Doi:
https://doi.org/10.17398/2340-4256.15.169
TOMÁS DE
MERCADO Y LA TRANSFRETACIÓN GLOBAL DE BIENES Y NORMAS. EMERGENCIA DEL
PROBABILISMO Y UNA ÉTICA MERCANTIL DIFERENCIADA*
TOMÁS DE MERCADO AND THE GLOBAL TRANSFER OF
GOODS AND NORMS. EMERGENCE OF PROBABILISM AND A DIFFERENTIATED MERCANTILE
ETHICS
José Luis Egío
MPIeR,
Goethe Universität Frankfurt am Main
Recibido: 03/07/2019 Aceptado: 23/09/2019
Resumen
El tema del probabilismo y su
emergencia, que durante las últimas décadas parecía un tanto agotado y
restringido al nicho de una literatura filosófica muy especializada, se ha
revitalizado recientemente gracias a la publicación de las monografías de
Stefania Tutino (2017) y Rudolf Schüßler (2019). A modo de complemento a estas
investigaciones recientes, en este artículo estudiamos el importante papel -no
tenido en cuenta por la historiografía-, que Tomás de Mercado, teólogo formado
en las Universidades de México y Salamanca, jugó en la emergencia de esta
corriente filosófica, al mismo tiempo, una propuesta de renovación de los
métodos practicados en la teología moral de la época. Concentrándonos en los Tratos y contratos de mercaderes y tratantes
(1569), analizamos las interesantes y profundas consideraciones
metodológicas que, aunque dispersas a lo largo de la obra y no presentadas por
el mismo Mercado de forma sistemática, constituyen una de las primeras
reflexiones extensas y conscientes sobre la necesidad de adaptar el método
teológico-moral a las condiciones de incertidumbre creadas por los
descubrimientos ultramarinos. Presentando, por último, los Tratos y contratos como una iniciativa común de la Facultad de
Teología de la Universidad de Salamanca, subrayamos la importancia que la
Escuela salmantina concedió a la renovación de contenidos y métodos heredados
con el fin de que el patrimonio normativo cristiano pudiera sobrevivir, así
fuera transformado, en una incipiente economía mercantil caracterizada por una
transfretación de bienes y normas cada vez más acelerada y global.
Palabras clave: confesión, contrato, Escuela de Salamanca, ética mercantil,
probabilismo, teología moral, Tomás de Mercado.
Abstract
The
research on probabilism and its emergence, which for the last few decades
seemed to be exhausted subjects and restricted to the niche of a highly
specialized philosophical literature, has recently been revitalized by the
publication of the monographs of Stefania Tutino (2017) and Rudolf Schüßler
(2019). As a complement to these recent investigations, this article deals with
the important role - not taken into account by the old and new historiography -
that Tomás de Mercado, a theologian trained at the Universities of Mexico and
Salamanca, played in the emergence of probabilism as a philosophical current
and as a proposal for the renewal of the methods practiced in the moral
theology of the time. Focusing on Mercado’s Tratos y contratos de mercaderes
y tratantes (1569), this paper analyzes the interesting and profound
methodological considerations which, although scattered throughout the work and
not presented by Mercado himself in a systematic way, constitute one of the
first extensive and conscious reflections on the need to adapt the
theological-moral method to the conditions of uncertainty created by the
overseas discoveries. Finally, presenting the book Tratos y Contratos as
a common initiative of the Faculty of Theology of the University of Salamanca,
the article underlines the importance that the Salamanca School gave to the
renewal of inherited contents and methods as the only way in which Christian
normative heritage could survive -even if transformed-, into an incipient
mercantile economy characterized by an increasingly accelerated and global transfetratio
of goods and norms.
Keywords: business ethics, confession, contract, moral theology, probabilism,
Tomás de Mercado, School of Salamanca.
I.
introducción. ¿Un punto cero práctico para el probabilismo? De los
comentarios eruditos de Bartolomé de Medina a la Summa tomista al manual de confesores de mercaderes de Tomás de
Mercado.
