interpretar la existencia de una C que contiene en su interior otra
letra de menor tamaño: una posible H o, quizás, una E. A continuación, se
observa claramente una A, seguida de otro símbolo que encierra varias letras:
una T que a su vez es el mástil de una R y de una posible E, todas englobadas
dentro de una D. La R tiene la particularidad de que su terminación final se
extiende por debajo de la grafía siguiente. Finalmente, hay claramente una D
situada, como decíamos, por encima del trazo de la R anterior, que, junto al
trazo vertical que la compone, sugiere una L superpuesta a la D. Dentro de esta
última aparece un símbolo, pero se halla tan borroso que desconocemos de qué se
trata, quizás una letra (R o una O) o un dibujo, como ocurre en otros casos
salmantinos[59].
En el sillar inmediatamente inferior se sitúa otro
grafismo, en la parte central. Al establecer analogías con otros vítores
salmantinos parece ser que representa el anagrama del vítor, esto es, la
superposición de letras que conforman dicha palabra. Por debajo de este símbolo,
se constata la existencia de más letras, con la particularidad de aparecer en
minúsculas. Su mal estado de conservación hace que sean prácticamente
ilegibles, si bien podrían son comparables a lo que en Salamanca se
correspondería con la cátedra conseguida o con los actos de conclusiones del
vitoreado[60]. De poder leerse,
posiblemente indicarían las razones por las que se pintó el vítor en el
edificio franciscano.
Los símbolos encontrados en el estribo de la derecha
de la portada estarían compuestos por letras y dibujos, los cuales terminan en
la línea de imposta y se distribuyen transversalmente por sucesivos sillares.
En un lugar central del estribo se ubican unos grafismos que pueden ser
interpretados de dos formas. En primer lugar, podría tratarse de la
superposición de una A y una M, sobre las cuales se ubicarían dos coronas, una
sobre otra, en la misma vertical. La otra interpretación sería que no habría
letras sino tres coronas, superpuestas sucesivamente siguiendo una línea
vertical. Estos símbolos aparecen flanqueados por dos elementos cuya
interpretación, por analogía con los vítores salmantinos, está fuera de dudas.
A la izquierda, aparece una palma o una pluma, mientras que a la derecha se
observa una espada. Finalmente, por debajo de los emblemas descritos se
observan restos de pintura que podrían corresponder a letras u otros símbolos
muy deteriorados (Imágenes 8 y 9).
|
|
Imágenes 8 y 9. Continuación del vítor en el estribo derecho de la
portada (lado de la epístola). Iglesia conventual
de San Francisco (Trujillo, Cáceres).
La aparición de los símbolos del convento franciscano
en sendos estribos del arco de entrada al templo no indica que se traten de
elementos inconexos; más bien todo lo contrario. Ejemplos salmantinos constatan
que los vítores podían repartirse por varios espacios, normalmente siguiendo la
misma línea, pero sin tener en cuenta vanos u otros elementos arquitectónicos[61]. Estos rasgos lo
conectarían con la tradición universitaria salmantina del vítor como elemento
laudatorio.
El estado de conservación de los vítores de San
Francisco sólo permite formular hipótesis que, a lo sumo, establecen una
cronología amplia y conjeturan sobre el significado de lo que hay pintado. Los
datos aportados por fray José de Santa Cruz indicarían que el vítor dataría,
como muy temprano, de finales del siglo XVI, ya que la portada se concluyó
entre 1595 y 1596. El 21 de enero de ese año, el ayuntamiento trujillano
libraba al cantero Alonso Sánchez “ocho ducados por el andamio que puso para
dorar los escudos de la puerta de la iglesia de San Francisco”. Por tanto,
podrían datarse a finales del quinientos o principios del seiscientos, como
mínimo.
Con respecto a la Iglesia de la Preciosa Sangre, su
construcción tuvo lugar entre 1627 y 1635 a expensas del trujillano Gabriel
Pizarro de Hinojosa, inquisidor de Córdoba y Granada fallecido en 1625. En su
testamento, Don Gabriel Pizarro indicaba que la finalidad de la iglesia de la
Preciosa Sangre sería la de servir para su propio enterramiento y como sede del
cabildo de capellanes de Trujillo, el cual se estableció en ella partir de 1635[62]. Son destacables
los vínculos del patrono del templo con la Universidad de Salamanca, ya que
Gabriel Pizarro aparece matriculado como manteísta en los estudios de Cánones
en el curso 1574-1575, licenciándose antes de 1587 y doctorándose probablemente
en Valencia entre dicho año y 1588[63]. Informaciones
ulteriores lo sitúan en el Colegio Mayor de Cuenca, al menos, en los cursos
1594-96 y en 1598-99 en donde desempeñó el cargo de capellán[64]. No cabe duda de
que su paso como colegial lo catapultó a las más altas instituciones
eclesiásticas, ya que un año más tarde (1600) iniciaría su ascenso desempeñando
el cargo de Inquisidor de Córdoba, pasando después por los tribunales de
Valencia (1603) y Granada (1611)[65].
De forma similar al caso franciscano, la ubicación de
los vítores en la iglesia de la Preciosa Sangre es intencional, ya que
claramente buscan llamar la atención de los viandantes según vienen de la Plaza
Mayor, razón para no encontrarse en la portada principal la cual se sitúa
longitudinalmente con respecto a la calle.
En este caso los vítores se encuentran en los sillares que conforman la
arista del chaflán en el lado de la epístola del exterior del templo,
concretamente en su cara lateral derecha.
Los trazos que hemos identificado como vítores están
bastante bien conservados, al menos los de la parte superior. Están situados en
una posición muy elevada, con lo cual intuimos que el autor tuvo que subirse a algún
tipo de escalera. Por la morfología de las letras, parece ser que fueron
pintadas desde la arista del chaflán, dado que estas van disminuyendo de tamaño
a medida que se alejan de ese punto. En una primera línea de sillares parece
adivinarse una S seguida de O y una L inclinada hacia la izquierda. Utilizando
el mástil de la L aparece una E, mientras que sobre el trazo horizontal de la L
se apoya una V con una pequeña O volada en su interior. A excepción de la S,
que es de un tamaño mayor, el resto de las grafías descritas ofrecen una
proporción similar. A continuación, se disponen otras letras en cuyo cuerpo va
en disminución: una V, una I, lo que parece ser una N y una C, la más pequeña
de todas quizás por estar más alejada de la mano ejecutora. En un plano
inferior, ocupando las siguientes dos líneas de sillares, se vislumbran unos
trazos que no hemos conseguido identificar completamente[66]. En cuanto a su
cronología, la iglesia de la Preciosa Sangre estaba concluida, al menos su
parte exterior, en 1635, de modo que los emblemas deben ser posteriores a esta
fecha[67] (Imágenes 10 y 11).
|
|
Imágenes 10 y 11. Vítor en
el lado de la epístola. Iglesia de la Preciosa Sangre (Trujillo, Cáceres).
En síntesis, los procesos erosivos de los soportes graníticos
donde se pintaron los vítores, además de su ubicación en el exterior -con la
consecuente exposición a los fenómenos atmosféricos- han provocado un deterioro
variable de este tipo de símbolos que, además, eran elaborados con materiales
orgánicos. A pesar de las dificultades de lectura e interpretación, los
grafismos todavía perduran como expresión cultural de una época en la cual,
como señalamos al principio, el elemento religioso estaba presente en todas las
facetas de la vida. En este sentido, muy probablemente el significado de estos
elementos se liga, sin desvincularse a lo académico y laudatorio, al fervor
mariano vivido desde finales del siglo XVI y, sobre todo, en el siglo XVII.
3. Ecos periféricos de la devoción mariana
universitaria: datación y significado
Como se señaló anteriormente, el vítor estudiantil se
convirtió en aclamación mariana dentro de la literatura, algo que no tardó en
tener su correlato en la expresión iconográfica de este símbolo. Y es que a
tenor de la implicación de la Universidad de Salamanca en la defensa
inmaculista, la bibliografía más reciente ha demostrado que la costumbre de
pintar el vítor se adhirió a la causa mariana, de modo que al significado
académico original se sumó un sentido religioso[68]. Así, el anagrama
“vítor” pudo acompañarse con símbolos marianos, o directamente sustituirse por
éstos; algo que, por otra parte, no debe extrañar tras la obligación del
juramento a la Inmaculada para los graduados que acabamos de mencionar. Este
hecho, sumado al carácter de aclamación de este tipo de grafías, como hizo Lope
de Vega -sea la palabra “vítor” o los símbolos marianos- nos lleva de nuevo al
estudio de los casos mencionados en la ciudad de Trujillo (Cáceres).
El esquema del vítor propiamente dicho apenas cambió a
lo largo de la Edad Moderna, lo cual facilita su identificación como tal, pero,
a su vez, complica su datación[69]. Bien es cierto
que a lo largo del siglo XVII la tipografía puede ornamentarse notablemente en
algunos casos, pero no es algo generalizado y, en esencia, el patrón es el
mismo. Por otra parte, los estudios en torno a los vítores confirman que, al
menos en Salamanca, la construcción donde aparece un vítor no se vincula
siempre o directamente con la persona, en su caso, vitoreada, si bien los
sillares o las dovelas de los arcos de entrada suelen concentrar este tipo de
inscripciones por ser un lugar visible para el público. Tampoco parece existir
una correspondencia directa entre individuos e importancia del edificio en que
fueron pintados los vítores, aunque fuera del ámbito salmantino sí que podría
darse tal relación; los casos de las catedrales de Ciudad Rodrigo o Plasencia,
que contienen vítores de miembros del clero catedralicio, parecen confirmarlo[70].