Los grandes expertos en la historia del probabilismo
(Delumeau[1], Schüßler[2],…) tienden a ubicar su fecha de nacimiento o lo que
podríamos considerar como el Big Bang
del pensamiento probabilista en la Expositio
in primam secundae Angelici Doctoris D. Thomae Aquinatis, obra del teólogo
dominico Bartolomé de Medina, publicada originalmente en Salamanca en 1578[3].
El tema del probabilismo y su emergencia, que durante las últimas
décadas parecía un tanto agotado y restringido al nicho de una literatura muy
especializada, se ha revitalizado recientemente gracias a la publicación de dos
monografías en las principales editoriales académicas internacionales: la History of probabilism de Stefania
Tutino[4]
y The debate on Probable Opinions in the
Scholastic Tradition[5],
obra que supone la culminación de la larga trayectoria de investigación dedicada
a la historia del probabilismo por parte del profesor Rudolf Schüßler.
Pese a que la consideración de la Expositio de Medina como el hito fundador del probabilismo
es una opinión asentada en argumentos sólidos y bastante extendida, no se trata
de una posición unánime. Podríamos decir, en términos generales, que la
ubicación precisa del punto cero en la historia del probabilismo se
debate hoy con la misma intensidad que otras grandes innovaciones,
‘descubrimientos’ o cambios de paradigma en la historia de la filosofía o del
pensamiento. Retomando pasajes y apuntes esbozados hace ya décadas por
Delumeau, aunque amortiguando su contundencia, Stefania Tutino dedicó el primer
capítulo de su monografía reciente a evaluar la hipótesis según la cual el
núcleo de la doctrina probabilista, que permite al agente optar por una opinión
o criterio de acción no coincidente con el más seguro para la conciencia, se
encontraría ya presente en algunos de los fragmentos dedicados por Martín de
Azpilcueta al tema de los escrúpulos de conciencia en su Manual de confessores y penitentes (1556)[6].
En términos generales éste y otros intentos[7]
por retrotraer el origen del método probabilista de argumentación en la
teología moral a obras o autores anteriores a los comentarios de Bartolomé de
Medina a la Prima Secundae resultan
poco convincentes y pueden ser descalificados si, en lugar de como frase o
párrafo suelto, el fragmento clave en el que se supone se encontraría ya el
origen del pensamiento probabilista se lee en su marco y contexto propio. Por
ejemplo, es cierto, como apunta Tutino, que en un pasaje de su Manual de confessores, Azpilcueta señala
que “it is not always necessary to choose the safest alternative, because it is
usually sufficient to choose a safe action”[8].
Ahora bien, si leemos esta frase en el marco del orden general de exposición
que Azpilcueta sigue en el capítulo XXVII de su Manual, podemos apreciar que el Navarro considera necesario optar
siempre por la opción más segura para la conciencia en todos aquellos casos en
los que la salvación del alma esté implicada, en particular en asuntos
relacionados con la fe y las costumbres. De hecho, justo antes de la frase a la
que Tutino apunta de una forma un tanto arbitraria y deliberadamente confusa,
Azpilcueta está afirmando con contundencia: “que la consciencia dudosa especial
sobre algo, si es o no pecado mortal, obliga a escoger la parte mas segura so
pena de pecado”[9].
En realidad, el tipo de
escrúpulos al que Azpilcueta se está refiriendo cuando concede parcialmente el
que se pueda seguir una vía de acción distinta a la más segura para la
conciencia –tutior-, tiene que ver
con dudas suscitadas por asuntos relativamente secundarios y ligados a
preceptos ceremoniales. Los casos en los que está pensando cuando realiza esta
concesión son, por ejemplo, las dudas que se plantean a propósito de qué tipo
de actividades no físicas o manuales, pero que implican un cierto esfuerzo, se
pueden realizar en los días de fiesta sin violar el precepto de santificar las
fiestas. Se trata de la materia típica en la que, en ausencia de una posición
claramente más segura y susceptible de ser aplicada a la gran diversidad de
casos que podían plantearse al respecto, el actuar conforme a un criterio
probable –así no fuera claramente el más seguro- podía ser considerado suficiente
para evitar pecar por violación del precepto.
Más que en el tratamiento de los escrúpulos de
conciencia, podemos encontrar materiales interesantes para entender la
prehistoria del probabilismo en otras de las temáticas abordadas por la
literatura de confesores en la Primera Modernidad. La Suma de tratos y contratos de mercaderes y tratantes escrita por
Tomás de Mercado en 1569 y dedicada a una multitud de actividades económicas
(productivas, comerciales y bancarias) es, por ejemplo, una obra de gran interés
para entender lo que podríamos considerar como una prehistoria del probabilismo
antes de Bartolomé de Medina, es decir, el contexto social y económico en el
que emergió la metodología para discernir entre varios argumentos probables que
impregnará la literatura teológico-moral desde los compases finales del siglo
XVI hasta finales del siglo XVII.
Al contrario que otros escolásticos ibéricos, el papel
que Tomás de Mercado habría podido jugar en la emergencia del probabilismo
moderno ha pasado casi totalmente desapercibido para los historiadores de la
filosofía, el derecho y la teología moral hasta el presente. De hecho, los
únicos que, a nuestro conocimiento, parecen haber reparado en la importancia
del dominico Mercado para esta temática son José Ignacio Saranyana y Carmen
Alejos Grau quien, en su voluminosa y erudita Teología en América Latina (2005), consideraron que, aunque
Bartolomé de Medina habría sido el primer exponente, propiamente dicho, del probabilismo,
el principio sobre el cual fundó su sistema moral era ya conocido y había sido
recomendado a los confesores previamente por Tomás de Mercado. Con esta
afirmación, Saranyana y Alejos rebajaban, por tanto, la contribución de Medina
al nacimiento de la filosofía probabilista a su formulación técnica[10]. Se trata, en todo caso, de un apunte suelto en una
obra enciclopédica cuyos autores, al proponerse condensar, precisamente, cinco
siglos de historia de las ideas teológicas en América Latina, no desarrollaron
por extenso. A la hora de escribir este artículo, nos pareció que merecía la
pena retomar, en todo caso, esta interesante pista de investigación y verificar
con mayor detenimiento el juicio que Saranyana y Alejos lanzaron en 2005, pero
sin aportar el debido fundamento o necesario respaldo textual. La
transcendencia para la historia de la filosofía y de las normatividades de la
hipótesis lanzada por ambos investigadores –a saber que no sería en un
comentario latino, erudito y universitario, a la Summa tomista, sino en un tratado en castellano sobre las materias
prácticas relacionadas con tratos y contratos de mercaderes donde cabría ubicar
el punto cero de la metodología probabilista, sin duda alguna la innovación
doctrinal más importante para la historia de la filosofía moral en la Primera
Modernidad- merece, a nuestro juicio, una evaluación detenida y una
verificación de la misma con el debido respaldo textual. Con este objetivo, en
las páginas siguientes analizaremos los principales fragmentos de la Suma de tratos y contratos (1569) en los
que Tomás de Mercado recurre a opiniones probables para solucionar ciertos
casos problemáticos o dudas. Nos fijaremos especialmente en las interesantes y
profundas consideraciones metodológicas que, aunque dispersas a lo largo de la
obra y no presentadas por el mismo Mercado de forma sistemática, constituyen
una de las primeras reflexiones extensas y conscientes sobre la necesidad de
adaptar el método teológico-moral a las condiciones de incertidumbre creadas
por los descubrimientos ultramarinos. La Suma
de tratos y contratos de Tomás de Mercado podría verse, en este sentido,
como una de las primeras respuestas filosófico-morales a la emergencia de una
red global en la que no sólo bienes, sino también prácticas y normas, comienzan
a ser objeto de una transfretación[11]
que, por primera vez en la historia, alcanza dimensiones planetarias y que, con
un volumen cada vez mayor, mantendrá su crecimiento exponencial hasta nuestros
días.