Teniendo en cuenta lo anterior, es posible que los
vítores de la ciudad de Trujillo tuvieran un nexo universitario en relación con
el lugar donde fueron rotulados, dado que tanto la iglesia del convento de San
Francisco como el templo de la Preciosa Sangre son edificios vinculados indirectamente
con la Universidad de Salamanca. Ya se citó el vínculo salmantino de Gabriel
Pizarro, fundador de la Sangre, si bien el templo franciscano no permaneció
ajeno a la Universidad del Tormes. Efectivamente, se han contabilizado hasta
ocho individuos con el grado de doctor o maestro enterrados en su interior. Era
el caso, por ejemplo, de los doctores Antonio Rodríguez de Orellana, padre del
doctor Antonio de la Parra y del Maestro Blas de Orellana, que con seguridad
pasaron por las aulas de Salamanca en el siglo XVI. También era universitario
el doctor Hernando Valverde Melgo, sepultado en 1616, y el doctor Diego
Vázquez, muerto hacia 1647. O los doctores Marcos de Orellana, Cristóbal García
de Orellana y Felipe Díaz de Orellana, todos del mismo linaje[71].
La lectura de la combinación de las grafías del
estribo izquierdo según accedemos al templo parece decir CHATEDRDº[72]. Una de las
posibilidades que ofrece la miscelánea de signos es la de CHADETRDº,
interpretado como CHA[NTRE] (o CHA[PELLÁN]) DE TR[UJILLO] DO[CTOR]. En este
caso podría aludir al mencionado Antonio de la Parra, doctor por Salamanca in utroque iure (en ambos derechos,
civil y canónico) y beneficiado de la principal parroquia de Trujillo, Santa
María Mayor[73]. Según reza la
sepultura, el doctor Antonio de la Parra falleció en 1600, misma fecha de
consagración del templo, por tanto, el vítor podría datarse en el último lustro
del siglo XVI, en el lapsus entre la construcción de la portada (1595-1596) y
la construcción del mausoleo del mencionado doctor. No obstante, también existe
la posibilidad de que honrase al mismo individuo una vez fallecido, si bien la
casuística en torno a vítores post mortem
es muy poco frecuente[74].
Con respecto a los símbolos del lado derecho de la
portada de San Francisco, la A y la M podrían ser las iniciales de Ave María,
reproduciendo las palabras del ángel Gabriel al saludar a la Virgen[75]. Sobre él
aparecerían dos coronas, aludiendo quizás a la Virgen en sus misterios de la
Inmaculada Concepción y de la Asunción a los cielos. Pero, como ya dijimos
antes, las letras A M podrían tratarse de una tercera corona, refiriéndose a
las tres fiestas principales en honor a la Virgen María (Asunción, Concepción y
Natividad)[76]. Estas
celebraciones estaban muy presentes en las devociones privadas de los siglos
XVI y XVII, un factor importante para entender el clima de religiosidad que
pudo motivar tanto el tema como la ubicación de los vítores en Trujillo. En
este sentido, y a modo de ejemplo, merece la pena detenerse un instante en las
devociones marianas de los Pizarro, linaje trujillano vinculado tanto al
convento de San Francisco como a la iglesia de la Preciosa Sangre[77].
El marqués Francisco Pizarro, conquistador del Perú,
había dejado constancia de su devoción por la Virgen María en no pocas
ocasiones[78]. En su propio
testamento (1541) expresó claramente su inclinación concepcionista, mandando
“fundar y hedificar una yglesia e capellanía en la çibdad de Truxillo que es en
los Reynos de España de donde yo soy natural e nasçido […]; la advocación de la
qual ha de ser Nuestra Señora de la Concepción, de quien yo he sido muy deboto
y he tenydo y tengo especial deboçión […]”[79]. A lo largo del
testamento, Francisco Pizarro muestra precisamente su devoción mariana en sus
tres festividades más importantes, solicitando al papa una “bulla de
indulgencia plenaria de las tres fiestas mayores de Nuestra Señora del año que
son nuestra señora de la Concepción y nuestra Señora de Agosto y Nuestra Señora
de Septiembre […][80]. Finalmente, en
una minuta posterior que modificaba algunas disposiciones de su testamento, se
preocupaba en incluir “expresamente de
verbo ad berbum el y[m]no de Ave
Maris Stella”[81]. Un himno que, por cierto, sería el
elegido por la cofradía de la nación de Extremadura para la procesión del
juramento concepcionista que la Universidad de Salamanca realizó en 1618, como
se vio anteriormente.
Siguiendo con el vítor franciscano, el emblema mariano
aparece flanqueado por sendos símbolos que ofrecen mayor facilidad de
interpretación. Tanto en Salamanca como en otros lugares ambos grafismos
expresan la frecuente controversia entre las armas (espada) y letras (pluma),
si bien podría tratarse también de una palma victoriosa[82]. El origen de esta
disputa estaría en la conversión de los estudios universitarios (jurídicos,
principalmente) como vía de ascenso social frente a los que habían conseguido
una posición preeminente por la vía militar[83].
El templo de la Preciosa Sangre de Trujillo también
aparece vinculado con la Universidad de Salamanca en tanto que su fundador,
Gabriel Pizarro de Hinojosa, pasó por sus aulas como canonista y posteriormente
como colegial de Cuenca. La grafía del vítor, que recordamos era “SOLEVºVINC”,
puede interpretarse como “SOLE V[IRG]O VINC[IT]” (la Virgen triunfa sobre el
sol). Como se ha visto, la tradición iconográficamente concepcionista que
vinculaba a María Inmaculada como Mulier
amicta sole era sobradamente conocida. Sin embargo, en este análisis
microhistórico las devociones locales contribuyen a profundizar en las causas y
el significado, en una simbiosis iconográfica que mezcla aclamaciones de origen
universitario, dogmas teológicos y manifestaciones marianas locales.
El fervor mariano
generalizado en la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y XVII había
tenido precedentes en la ciudad de Trujillo desde época medieval. El 15 de
agosto era el momento en el que la ciudad conmemoraba a su patrona, de modo que
a mediados del siglo XVI el concejo trujillano instituyó el voto a la Virgen de
la Victoria en su festividad de la Asunción, quedando constancia de este hecho
el 12 de agosto de 1555 en el que “justicia y regidores de él [concejo]
juntamente con el cabildo desta cibdad ficieron un voto solemne ante la imagen
de Nuestra Señora de la Victoria desta cibdad de facer una procesión el día de
Nuestra Señora de la Asunción de cada un año como parescerá scripto”[84].
El día de la
patrona se acompañaba de grandes festejos, entre ellos corridas de toros y
colaciones varias que nos recuerdan a las celebraciones realizadas en la
Universidad de Salamanca por motivo de la obtención de los grados mayores. En
este ambiente festivo eran realizados los vítores universitarios salmantinos,
que ensalzaban a doctores, catedráticos y otros cargos académicos. Esto nos
lleva a pensar en el posible vínculo entre la existencia de estos grafismos
marianos en Trujillo y una intencionalidad clara de ensalzar la fiesta principal de la ciudad, sobre todo el vítor
de la Preciosa Sangre, ubicado muy cerca de la Plaza Mayor, espacio público por
excelencia. Basta recordar que el emblema de la citada iglesia aludía a la
Virgen y al sol, uno de los motivos de las divisas concepcionistas en los
fastos salmantinos de 1618 que reivindicaba el nexo mariano con la mujer del
Apocalipsis y que también había sido el motivo iconográfico y litúrgico de la
Asunción[85].
Finalmente, hemos de traer a colación al inquisidor
Gabriel Pizarro de Hinojosa, fundador del templo de la Preciosa Sangre, en
tanto que aparece ligado al culto mariano, tal y como hicieran otros miembros
de su linaje. En 1670 se continuaba celebrando “la misa y procesión de las
Ánimas, la Salve Magna los sábados y las vísperas de Nuestra Señora del
Inquisidor Don Gabriel Pizarro de Hinojosa”[86]. Eso indicaría que en su testamento probablemente dejó una
manda destinada a este tipo de oficios por su devoción a María; no debe
extrañarnos, pues, la ubicación del vítor mariano en el templo que ordenó
fundar.
Conclusiones
La Universidad de Salamanca ejerció una influencia que
cruzó las fronteras de la propia ciudad como consecuencia de su papel central
en la educación superior de las élites de la Monarquía Hispánica durante la
Edad Moderna. Graduarse era, en la época, un requisito casi indispensable para
poder medrar en la sociedad y servir al Estado o la Iglesia en las múltiples
ocupaciones que ofrecía. Nombramientos y ascensos provenían del prestigio de
los estudios de Salamanca, pero no sólo; los vínculos de patronazgo, amistad,
paisanaje… forjados durante la etapa estudiantil también tenían un papel
fundamental en el capital social de los universitarios.