II. Reflexiones de un teólogo moral bicontinental.
Transfretación transatlántica de bienes, normas y prácticas y necesidad de
adaptación de la disciplina
Nacido en Sevilla en la década de 1520, Tomás de
Mercado fue llevado a México por sus padres cuando aún era un niño. Según
consta en diversos documentos conservados en el Archivo de Protocolos de
Sevilla y el Archivo General de Indias, diversos integrantes de su familia
–repartida entre la vieja y la Nueva España- se ocupaban de actividades
comerciales y bancarias como la compra-venta de bienes, el préstamo de dinero,
la administración de compañías mercantes, el cambio de divisas o el envío de
plata desde las Indias a Sevilla[12]. No por casualidad, se trata de los tipos de
prácticas mercantiles, societarias y crediticias que, algunos años más tarde,
el Tomás de Mercado ya adulto y convertido en fraile dominico analizará
moralmente en su Suma.
Criado en este ambiente de tratantes, Tomás de Mercado
ingresará en la orden dominica en 1552 y comenzará poco después sus estudios de
Artes y Teología en la recién creada Universidad de México (1555). Es
importante tomar en consideración que Mercado estudia en un período en el que
los dominicos Pedro de Pravia[13] y Bartolomé de Ledesma y el agustino Alonso de la
Vera Cruz, todos ellos discípulos de Francisco de Vitoria en la Universidad de
Salamanca, ocupan las principales cátedras de teología de la Universidad de
México. Desde principios de la década de 1560, encontramos a Mercado de regresó
en España y residiendo entre Sevilla, donde estaba arraigada una parte de su
familia, y el famoso convento de San Esteban en Salamanca. Dado que en México
había recibido una formación teológica preliminar, no completada con el grado
de maestro ni de doctor –Mercado firma la primera edición de la Suma de tratos
y contratos (1569) como “Padre Presentado”[14]
y se identifica como “Maestro en sancta Theologia” sólo a partir de la segunda
edición de la obra, publicada en 1571[15]-,
Mercado debió ser apoyado por sus superiores en la orden dominica para que
profundizara en sus estudios teológicos. Lo encontramos matriculado en la
Facultad de Teología de la Universidad de Salamanca, de forma un tanto
intermitente, entre 1563 y 1569[16], período en el que los miembros más destacados del
cuerpo docente son Pedro de Sotomayor, Mancio de Corpus Christi, Juan de la
Peña o Luis de León, es decir, la generación inmediatamente precedente a
Bartolomé de Medina[17].
El manual de confesores de mercaderes y tratantes
escrito por Tomás de Mercado refleja con claridad la transfretación del
joven y despierto dominico entre ambientes tan distintos como los de la
emergente Ciudad de México, la austera y docta Salamanca y una Sevilla en
ebullición. Rebosante de una experiencia vital y práctica que no encontramos en
las obras eruditas concebidas para un público lector específicamente universitario
y clerical, el manual es, al mismo tiempo, una obra en la que abundan
especulaciones metodológicas de alto vuelo intelectual. A diferencia de los
autores a los que, con mayor o menor razón, se ha solido considerar como
precedentes del probabilismo moderno –los ya citados Antonino,
Azpilcueta, etc.- el recurso de Mercado a la argumentación probable no es
esporádico ni se da de forma aislada. Al contrario, Mercado no sólo recurre con
frecuencia a argumentos probables para la resolución de casos de conciencia
problemáticos, sino que enfoca la probabilidad como la clave de bóveda de las
recomendaciones metodológicas que dirige a sus colegas del gremio de los
confesores y otros teólogos prácticos. Consciente de que la mayoría de estos
clérigos eran hombres de vida retirada y que conocían poco la práctica
corriente de los negocios y las grandes innovaciones que, de forma incesante,
se habían venido sucediendo en los ámbitos de los tratos y contratos de
mercaderes, el ‘mundano’ y ‘transfertado’ Mercado se propone como misión
orientar a sus colegas en el complejo laberinto de acciones, normas y
probabilidades en el que se habían convertido las esferas de los contratos,
préstamos y cambios desde el Tardo Medievo[18]. En el contexto hispánico resulta indudable que tanto
el ‘descubrimiento’ del Nuevo Mundo, motor de una rápida creación de redes
comerciales a escala planetaria, como la integración de Castilla y Aragón al
complejo Imperio pan-Europeo de los Habsburgo, añadió aún más complejidad a una
reflexión moral sobre las prácticas comerciales y crediticias que ya era
intensísima en Europa desde varios siglos atrás[19].