El fiel reflejo de estos ascensos en diversas
instituciones (además de la propia Universidad) fue la elaboración de una
iconografía aclamatoria en forma de vítores, inscripciones pintadas en la
superficie visible de edificios repartidos por diversos enclaves del ámbito
hispánico. La finalidad de estos grafismos, ligados a elementos académicos o de
promoción social, era claramente propagandística; también lo fueron cuando,
desde el siglo XVII, se incorporaron elementos religiosos. Efectivamente, el
vítor trascendió de lo académico a la devoción mariana gracias al fervor
inmaculista abiertamente profesado por la Universidad de Salamanca desde 1618,
fecha del voto concepcionista y los fastos que lo acompañaron.
A partir de ese momento, es probable que la rotulación
de vítores se fusionase con cuestiones teológicas y, sobre todo, devocionales;
una práctica que en poco tiempo se extendió hacia otros lugares. Y es que el
Estudio salmantino exportaba no sólo
individuos formados en su seno, sino, también, manifestaciones artísticas que
alteraban la morfología de lugares periféricos cuyos lazos con el mundo
universitario únicamente se hacen inteligibles a través de una investigación a
nivel microhistórico. Así, las diócesis de Coria y de Plasencia representaban
una considerable proporción de los universitarios procedentes de la natio de Extremadura, una de las ocho
naciones o grupos de solidaridad geográfica con un cierto peso en el
funcionamiento académico de la institución. La ciudad de Trujillo, una de las
localidades extremeñas que más universitarios enviaba a Salamanca, no fue ajena
a la costumbre de rotular vítores, como evidencia el descubrimiento de este
tipo de grafismos presentados en esta investigación.
Ahora bien, la interpretación de los vítores ofrece
ciertas dificultades, aunque parece más que plausible una vinculación con la
devoción mariana de Trujillo que se sumaría a la académica. En este punto, se
hace indispensable acudir a los elementos locales para abarcar la cuestión con
profundidad. A nivel de devociones privadas, el fervor religioso en torno a la
Virgen María, fuera en su Asunción o en su Inmaculada Concepción, estaba
arraigado entre sus habitantes, como muestra el ejemplo de la familia Pizarro.
Pero también a nivel institucional dicha devoción era notoria: la propia
ciudad, al igual que la Universidad de Salamanca haría posteriormente, profesó
un voto de juramento a María.
En definitiva, todos estos factores contribuyen al entendimiento
del fenómeno de extrapolación de los vítores universitarios en todas sus
dimensiones. Son, por tanto, el reflejo de la atmósfera cultural, religiosa y
festiva que se vivía no sólo en una ciudad periférica como Trujillo, sino
también en otros lugares de la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI y
XVII. Una expresión, el vítor, que nació en el ámbito académico y que alcanzó
gran popularidad a través de su uso como manifestación mariana, sin perder el
sentido triunfal que siempre lo caracterizó.
Ágreda, María
de Jesús de. Mística Ciudad de Dios, milagro de su omnipotencia y abismo de
la gracia: Historia divina y vida de la Virgen, madre de Dios […], tomo II.
Barcelona: Librería religiosa-Imprenta de Pablo Riera, 1670 (edición de 1870).
Alva y
Astorga, P. de. Radii Solis zeli
seraphici coelis veritatis, pro Inmaculate conceptionis mysterio Virginis
Mariae discurrentes per duodecim classe auctorum [...]. Lovaina:
Typographia Immaculatae Conceptionis sub signo gratiae, 1666.
Alva y Astorga, Pedro de. Sol veritatis cum
bentilabro seraphico, pro candidata aurora Maria in suo Conceptionis ortu
sacra, pura, Inmaculata […]. Madrid:
Imprenta de Pablo del Val, 1660.
Alvarado,
Manuel y Mateos, Manuel. “Convento de San Francisco en Trujillo: evolución,
historia y recuperación de elementos originales. En XIX Coloquios Históricos de Extremadura, 7-16. Trujillo: Centro de
Iniciativas Turísticas, 1994.
Andrés Ordax,
Salvador. “El arquitecto Pedro Marquina”. Norba.
Revista de arte, geografía e historia 4 (1983): 7-23.
Bastero, Juan
L. “La devoción mariana en las Universidades españolas”. Scripta Theologica 20(1) (1988): 201-220.
Calderón de la Barca, Pedro. La vida es sueño (1676). En
Autos sacramentales desde su origen hasta
fines del siglo XVII, editado por Eduardo González Pedroso. Madrid: M. Rivadeneyra impresor, 1865.
Calvo Portela, Juan I. “La Monarquía Hispánica
defensora de la Inmaculada Concepción, a través de algunas estampas españolas
del siglo XVII”. Anales de Historia del
Arte 23 (2013): 155-168.
Campos, Francisco J. La Inmaculada Concepción en España: religiosidad, historia y arte. Madrid:
Ediciones Escurialenses, 2005.
Carabias, Ana M. y Möller, Claudia. (2001). “Los estudiantes
de derechos del Colegio Mayor de Cuenca (1500-1845)”. Salamanca. Revista de
Estudios 47 (2001): 69-126.
Castañeda, Paulino y Cociña y Abella, Manuel J.,
coords. Sevilla y la inmaculada: XV simposio de historia de la Iglesia en
España y América. Córdoba: Cajasur, 2007.
Cea, Antonio. “Cuando
las cosas hablan. Devoción, patrimonio y mecenazgo en la sociedad salmantina”.
En Historia de Salamanca. Vol. VI:
Recapitulación, fuentes e índices, coordinado Ricardo Robledo, 387-395.
Salamanca: Centro de Estudios Salmantinos, 2012.
Claraval, Bernardo de. Opera genuina, juxta
editionem monachorum sancti benedicti, vol. 2. Lyon-París: Hermanos Perisse, 1845.
Córdoba, Sebastián de. Las obras de Boscan y Garcilaso trasladadas en materias cristianas y
religiosas (1575). Edición de A.
Valladares. Nuremberg: Clásicos Hispánicos, 2013.
Covarrubias, Sebastián de. Tesoro de la lengua castellana o española. Madrid: Luis Sánchez
impresor, 1611.
García Mahíques, Rafael. “Perfiles iconográficos de la
mujer del apocalipsis como símbolo mariano (I)”. Ars Longa 6 (1995): 187-197.
García Mahíques, Rafael. “Perfiles iconográficos de la
mujer del apocalipsis como símbolo mariano (II)”. Ars Longa (7-8) (1996-1997): 177-184.
Gibson, Walter S.
“Prayers and promises: The Interactive Indulgence Print in the Latter Middle
Ages”. En Push me, Pull You. Imaginative
and Emotional Interaction in Late Medieval and Renaissance Art, editado por
Sarah Blick y Laura D. Gelfand, vol. 1, 277-324. Leiden-Boston: Brill, 2011.
Ginzburg, Carlo. El
queso y los gusanos. Barcelona: Muchnik, 1991.
Giovannini, Violeta. “Descifrando Mística ciudad de Dios, obra de Sor María de Jesús de Ágreda”. EPOS 31 (2015): 165-176.
Gómez, Odilio. “Juramentos concepcionistas de las
universidades españolas en el siglo XVII”. Archivo
Ibero-Americano 15(59-60) (1955): 867-1045.
González Dávila, Gil. Historia de las antigüedades de la ciudad de Salamanca. Salamanca:
Imprenta de Artus Taberniel, 1606.
González Tornel, Pablo, coord. Intacta María. Política, y religiosidad en la España Barroca.
Valencia: Generalitat Valenciana-Museo de Bellas Artes de Valencia, 2017.
González, Tomás. Censo
de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo
XVI. Madrid: Imprenta real, 1829.
Hernández, Margarita. “Libro de juramentos del Archivo
de la Catedral de Salamanca”. Miscelánea
Alfonso IX (2003): 251-285.
León, Luis de. “A Nuestra Señora”. En Poesías de fray Luis de León, editado y
comentado por el Padre Ángel Custodio Vega, O.S.A., 70-71. Madrid: CUPSA
Editorial, 1978.
León, Luis de. “Octava a Nuestra Señora”. En Parnaso
Español: colección de poesías escogidas de los más célebres poetas castellanos,
editado por Juan J. López de Sedano, tomo
V. Madrid: Antonio de Sancha, 1771.
Levi, Giovanni. La
herencia inmaterial: la historia de un exorcista piamontés del siglo XVII.
Madrid: Nerea, 1990.
Lope de Vega. La
limpieza no manchada. Comedia de la Concepción Inmaculada de la Beatísima
Virgen María. Compuesta y escrita a excitación y por mandado de la Universidad
de Salamanca. Madrid: 1632.
Lope de Vega. Pastores
de Belén. Prosas y versos divinos de Lope de Vega. Dirigidos a Carlos Félix, su
hijo. Madrid: Juan de la Cuesta, 1612.
Lope de Vega. Rimas
humanas y otros versos, edición de Antonio Carreño. Barcelona, Crítica, 1998.
Marcos, Florencio. “La Universidad de Salamanca y la
Inmaculada”. Salmanticensis 1(3)
(1954): 539-605.
Márquez, Juan. Relación
de las fiestas que la Universidad de
Salamanca celebró desde el 27 hasta el 31 de octubre del año de 1618 al
juramento del nuevo estatuto, hecho en dos de mayo, del dicho año, de que todos
sus graduados defenderán la Pura y Limpia Concepción de la Virgen Nuestra
Señora, concebida sin mancha de pecado original. Salamanca: Imprenta de
Antonia Ramírez viuda, 1618.
Martín Guerrero, José. Corona de doce estrellas, misteriosa y gozosa de la Virgen María
Nuestra Señora, laureada con su dolorosa soledad […]. Madrid: Imprenta de Juan
de San Martín, 1754.
Martínez Díez, Gonzalo. “Extremadura, origen del
nombre y formación de las dos provincias.” Anuario
de la Facultad de Derecho de Cáceres 2 (1983): 59-119.
Miranda, Bartolomé y Orellana, Juan. “La iglesia de la
Preciosa Sangre de Cristo de Trujillo. Nuevos datos para su historia
artística”. XL Coloquios Históricos de
Extremadura, 321-357. Trujillo: Asociación Cultural Coloquios Históricos de
Extremadura, 2012.
Novísima Recopilación de las leyes de España, tomo IV,
Libro VIII, Título IV, Ley I. Madrid: 1805.
Pacheco, Francisco. Arte de la pintura, su antigüedad y grandezas […]. Sevilla: Simón
Fajardo Impresor, 1649.
Pelorson, Jean-Marc. Los letrados juristas castellanos bajo
Felipe III: investigaciones sobre su puesto en la sociedad, la cultura y el
Estado. Valladolid: Junta de Castilla y León, 2008.
Poiré, Francisco. La
tríplice corona de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios. Madrid:
Imprenta de la compañía de impresores y libreros del reino, 1854.
Porras Barrenechea, Raúl. “El testamento de Francisco
Pizarro, conquistador del Perú”. Cuadernos
Hispanoamericanos 131 (1960):
200-282.
Ramos, José A.
“Nuestra Señora de la Luz en Trujillo. Orígenes y proyección del franciscanismo
en Extremadura”. Guadalupe 709 (1991): 24-27.
Ramos, José A. y San Macario, Óscar. Trujillo y los pueblos de su tierra: estudio
de los púlpitos como elemento litúrgico y artístico. Badajoz: Iberoprint, 2014.
Ringbom, Sixten.
“Maria in Sole and the Virgin of the Rosary”. Journal of the Warburg and Courtauld Institutes 25 (3/4) (1962):
326-330.
Rodríguez Cruz, Águeda. Historia de la Universidad de Salamanca. Salamanca: Fundación Ramón
Areces, 1990.
Rodríguez de la Flor, Fernando. Atenas castellana: ensayos sobre cultura simbólica y fiestas en la Salamanca
del Antiguo Régimen (estudios de Arte). Valladolid: Junta de Castilla y
León, 1989.
Rodríguez Sánchez, Ángel. Cáceres, población y comportamientos demográficos en el siglo XVI. Cáceres:
Caja de Ahorros y Monte de Piedad, 1977.
Rodríguez-San Pedro, Luis E. La
Universidad de Salamanca del Medievo al Renacimiento (1218-1516/29). Aspectos
históricos, poderes y saberes. Salamanca: Ediciones Universidad de
Salamanca, 2013.
Rodríguez-San Pedro, Luis E. La Universidad Salmantina del Barroco. Periodo 1598-1625. Salamanca:
Ediciones Universidad de Salamanca-Caja de Ahorros y Monte de Piedad de
Salamanca, 1986.
Rodríguez-San Pedro, Luis E. “Los vítores triunfales en el ámbito hispánico. Anotaciones para su
historia”. En Lienzos del recuerdo.
Estudios en homenaje a José Mª Martínez Frías editado por Lucía Lahoz y
Manuel Pérez Hernández, 553-562.
Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2015.
Rodríguez-San Pedro, Luis E.
“La nación de Vizcaya en las universidades de Castilla. Siglos XVI-XVIII”. Revista de Historia Moderna. Anales de la
Universidad de Alicante 20 (2002): 5-89.
Rodríguez-San Pedro, Luis E. y Weruaga, Ángel. “Glorias académicas. Los
vítores clásicos de Salamanca, siglos XV-XVIII”. En De vítores y letras, editado por
Eduardo Azofra, y Emiliano Gil, 10-25. Salamanca: Ediciones Universidad de
Salamanca, 2017.
Rodríguez-San Pedro, Luis E. y Weruaga, Ángel. Elogios
triunfales: origen y significado de los vítores universitarios salmantinos (ss.
XV-XVIII). Salamanca: Servicio de Publicaciones Universidad Pontificia de
Salamanca, 2011.
Rubio Muñoz, Francisco J.
“La Inquisición en tiempos de Fray Luis de León. El proceso contra el
bachiller Juan Escribano, regente de griego en el Colegio Trilingüe de la
Universidad de Salamanca (1575-1576)”. Cuadernos
de Historia Moderna 42/1 (2017): 107-127.
Rubio Muñoz, Francisco J. "La vida en el Colegio
Trilingüe a través del bachiller Juan Escribano, catedrático de griego de la
Universidad de Salamanca en la segunda mitad del siglo XVI". Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija 20/2
(2017): 335-358.
Rubio Muñoz, Francisco J. “La nación de Extremadura en la Universidad de Salamanca durante su
etapa clásica”. Norba, Revista de
Historia 24 (2014): 225-256.
Rubio Muñoz, Francisco J. “Solidaridad estudiantil y actitudes
ante la vida y la muerte en la Universidad de Salamanca del siglo XVI: la
nación de Extremadura”. Tiempos Modernos.
Revista electrónica de Historia Moderna 32 (2016/1): 178-203.
Rubio Muñoz, Francisco J. La convulsa vida de un humanista olvidado. Juan Escribano, profesor de
griego en la Universidad de Salamanca (1533-1590). Salamanca: Centro de
Estudios Salmantinos, Serie Maior, 2017.
Ruiz Maldonado, Margarita. “Dos pinturas de una efeméride
salmantina: 6 de mayo de 1618”. Papeles
del Novelty (2000): 45-56.
Ruiz Maldonado, Margarita. “Testimonios artísticos del
fervor inmaculista de la Universidad de Salamanca”. Miscelánea Alfonso IX (2009): 255-271.
Ruíz-Gálvez, Estrella, coord. L’Immaculisme. Un imaginaire religieux dans sa projection sociale. París:
Harmattan, 2009
Ruíz-Gálvez, Estrella. “Sine Labe. El inmaculismo en la
España de los siglos XV a XVII: La proyección social de un imaginario
religioso”. Revista de Dialectología y
Tradiciones Populares 63(2) (2008): 197-241.
Saavedra, José A. “Aclaraciones al respecto de la técnica
empleada en la rotulación de los vítores salmantinos”. En De vítores y
letras, editado por Eduardo Azofra y Emiliano Gil, 26-35. Salamanca: Ediciones Universidad de
Salamanca, 2017.
Sáenz Berceo, M.ª del Carmen. “Los inquisidores del Tribunal
de Valladolid durante el reinado de Felipe II”. Revista
de la Inquisición 8 (1999): 43-83.
Santa Cruz, Juan de. Crónica de la Provincia
franciscana de San Miguel. Madrid:
Imprenta de la Viuda de Melchor Alegre, 1671.
Sanz, Francisco.
“Esgrafiados. encintados y enjalbegados renacentistas en torno al curso
medio-bajo del rio Tagia”. Paisajes modelados
por el agua: entre el arte y la ingeniería, coordinado por María del Mar
Lozano Bartolozzi y Vicente Méndez Hernán, 445-461. Cáceres: Editora Regional
Extremeña-Universidad de Extremadura, 2012.
Soria Mesa, Enrique. La realidad tras el espejo. Ascenso social y limpieza de sangre en la
España de Felipe II. Valladolid: Síntesis/Universidad de Valladolid, 2016.
Soriani, Rosanna. “Dos composiciones a la Virgen: fray
Luis de León y Francesco Petrarca”.
Revista chilena de literatura 43 (1993): 31-65.
Stratton, Suzanne. “La Inmaculada Concepción en el
arte español”. Cuadernos de arte e
iconografía 1(2) (1988): 3-28.
Tena Fernández, Juan. Historia de Santa María de la Victoria,
patrona de Trujillo. Cáceres: Comarca de Trujillo - Revista informativa de
la Hermandad de la Virgen de la Victoria (1º ed. 1930), 2000.
Tena Fernández, Juan. Trujillo histórico y
monumental. Alicante:
Talleres de Artes Gráficas, 1968.
Francisco Javier Rubio Muñoz
Departamento de Historia
Medieval, Moderna y Contemporánea
Facultad de Geografía e
Historia
Universidad de Salamanca
Facultad de Geografía e
Historia, C/ Cervantes s/n
37002, Salamanca (España)
https://orcid.org/
0000-0003-3922-6528
[1] Era el caso de los conversos,
presentes en todos los estamentos y en la administración de la Monarquía. Véase
Enrique Soria Mesa, La realidad tras el
espejo. Ascenso social y limpieza de sangre en la España de Felipe II
(Valladolid: Síntesis/Universidad de Valladolid, 2016).