III. Rescatando a la teología
para la vida. Anti-academicismo y pragmatismo en los Tratos y contratos de
Tomás de Mercado
Como hemos señalado, la Suma[20] de
Mercado no es un libro académico convencional o destinado al público letrado y
universitario de su tiempo. Escrito en lengua vernácula y sin apenas
referencias a autoridades no presenta la complejidad de los comentarios
teológico-morales a la Summa tomista
que en esta misma época comenzaban a proliferar[21]
y ni siquiera el ropaje erudito del que se revestían manuales de confesión como
los que Martín de Azpilcueta[22]
o Tomás de Chaves[23]
–sintetizando este último el contenido de algunos de los cursos dedicados por
Vitoria al IV de las Sentencias de
Pedro Lombardo- habían publicado pocos años antes. Mercado pretende ser claro y
conciso de forma deliberada. Por ello, desde el comienzo de la obra, afronta
toda clase de cuestiones –sin rehuir las más complejas- en la forma más breve y
simple posible.
Mercado marca distancias, especialmente, con los
diversos comentarios académicos que versaban sobre las Quaestiones dedicadas por Tomás de Aquino a los contratos, cambios
y usura en la Summa theologiae (IIa-IIae,
qq. 77-78). Apuntando, en un primer momento, explícitamente a los mercaderes
–más allá del clero letrado- y a esas “muchas personas que, sin lumbre de leyes
divinas, ni humanas se meten atrevidamente en muy espesas tinieblas de
contratos”[24] como el público al que, preferencialmente, ofrecía su
obra, quedan justificados en adelante los criterios metodológicos empleados
para redactar la Summa en un estilo
llano y antiacadémico. Mercado subraya, especialmente que, en su intento por
elaborar una obra popular y útil, había evitado deliberadamente el apoyarse en
las autoridades clásicas que las obras académicas sobre moral y comercio
citaban y analizaban por extenso[25]. Asimismo, y so pena de pasar por ignorante, advertía
a sus lectores escolásticos que no encontrarían en su obra el típico ejercicio
de defensa de argumentos pro y contra en torno a una cierta sentencia o
proposición, sino que muchos de los argumentos que hubieran podido ser
mencionados y evaluados a la hora de abordar ciertas cuestiones o casos los
había dejado en el tintero para no espantar de antemano con un volumen pesado y
farragoso al público general al que quería alcanzar con su obra.
El pragmatismo de Mercado se conjuga con una
conciencia histórica clara sobre la excepcionalidad del período en que los
hombres y mujeres de su generación estaban viviendo. El dominico sabía, por
supuesto, que Sevilla, como otras muchas ciudades costeras y ribereñas, había
sido siempre un destino frecuentado por viajeros y comerciantes. Sin embargo,
desde su perspectiva, el “descubrimiento” de las Indias Occidentales estaba
implicando una transformación inédita de la estructura social y económica de la
ciudad:
Pero de sesenta años a esta parte, que se descubrieron
las Indias occidentales: se le recrescio para ello una gran comodidad y una
ocasion tan oportuna, para adquirir grandes riquezas: que combido y atraxo a
algunos de los principales a ser mercaderes, viendo en ello pujantissima
ganancia. Porque se avian de proveer de aqui muchas provincias. La ysla
Española, Cuba, Honduras, Campeche, nueva España, Guatemala, Carthagena, tierra
firme, con toda la grandeza del Peru […][26].
En la obra de Mercado encontramos una honda
preocupación acerca de la rápida evolución que, en paralelo a los
descubrimientos geográficos, estaba teniendo lugar en la esfera de las
prácticas comerciales. Muchas de ellas le parecen al dominico tan fuera de todo
control moral y religioso como lo estaban aquellas mismas Indias de las que,
continuamente, llegaban noticias sobre mil desmanes y abusos. Mercado es
consciente, por ejemplo, de que un “trato tan universal”, que conecta por
primera vez en la historia y hace interdependientes a distantes regiones
situadas en cuatro continentes (Flandes, Florencia, Cabo Verde, Lisboa, Burgos,
Lyon, Calcuta, Santo Domingo, México,…) había hecho que el cambio, “que
accidental o accessoriamente antes se hazia, entre solos mercaderes, començo a
ser particular, y principal negociacion de algunos”[27].