[2] Luis E. Rodríguez-San Pedro, La Universidad de Salamanca del Medievo al
Renacimiento (1218-1516/29). Aspectos históricos, poderes y saberes
(Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2013).
[3] Gil González Dávila, Historia de las antigüedades de la ciudad de
Salamanca (Salamanca: Imprenta de Artus Taberniel, 1606), 182-183.
[4] Otros profesores que no son apenas
conocidos comienzan a emerger tras las últimas investigaciones, como el caso
del helenista Juan Escribano. Véase Francisco J. Rubio-Muñoz, "La vida en
el Colegio Trilingüe a través del bachiller Juan Escribano, catedrático de
griego de la Universidad de Salamanca en la segunda mitad del siglo XVI", Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija 20/2
(2017): 335-358; y, del mismo autor,
“La Inquisición en tiempos de Fray Luis de León. El proceso contra el bachiller
Juan Escribano, regente de griego en el Colegio Trilingüe de la Universidad de
Salamanca (1575-1576)”, Cuadernos de
Historia Moderna 42/1 (2017): 107-127.
El personaje se ha tratado más ampliamente en Francisco J. Rubio-Muñoz, La convulsa vida de un humanista olvidado.
Juan Escribano, profesor de griego en la Universidad de Salamanca (1533-1590) (Salamanca:
Centro de Estudios Salmantinos, Serie Maior, 2017).
[5] Luis E. Rodríguez-San
Pedro y Ángel Weruaga, Elogios
triunfales: origen y significado de los vítores universitarios salmantinos (ss.
XV-XVIII) (Salamanca: Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca,
2011), 7 y 23. Por desgracia, el estudio de este tipo de emblemas apenas ha
centrado la atención de los investigadores hasta hace poco tiempo; tan sólo
contamos con los estudios que mencionamos, los cuales abordan la
cuestión, por primera vez, de forma rigurosa. Hasta entonces, sólo existían
aproximaciones que se apoyaban en lo anecdótico y en datos históricos
dispersos. Sobre los vítores, indican los investigadores, se han elaborado
multitud de tópicos en torno a su composición y a su significado, extendiéndose
la idea errónea de que se pintaban con la sangre de los toros lidiados durante
la celebración de los doctorados. No en vano, estas generalidades difícilmente
contrastables actualmente llenan de contenido las explicaciones de guías y
textos turísticos sobre la ciudad. Esto explica, por otro lado, el
desconocimiento y la actual falta de consideración de estos vestigios que nos
hablan de una parcela cultural y social muy interesante en la Edad Moderna.
[6] Luis E. Rodríguez-San Pedro, “Los vítores triunfales en el ámbito hispánico.
Anotaciones para su historia”, en Lienzos
del recuerdo. Estudios en homenaje a José Mª Martínez Frías, ed. Lucía
Lahoz y Manuel Pérez Hernández (Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca,
2015), 554.
[7] Una nación congregaba principalmente a
estudiantes, pero también a profesores, de procedencia geográfica común. A modo
de cofradía, contaban con unos vínculos de solidaridad y con elementos que los
distinguían de otras naciones: lugares de reunión, culto, libros de registro…
Las naciones en la Universidad de Salamanca eran ocho: Galicia, Campos,
Castilla la Nueva, Extremadura, Andalucía, Vizcaya, Aragón y Portugal. En Luis
E. Rodríguez-San Pedro, “La nación de Vizcaya en las universidades de Castilla.
Siglos XVI-XVIII”, Revista de Historia
Moderna. Anales de la Universidad de Alicante 20 (2002): 29-30 y 51.
[8] José A. Saavedra, “Aclaraciones al
respecto de la técnica empleada en la rotulación de los vítores salmantinos”,
en De vítores y letras, eds. Eduardo Azofra y Emiliano Gil (Salamanca:
Ediciones Universidad de Salamanca, 2017), 26-34.
[9] Luis E. Rodríguez-San Pedro y Ángel Weruaga,
“Glorias académicas. Los vítores clásicos de Salamanca, siglos XV-XVIII”, en De
vítores y letras, eds. Eduardo Azofra y Emiliano Gil (Salamanca: Ediciones
Universidad de Salamanca, 2017), 15-21.
[10] Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española (Madrid:
Luis Sánchez impresor, 1611), fol. 475 v.
[11] Rafael García Mahíques, “Perfiles
iconográficos de la mujer del apocalipsis como símbolo mariano (I)”, Ars Longa 6 (1995): 187.
[12] Apocalipsis 12:1, “Apareció en el cielo
una gran señal, una mujer cubierta del Sol, y debajo de sus pies la Luna, y
coronada de doce estrellas su cabeza”.
[13] García Mahíques, “Perfiles
iconográficos”, 189.
[14] “Maravíllate completamente de la
cercanía del sol y de la mujer”. Bernardo de Claraval, Opera genuina, juxta editionem monachorum
sancti benedicti. (Lyon-París: Hermanos
Perisse, 1845), vol. 2, 388.
[15] Sixten
Ringbom, “Maria in Sole and the Virgin of the Rosary”, Journal of the Warburg and Courtauld Institutes 25-3/4 (1962):
327-328.
[16] Ringbom, “Maria in Sole”, 326-327. No hallaba Ringbom pruebas
documentales de tal indulgencia, si bien señalaba que, a tenor de la
iconografía, probablemente Sixto IV sería, al menos, indirectamente responsable
de la difusión de dicha indulgencia, vinculada a su defensa de la Inmaculada
Concepción. Véase también sobre el modelo de Virgo in Sole, Walter S. Gibson,
“Prayers and promises: the Interactive Indulgence Print in the Latter Middle
Ages”, en Push me, Pull You. Imaginative
and Emotional Interaction in Late Medieval and Renaissance Art, eds. Sarah
Blick y Laura D. Gelfand (Leiden-Boston: Brill, 2011), vol. 1, 277-324.
[17] El jesuita Johannes Molanus ajustaría la
iconografía de la Asunción a partir del modelo español en 1568 y que sería
tomado como base de la Tota Pulchra
inmaculista. García Mahíques, “Perfiles iconográficos”, 194 y Rafael García
Mahíques, “Perfiles iconográficos de la mujer del apocalipsis como símbolo
mariano (II)”, Ars Longa 7-8,
(1996-1997): 178.
[18] Eclesiástico 24: 9, “Él me creó desde el
principio, antes de los siglos”. Suzanne Stratton, “La Inmaculada Concepción en
el arte español”, Cuadernos de arte e
iconografía 1(2) (1988): 41 y ss.; García Mahíques, “Perfiles
iconográficos… (II)”, 177. Se considera a la Inmaculada de Juan de Juanes
(1537) como forma canónica del modelo español, que incluía a la mujer del
Apocalipsis identificada con María y rodeada de símbolos de la letanía mariana
tomados del Cantar de los Cantares. Este modelo es el descrito por Pacheco en
1649 y sería difundido en Europa por el impresor flamenco Martin de Vos.
Francisco Pacheco, Arte de la pintura, su
antigüedad y grandezas […] (Sevilla: Simón Fajardo Impresor, 1649),
481-484.
[19] Los ejemplos en las obras de la época
son numerosísimos, razón para exponer algunos de los más representativos que
clarifican la representación mariana y solar en los vítores.
[20] “Lucero rutilante de la aurora / Sol
harto más hermoso que el sol claro”. En Luis de León, “Octavas a Nuestra
Señora”, en Parnaso Español: colección de poesías escogidas de los más célebres
poetas castellanos, ed. Juan J. López de Sedano (Madrid: Antonio de Sancha
Impresor, 1771), tomo V, 45.
[21] “Virgen que el sol más pura, / gloria de
los mortales, luz del cielo” […] “Virgen del sol vestida, de luces eternales
coronada” […] “Virgen, no inficionada/ de la común mancilla y mal primero / que
al humano linaje contamina”. Luis de León, “A Nuestra Señora”, en Poesías de fray Luis de León, ed. Padre
Ángel Custodio Vega, O.S.A. (Madrid: CUPSA Editorial, 1978) 70-71. No obstante,
algunos estos versos, señalaba el padre Ángel, constituían una metáfora
inspirada en los versos de Petrarca fechados en la segunda mitad del siglo XIV
titulados “Vergine bella, che di sol vestita”. Rosanna Soriani, “Dos
composiciones a la Virgen: fray Luis de León y Francesco Petrarca”, Revista chilena de literatura 43 (1993):
43.
[22] Así, decía “allí está en Nazaret, ciudad
florida / y en ella una tal flor, que el azucena / no se le iguala y aun el sol
se queda / vencido de su lumbre, la cual tengo / electa y preservada para que
haya / efecto una merced que le concedo / al mundo miserable y sin descanso”.
Sebastián de Córdoba, Las obras de Boscan
y Garcilaso trasladadas en materias cristianas y religiosas (1575), ed.
Antonio Valladares (Nuremberg: Clásicos Hispánicos, 2013), 211.
[23] “«Hermosa María», / dice el sol,
vencido, / «de vos, ha nacido / el Sol que podía / dar al mundo el día / que ha
deseado». / Esto dijo, humillado, / a María el sol, / porque vio en sus brazos
/ otro Sol mayor”. Lope de Vega, Pastores
de Belén. Prosas y versos divinos de Lope de Vega. Dirigidos a Carlos Félix, su
hijo (Madrid: Juan de la Cuesta, 1612). El sol, rindiéndose ante María,
aparece vencido, existiendo ejemplos iconográficos al respecto. Lope de Vega, Rimas humanas y otros versos, ed. A.
Carreño (Barcelona, Crítica, 1998), 610. No obstante, como veremos,
consideramos su obra La limpieza no
manchada como hito de representación inmaculista universitaria.
[24] Pedro de Alva y Astorga, Sol veritatis cum bentilabro seraphico, pro
candidata aurora Maria in suo Conceptionis ortu sacra, pura, Inmaculata […]
(Madrid:
Imprenta de Pablo del Val, 1660).
[25] Malaquías 4:2, “Mas para vosotros que
teméis mi nombre, se levantará el sol de justicia con la salud en sus alas”.
Precisamente esta metáfora de María como sol de justicia es tomada por otros
autores coetáneos, como sor María de Jesús de Ágreda, monja concepcionista
conocida por sus visiones y por ser consejera de Felipe IV. En su obra Mística ciudad de Dios (1670) realizaba
unos comentarios sobre el apocalipsis identificando como tal al sol que cubre a
la mujer María de Jesús de Agreda, Mística
Ciudad de Dios, milagro de su omnipotencia y abismo de la gracia: Historia
divina y vida de la Virgen, madre de Dios […] (Barcelona: Librería
religiosa-Imprenta de Pablo Riera, 1670, ed. 1870), Tomo II, 29. La citada obra
se publicaría de forma póstuma en 1670. Así mismo, sor María de Jesús de Ágreda
había compuesto una letanía (1631) en donde se alaba a la Virgen como “Lucero
del eterno sol y luz inaccesible” y “Casa del sol”, la cual fue compuesta un
año antes y se publicó sin el permiso la monja concepcionista. Violeta
Giovannini, “Descifrando Mística ciudad
de Dios, obra de Sor María de Jesús de Ágreda”, EPOS 31 (2015): 163
[26] Pedro de Alva y Astorga, Radii Solis zeli seraphici coelis veritatis,
pro Inmaculate conceptionis mysterio Virginis Mariae discurrentes per duodecim
classe auctorum [...] (Lovaina:
Typographia Immaculatae Conceptionis sub signo gratiae, 1666).
[27] Joannes de Leenheer, Virgo Maria mystica sub solis imagine
emblematice expressa (Amberes, 1681). La obra se iniciaba con unos versos
dedicados titulados “Marianum solem in
lucem edenti” que continuaban “Quae
calamo illustrata tuo est sub imagine solis/ virgo, illustrari non meliore
queat./ Quot
versus, tot sunt radii, queis Virgo relucet,/ Et mulier sole est rursus amicta
suo./ Dumque facis docto
splendescere carmine solem,/ Hic sol in tenebriis te latitare vetat” (“Hacia la luz
que emite el sol mariano: La Virgen, ilustrada por tu cálamo bajo la imagen del
sol/ no pueda ser ilustrada mejor./ Tantos versos, tantos son los rayos, que la
Virgen reluce,/ y la mujer está vestida por el Sol de nuevo. / Mientras haces
resplandecer el sol con el canto docto/ el sol impide aquí ocultarte entre las
tinieblas”). Leenheer trataba de explicar la metáfora solar a través de una
descripción de las virtudes de María equiparándolas a las del astro rey, entre
ellas, la sabiduría y la ciencia, como en el Emblema primum: “Omnes
thesauri sapientiae et scientiae in Maria”.
[28] La bibliografía en torno al fervor
inmaculista es muy abundante, destacando los trabajos contenidos en la reciente
publicación de Pablo González Tornel, coord. Intacta
María. Política, y
religiosidad en la España Barroca (Valencia: Generalitat
Valenciana-Museo de Bellas Artes de Valencia, 2017) y el volumen 3(5) de
Magallánica. Revista de Historia Moderna, dedicado a La Inmaculada concepción, la Monarquía y el mundo. También ha sido
tratado por Estrella Ruíz-Gálvez, coord. L’Immaculisme.
Un imaginaire religieux dans sa projection sociale (París: Harmattan, 2009)
y, de la misma autora, “Sine Labe. El inmaculismo en la España de los siglos XV
a XVII: La proyección social de un imaginario religioso”, Revista de Dialectología y Tradiciones Populares 63(2) (2008):
197-241. Completan el panorama otras publicaciones frutos de congresos como Paulino Castañeda y Manuel J. Cociña y Abella, coords. Sevilla
y la inmaculada: XV simposio de historia de la Iglesia en España y América (Córdoba: Cajasur, 2007), sobre
todo el artículo de Carlos Ros, "La concepción inmaculada en la
historia" (15-34); además de Francisco J. Campos, La Inmaculada Concepción en España:
religiosidad, historia y arte (Madrid: Ediciones Escurialenses, 2005).
[29] Sobre la celebración y los fastos
universitarios con motivo del dogma inmaculista, ver Juan
Márquez, Relación de las fiestas que la Universidad de Salamanca celebró
desde el 27 hasta el 31 de octubre del año de 1618 al juramento del nuevo
estatuto, hecho en dos de mayo, del dicho año, de que todos sus graduados
defenderán la Pura y Limpia Concepción de la Virgen Nuestra Señora, concebida
sin mancha de pecado original (Salamanca: Imprenta de Antonia Ramírez
viuda, 1618). Para las universidades hispánicas, véase
Odilio Gómez, “Juramentos concepcionistas de las universidades españolas en el
siglo XVII”, Archivo Ibero-Americano
15(59-60) (1955): 867-1045; Juan L. Bastero, “La
devoción mariana en las Universidades españolas”, Scripta Theologica 20(1), (1988): 201-220. En el caso de
Salamanca, el inmaculismo ha sido estudiado por Florencio Marcos, “La
Universidad de Salamanca y la Inmaculada”, Salmanticensis
1(3) (1954): 539-605; Águeda Rodríguez Cruz, Historia de la Universidad de
Salamanca (Salamanca: Fundación Ramón Areces, 1990), 116; Margarita
Ruiz Maldonado, “Testimonios artísticos del fervor inmaculista de la
Universidad de Salamanca”, Miscelánea
Alfonso IX (2009): 255-271; Margarita Hernández,
“Libro de juramentos del Archivo de la Catedral de Salamanca”, Miscelánea Alfonso IX
(2003): 251-285. Cabe mencionar que la Iglesia católica no definió
la Inmaculada Concepción como dogma de fe hasta 1854 por el papa Pío IX.
[30] A tal efecto Felipe III había nombrado,
en 1617, una Real Junta (la segunda) para que defendiera en Roma el dogma
inmaculista, si bien la autora pasa por alto las peticiones del monarca a la
Universidad de Salamanca para que intercediera en este proceso y la institución
del juramento. Stratton, “La Inmaculada Concepción”, capítulo III “La
Inmaculada Concepción durante el reinado de Felipe III”.
[31] Marcos, “La Universidad de Salamanca”,
553 y ss. Finalmente, el voto a la Inmaculada quedó redactado
de esta forma: Ego N. Deo óptimo máximo
tibique sanctissimae gloriosissimae Virginis Mariae Matri eius votum facio
sancte promitto ac iuro te, quam beatam semper benedictam immaeulatam corde et
ore profitemur, sanctam a primo tuae conceptionis instanti ac per Jesuchrlsti
tui Deique filii unigeniti merita ab originali peccato praeservatam fuisse
publice et privatim asserturum defensurum praedicaturum nec ullo unquam tempore
ab ea sententia recessurum. Sic me Deus
adievet et sancta Dei evangelia. Amen. La significación de la
Universidad de Salamanca con la causa monárquica en defensa de la Inmaculada
quedó para la posteridad en una grisalla pintada a propósito de las honras
fúnebres por Felipe III (1621). Ambientada en un lugar imaginario, el cuadro
mostraba a la Inmaculada Concepción señalada por el monarca y flanqueado éste
por doctores universitarios que realizan el juramento inmaculista ante el papa
Paulo V. En la obra se puede leer la siguiente inscripción: “SUMMUS, UT INCTACTAM REGINAM, LABE
SACERDOS/CERNAT, REX CUPIENS, SCHOLA VOTA FACIT”, que significa “en
conformidad con el deseo del Rey, la Universidad hace votos para que el papa
declare a la Virgen Reina Inmaculada”. Margarita Ruiz
Maldonado, “Dos pinturas de una efeméride salmantina: 6 de mayo de 1618”. Papeles del Novelty, (2000): 45-56.
Los sucesores de Felipe III también continuaron la defensa del dogma
inmaculista, algo que quedó plasmado en la iconografía de la época. Juan I.
Calvo Portela, “La Monarquía Hispánica defensora de la Inmaculada Concepción, a
través de algunas estampas españolas del siglo XVII”, Anales de Historia del Arte 23 (2013): 155-168.