La interconexión entre una multitud de ciudades que
comercian a escala planetaria implica también, como avezadamente indica
Mercado, una innovación sin precedentes en la práctica de tratos y contratos.
Por otro lado, y al igual que los bienes, una vez concebidas en Florencia,
Calcuta o Cabo Verde, estas nuevas prácticas mercantiles comienzan a circular
globalmente y a dejar atrás a las normatividades y prácticas consuetudinarias
que eran propias de cada puerto o ciudad. El nuevo panorama mercantil es tan
enredado y complejo que, como Mercado indica con un cierto dramatismo, la
mayoría de los confesores, desprovistos del conocimiento y la experiencia
práctica necesarias para pronunciarse sobre temáticas que los desbordan, se
quedan totalmente al margen de los negocios que llevan a cabo los comerciantes.
Ni pueden juzgar las acciones de este tipo de penitentes in foro conscientiae, ni
tampoco aconsejarlos sobre determinados métodos y procedimientos que les
permitan proseguir sus tratos sin poner en peligro la salud de sus almas.
Mercado se rebela en cierto modo ante la desconexión creciente entre la
teología escolástica y erudita que se enseña dentro de los muros de
universidades y colegios y un mundo de la vida que bulle de novedades. Estas
innovaciones resultan inasibles para la mayoría de los teólogos morales en la
medida en que, por desconocer y despreciar, en cierto modo, la “praxis” de los
“negocios” que ocupan a los hombres “vulgares”, no hallan el modo de conectar y
aplicar la sabiduría “theorica” que han aprendido durante su formación
académica a los casos y dudas concretos que deberían poder resolver en su
calidad de confesores o consultores de mercaderes y potentados:
En este opusculo me parescio quasi necessario escreuir
con la Theorica destos negocios, juntamente la practica y hecho dellos, porque
la saben los vulgares, y acaesce ignorarla alomenos no entendella cumplidamente
los muy doctos […] Y como el derecho en estos contratos se funda en el hecho,
no raro dan algunos padres Theologos mill leguas del blanco, y atinan tan mal,
que los mesmos mercaderes los jusgan por ciegos. A cuya causa me parescio
conuenible, gastar algun pedaço desta obrilla, en dezir que traça, medios, y
arte tienen oy los cambiadores en negociar. Porque sabido, sera facil jusgar, y
ver quanto se suele negociando acertar, o errar. Y no deue a los cambiadores
serles tedio leer, lo que ya se saben, porque quise hazer este seruicio a los
padres confessores, que con su gran recogimiento, no pueden alcançar el praxis
de negocios tan enmarañados, que los mesmos tratantes se hallan, no pocas vezes
cortos y atajados sin saber darse mano, ni salir de do entraron[28].
IV. Emergencia del probabilismo y necesidad de adaptación de la práctica de la
confesión a un contexto práctico cargado de complejidad e incerteza.
En este mundo de prácticas cambiantes, Mercado –y por
extensión, los destacados teólogos salmantinos que recomiendan su obra
en las cartas prefatorias de la edición de 1569- entrevé el riesgo de una clara
ruptura entre el comercio y la normatividad religiosa y moral[29]. En este sentido, Mercado parece decir a sus colegas
dominicos y agustinos (las dos órdenes impulsaron la obra, contando la misma
con el beneplácito de destacados miembros de ambas): si queremos evitar una
escisión total entre acciones y normas, entre teoría y práctica, no sólo es
necesario ahondar en las estrategias de simplificación y condensación de las
exposiciones teóricas que caracterizan la producción teológico-moral escolástica,
sino también abandonar el “recogimiento” excesivo en el que viven muchos
confesores y que, pese a deberse a motivaciones pías y dignas de encomio, los
hace incapaces para el juicio práctico. Eso implica para Mercado, en primer
lugar, una transformación del método escolástico de investigación, para que
éste tienda a un mayor equilibrio entre el peso concedido a la razón y a la
autoridad, en lugar de hacer a la razón –y, por extensión, a la praxis o
lógicas propias de las esferas que la teología moral pretende normar- un
instrumento meramente subsidiario y exegético de un saber cuyos principios
están ya dados[30].