[32] La ciudad de Salamanca se sumó a la
celebró de fastos por la defensa inmaculista, adelantándose incluso a la propia
Universidad, si bien esta última permitió realizar el juramento desde el
verano, siendo el primero D. Martín López de Iturgoyen, colegial de San
Bartolomé, que se licenció con el voto concepcionista el 21 de julio de 1618.
Marcos, “La Universidad de Salamanca”, 563. Sobre la fiesta barroca en
Salamanca, véase Fernando Rodríguez de la Flor, Atenas castellana: ensayos sobre cultura simbólica y fiestas en la
Salamanca del Antiguo Régimen (estudios de Arte) (Valladolid: Junta de
Castilla y León, 1989).
[33] Archivo Histórico de la Universidad de
Salamanca, (en adelante AUSA) Libros de
Claustros, 87 (1617-1618), fol. 85 r.
[34] Lope de Vega, La limpieza no manchada. Comedia de la
Concepción Inmaculada de la Beatísima Virgen María. Compuesta y escrita a
excitación y por mandado de la Universidad de Salamanca, (Madrid: 1632),
ed. Librería Cervantes (Salamanca, 1972, 2º ed. 2018). El propio Lope, quien
dedicó la obra a la Marquesa del Toral, así lo explicaba: “Mandáronme las
Escuelas de Salamanca escribir esta comedia, con título de La Limpieza no
manchada, para el juramento que hicieron de defenderla: que fue la acción más
heroica y de mayor majestad y grandeza que desde su fundación se ha visto”. El
pago de la comedia a Lope de Vega en AUSA, Libros
de claustros, 87 (1617-1618), fol. 94 r.
[35] Por ejemplo, el altar de los agustinos
contenía una poesía titulada “Al juramento de la Universidad”, en donde se
decía “¡Viva la niña, viva, que bien jurada esta niña tan linda! / ¡Viva esta
niña de oro /, que es más que el armiño limpia!”. Así mismo, algunas de las
“colgaduras” contenían alegorías, como la que reflejaba “una paloma blanca que
iba volando, y debaxo, una muerte a un lado tirándole flechas, y a otro un
dragón levantándose en alto para emponçoñarla con el aliento; baxavan dos manos
del Cielo a recebirla”. Véase Márquez, “Relación de las fiestas”, 27-39 y 45.
[36] “Viva (o vive) el Señor, que no permitió
a su sierva ser manchada”. Márquez, “Relación de las fiestas”, 59.
[37] Ibidem,
53 y 80. Este himno también había sido elegido por el conquistador extremeño
Francisco Pizarro en su testamento (1541), como veremos más adelante.
[38] En el fervor religioso universitario
también tendrían influencia la lectura estudiantil de las Horas marianas, si
bien hubo quienes se oponían al dogma de la Inmaculada, como los dominicos;
ello, sumado a la confrontación entre defensores y detractores en el ámbito
urbano salmantino, se saldaría con la destrucción de una cartela inmaculista
bajo la imagen de la Concepción del parteluz de la catedral en 1660.
Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Glorias
académicas, 23, en donde señalan también la existencia de vítores con la C
mayúscula que podrían simbolizar la Concepción.
[39] Márquez, “Relación de las fiestas”, 81.
[40] Ibidem,
91.
[41] Lope de Vega, La limpieza no manchada, 63, 68 y 87, respectivamente.
[42] Siguiendo a Covarrubias el estafermo era
“una figura de un hombre armado que tiene embraçado un escudo en la mano
izquierda y en la derecha una correa con unas bolas pendientes o unas bexigas
hinchadas; está espetado en un mástil, de manera que se anda y vuelve a la
redonda. Pónenle en medio de una carrera y vienen a encontarle con la lança en
el ristre […] Algunas veces suele ser hombre que se alquila para aquello”.
Covarrubias, Tesoro de la lengua,
fol. 382 r y v.
[43] Márquez, “Relación de las fiestas”, 95,
en donde se indica la alusión clara al Apocalipsis.
[44] “De los Estudios de las universidades y su
reforma. Ley I. Prohibición de pasar los naturales de estos reynos a estudiar
en Universidades fuera de ellos.” Novísima Recopilación de las leyes de España, (Madrid: 1805), tomo IV, Libro VIII,
Título IV, Ley I, 21.
[45] Francisco J. Rubio Muñoz, “La nación de Extremadura en la Universidad
de Salamanca durante su etapa clásica”, Norba,
Revista de Historia 24 (2014):
230, 246 y 256. La existencia de estos grupos con base en ciertos ámbitos
geográficos es más relevante de lo que pudiera pensarse, teniendo en cuenta la
ausencia de una definición clara en la división territorial de la época. En
este sentido, la natio de Extremadura
se revelaría como uno de los primeros indicios de la idiosincrasia extremeña,
cuyo emblema de la E coronada aún puede observarse en lienzos y fachadas de
Salamanca.
[46] Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 74-76
[47] Debido a los límites en la extensión de
este artículo, se examinará el caso de Trujillo, el cual será completado en
futuras investigaciones sobre otras ciudades.
[48] La microhistoria es, efectivamente, la
metodología encargada de dar a conocer algunos procesos históricos que
normalmente pasarían inadvertidos en el estudio de las grandes dinámicas de la
Historia. Los estudios clásicos son los de Carlo
Ginzburg, El queso y los gusanos, (Barcelona:
Muchnik, 1991, 1ª ed. 1976); o Giovanni Levi, La herencia inmaterial: la historia de un
exorcista piamontés del siglo XVII (Madrid: Nerea, 1990, 1ª ed. 1985).
[49] La Tierra de Trujillo, según los censos
consultados para la realización de este trabajo, tenía 6200 vecinos pecheros,
unos 25 000 habitantes, en 1591, mientras que la ciudad de Trujillo contaba con
1580 vecinos (6300 habitantes aproximadamente con el coeficiente multiplicador
4). Tomás González, Censo
de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo
XVI (Madrid: Imprenta real, 1829), 79-80 y 364. El coeficiente
conversor de 3,78 en Ángel Rodríguez Sánchez, Cáceres, población y comportamientos
demográficos en el siglo XVI (Cáceres: Caja de Ahorros y Monte de Piedad,
1977). La Tierra de Trujillo limitaba al norte con la Tierra de Plasencia,
al oeste con la de Cáceres y el partido de Montánchez de la Orden de Santiago,
al sur, con Medellín y con el partido de Magacela de la Orden de Alcántara, y
al este con la Tierra de Talavera y el Señorío de Alcocer. Junto a la Provincia
de León de la Orden de Santiago formó la provincia de Extremadura en 1653.
Gonzalo Martínez Díez, “Extremadura, origen del nombre y formación de las dos
provincias.”, Anuario de la Facultad de
Derecho de Cáceres 2 (1983): 82-87.
[50] AUSA, Libros de matrículas, 294 (curso 1574/75); 302 (curso
1584/85 y 308 (curso 1594/95).
[51] Rubio Muñoz, “La nación de Extremadura”, 256, en donde se analizan los cursos
1574-75 y 1584-85.
[52] AUSA, Libros de matrículas, 308.
[53] De los 25 núcleos que conformaban el
área, encontramos estudiantes de 19 de ellos en el último cuarto del siglo XVI.
Se trata de núcleos de menos de 1000 vecinos, a excepción de Trujillo que
superaba los 1500 vecinos. González, Censo
de población, 79-83, 197-198, 237-239, 353-358 y 363-364.
[54] Salvador Andrés Ordax, (1983). El
arquitecto Pedro Marquina. Norba. Revista
de arte, geografía e historia 4 (1983): 10; Juan Tena Fernández, Trujillo
histórico y monumental (Alicante:
Talleres de Artes Gráficas, 1968), 173.
[55] Juan de Santa Cruz, Crónica de la Provincia
franciscana de San Miguel (Madrid:
Imprenta de la Viuda de Melchor Alegre, 1671), 344-346. La crónica da a conocer de forma muy
detallada las vicisitudes y el proceso de fundación y construcción del
convento, de modo que en el momento en el que el fraile la escribió las obras
de la capilla mayor aún estaban inconclusas.
[56] José A. Ramos y Oscar San Macario, Trujillo y los pueblos de su tierra: estudio
de los púlpitos como elemento litúrgico y artístico (Badajoz: Iberoprint,
2014); José A. Ramos, “Nuestra
Señora de la Luz en Trujillo. Orígenes y proyección del franciscanismo en
Extremadura", Guadalupe 709 (1991): 24-27;
Francisco Sanz, “Esgrafiados.
encintados y enjalbegados renacentistas en torno al curso medio-bajo del rio
Tagia”, en Paisajes modelados por el
agua: entre el arte y la ingeniería, coord. María del Mar Lozano Bartolozzi
y Vicente Méndez Hernán (Cáceres: Editora Regional Extremeña-Universidad de
Extremadura, 2012), 445-461; Manuel Alvarado y Manuel Mateos, “Convento
de San Francisco en Trujillo: evolución, historia y recuperación de elementos
originales”, en XIX Coloquios Históricos
de Extremadura (Trujillo: Centro de Iniciativas Turísticas, 1994), 7-16.
[57] Santa Cruz, Crónica de la Provincia
franciscana, 370. Ambos
escudos aluden al patrocinio de la corona y el concejo.
[58] A simple vista, es muy difícil
percatarse de la existencia del vítor, aunque un observador curioso puede darse
cuenta de que, al menos, algunos sillares presentan una coloración diferente.
Sin embargo, de no ser por las herramientas informáticas de que disponemos en la
actualidad, habría sido prácticamente imposible conocer lo que el ojo no ve.
[59] Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 23-24.
[60] Ibidem,
38 y 54.
[61] Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 26.
[62] Bartolomé Miranda y Juan Orellana, “La
iglesia de la Preciosa Sangre de Cristo de Trujillo. Nuevos datos para su
historia artística”, en XL Coloquios
Históricos de Extremadura (Trujillo: Asociación Cultural Coloquios
Históricos de Extremadura, 2012), 321-357. El templo se erige según las órdenes
del arquitecto Gabriel Pentiero, con una sola nave, transepto apenas
desarrollado y cúpula sobre pechinas. Además, según el contrato firmado con
Pentiero en 1626, debía construirse las “dos portadas de cantería de horden
dórica” y “un sepulcro de las gradas del altar mayor” para recibir los restos
de su benefactor.
[63] Francisco J. Rubio Muñoz, “Solidaridad
estudiantil y actitudes ante la vida y la muerte en la Universidad de Salamanca
del siglo XVI: la nación de Extremadura”, Tiempos
Modernos. Revista electrónica de Historia Moderna 32(1) (2016): 193.
[64] Miranda y Orellana, “La iglesia de la
Preciosa Sangre”, 324; Ana M.
Carabias y Claudia Möller, “Los estudiantes de derechos del Colegio Mayor de
Cuenca (1500-1845), Salamanca. Revista de Estudios, 47 (2001): 40.
[65] María del C. Sáenz Berceo, “Los
inquisidores del Tribunal de Valladolid durante el reinado de Felipe II”, Revista
de la Inquisición 8 (1999): 70-71.
[66] Pudiera tratarse del emblema del vítor
acompañado de otros símbolos.
[67] Tanto en el vítor franciscano como en el
de la Preciosa Sangre el término ante
quem sería mediados del siglo XVIII, momento en que los vítores son
prohibidos. Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 56.
[68] Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 64.
[69] Recordemos que el vítor solía contener
un emblema junto a una abreviatura de tratamiento o grado, más el nombre y/o
apellidos también abreviados. Lo que cambió fue el uso del emblema mariano o
sus connotaciones religiosas.
[70] Rodríguez-San Pedro y Weruaga, “Glorias académicas”, 24.
[71] Tena, Trujillo histórico, 176-177.
[72] A priori podría interpretarse como
CHATEDR[ATICO] DO[CTOR], si bien no nos consta, hasta el momento, que alguno de
los doctores mencionados fuera catedrático en Salamanca u otra universidad.
[73] Así se puede leer en la inscripción de
su lápida, sita en la segunda capilla del lado del evangelio lindando con la
del baptisterio.
[74] Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 55, si bien, en el
caso salmantino, todos datan del siglo XVIII.
[75] Lucas 1: 28, “Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum”.
[76] Calderón de la Barca, en La vida es sueño (1676), ofrece una visión teológica de la
humanidad desde la creación del universo siguiendo una división tripartita en
la que se daba protagonismo al poder, a la sabiduría y al amor. Véase Pedro
Calderón de la Barca, “La vida es sueño”,
en Autos sacramentales desde su
origen hasta fines del siglo XVII, ed. Eduardo González Pedroso (Madrid: M.
Rivadeneyra impresor, 1865). Este trinomio está presente no sólo en la
literatura del siglo de Oro, sino que se traslada a la devoción en torno a la
triple corona de María y la Santísima Trinidad: poder (Padre), sabiduría (Hijo)
y bondad (Espíritu Santo). Véase José Martín Guerrero, Corona de doce estrellas, misteriosa y gozosa de la Virgen María
Nuestra Señora, laureada con su dolorosa soledad […] (Madrid: Imprenta de
Juan de San Martín, 1754), 41; Francisco Poiré, La tríplice corona de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios (Madrid:
Imprenta de la compañía de impresores y libreros del reino, 1854).
[77] Hernando Pizarro, hermano mayor del
conquistador de Perú, se enterró mismamente en el convento de San Francisco,
lugar donde hemos señalado que se concentran vítores. Según señalaba el padre
Santa Cruz, “en lo que fue Iglesia vieja (y es oy antesala del refectorio, que
llaman de profundis), un túmulo con
su vulto de piedra armado del célebre Fernando Pizarro, natural desta ciudad
[…]. Este Fernando, sobreviviendo a los dos hermanos, murió en España, y fue
singular bienhechor deste Convento de Truxillo, a donde quiso dexar esta
memoria de su sepulcro en testimonio de su persona y hazañas memorables a todos
los siglos”. Santa Cruz, Crónica de la Provincia franciscana, 370.
[78] Francisco Pizarro se encomendó bajo la
protección mariana en sus aventuras indianas y dedicó a la Asunción algunas de
sus fundaciones. Juan Tena Fernández, Historia de Santa María de la Victoria,
patrona de Trujillo (Cáceres: Comarca de Trujillo - Revista informativa de
la Hermandad de la Virgen de la Victoria, 2000. 1º ed. 1930), 172-176.
[79] Transcripción del testamento en Raúl
Porras Barrenechea, “El testamento de Francisco Pizarro, conquistador del
Perú”, Cuadernos Hispanoamericanos 131
(1960): 218.
[80] Porras, “El testamento de Francisco
Pizarro”, 224. Recordemos la vinculación del vítor mariano de San Francisco con
las tres festividades de María.
[81] Ibidem, 249. El himno, en latín, muy conocido en la devoción mariana de la
época, era el siguiente: Ave, Maris
stella, / Dei mater alma, / Atque semper Virgo / Felix caeli porta / Sumens
illud Ave / Gabrielis ore, / Funda nos in pace, / Mutans Evae nomen. / Solve
vincla reis, / Profer lumen caecis, / Mala nostra pelle, / Bona cuncta posce. /
Monstra te esse matrem, / Sumat per te preces / Qui pro nobis natus, / tulit
esse tuus. / Virgo singularis / Inter omnes mitis, / Nos culpis solutos / Mites
fac et castos. / Vitam praesta puram, / iter para tutum: / ut videntes lesum /
semper collaetemur. / Sit laus Deo Patri, / summo Christo decus, / Spiritui
Sancto, / tribus honor unus. Amen.
[82] Rodríguez-San Pedro y Weruaga, Elogios triunfales, 23, 64 y 73.
[83] Jean-Marc Pelorson, Los letrados juristas
castellanos bajo Felipe III: investigaciones sobre su puesto en la sociedad, la
cultura y el Estado (Valladolid:
Junta de Castilla y León, 2008), capítulo
IV “El tema del letrado jurista en la sociedad castellana de principios del
siglo XVII” (141-185).
[84] Como señalaba el padre Tena, la patrona
sólo fue denominada bajo la advocación de la Virgen de la Victoria a partir de
1531, ya que “todos los documentos anteriores a esa fecha únicamente denominan
Santa María o la Asunción de Nuestra Señora, por el día en que se celebra su
fiesta”. Tena, Historia de Santa María, 146-148 y 172. Por cierto, que este tipo de devoción popular en
torno a los vítores inmaculistas debió estar más extendido de lo que se conoce
hoy día, como muestra la festividad principal de la localidad de Horcajo de
Santiago (Cuenca); tanto así que se denomina “La fiesta del vítor”. En ella, el
día de la víspera de la Inmaculada (7 de diciembre) procesiona un estandarte
entre aclamaciones de vítores a la Purísima Concepción de María hasta el día
siguiente. Señala Rodríguez-San Pedro, basándose en la descripción de Jesús del
Castillo, que esta fiesta se originó en el siglo XVII por influencia de los
caballeros santiaguistas en Uclés. Véase Luis E. Rodríguez-San Pedro, “Los
vítores triunfales en el ámbito hispánico. Anotaciones para su historia”, en Lienzos del recuerdo. Estudios en homenaje a
José Mª Martínez Frías, ed. Lucía Lahoz y Manuel Pérez (Salamanca:
Ediciones Universidad de Salamanca, 2015) 562. También son interesantes los
vítores populares en la comarca de Salamanca, referidos por Antonio Cea, “Cuando
las cosas hablan. Devoción, patrimonio y mecenazgo en la sociedad salmantina”,
en Historia de Salamanca. Vol. VI:
Recapitulación, fuentes e índices, coord. Ricardo Robledo (Salamanca:
Centro de Estudios Salmantinos, 2012) 387-395.
[85] Es posible que los trazos situados por
debajo de las letras del vítor de la Preciosa Sangre reflejasen una imagen de
María al estilo de los escudos de los concursos y torneos mencionados a
propósito de la celebración del juramento inmaculista en Salamanca (1618).
[86] Tena, Historia de Santa María, 58. La cita original es de Clodoaldo
Naranjo, basándose en el libro de dotaciones de la parroquia de Santa María la
Mayor de Trujillo.