También como respuesta a la complejidad creciente que
mencionamos, encontramos en la obra de Mercado una exhortación contundente a
que la práctica de la confesión se transforme o se adapte, al menos, al alto
grado de incertidumbre que caracteriza la profesión de mercaderes, cambistas y
banqueros. Para Mercado, dado que la complejidad e incerteza que prevalecía –y
seguía, de hecho, aumentando- en la esfera de los tratos y contratos hacía muy
difícil que el confesor pudiera determinar el curso de acción más seguro –tutior- para su penitente o el argumento
que con mayor probabilidad se ajustaba a su caso –probabilior-, la confesión y consulta teológica sobre este tipo de
asuntos debía convertirse en un intercambio de opiniones y alternativas (tan
sólo) probables entre confesor y penitente.
Usualmente peor informado acerca de las prácticas
mercantiles que el mismo penitente, la autoridad incontestable del confesor
parece disolverse poco a poco. Se conserva, obviamente, de iure, pero dada esta creciente y casi irremediable brecha de
conocimiento, Mercado recomienda a los confesores que trabajan específicamente
con el gremio de los tratantes el “no ser tan amigos de sus propios conceptos”,
evitando imponer su propio criterio estrecho al penitente,
[…] sino quiere ser reglado, ni seguilla [la regla
dada por el confesor]: y la que sige es probable, y tiene sus razones,
fundamentos y autores: basta a consejarle, lo que tiene por mas cierto, o mas
le agrada, pero si al penitente le desagrada: y lo que haze, se puede hazer y
lo apruevan muchos autores aprobados: gran tochedad y arrogancia seria: porque
el lo repruebe, no absolvelle: sino desiste dello: aviendo en un contracto por
una parte y por otra opiniones buenas entre doctos: cada uno es libre para seguir
la que escogiere: lo mesmo en substancia entiendo, quando fuera de confesión se
propone al theologo un negocio, que si por entrambas partes ay opiniones: y lo
uno, y lo otro se puede hazer y seguir sin peligro (dado que el aya escogido
una dellas por mas probable) no deve atar con ella al que pregunta, sino
dezirle de plano su parecer: avisandole: que haziendo lo contrario no es
peccado: porque ay muchos doctores que lo tienen por licito: tengo este consejo
por muy importante en negocios de mercaderes que comúnmente son de interes[31].
Esta posición, sin ser totalmente probabilista, puesto
que no admite aún que el agente-penitente siga una opinión meramente probable
privilegiándola frente a otra claramente más probable, debe ser considerada,
sin embargo, como un importante paso adelante en relación con los desarrollos
metodológicos que llevará a cabo Bartolomé de Medina una década más tarde. En efecto, Mercado está proponiendo al
confesor que incluso aunque la alternativa de acción deseada por su penitente o
asesorado no sea la que él mismo tiene por más cierta, no lo obligue a seguir
su opinión si el mercader puede defender la suya con algunos buenos argumentos
que tengan, además, un cierto respaldo en autores reconocidos como autoridades.
Nótese como Mercado, pese a reducir al máximo las citas a los “doctores”, los
considera aún ineludibles a la hora de respaldar argumentos y opiniones, de ahí
que consideremos su propuesta como una adaptación o transformación del método
escolástico de resolución de casos teológico-morales y, en ningún caso, un
abandono del mismo.
De acuerdo con la reciente reconstrucción de la
historia del probabilismo que encontramos en la obra de Rudolf Schüßler,
The debate on Probable Opinions in the
Scholastic Tradition, una posición como la de Mercado habría tenido algunos
precedentes en la teología moral del tardo-medievo. Schüßler ha apuntado, por
ejemplo, a Antonino de Florencia o Konrad Summenhart como autoridades
teológicas que contribuyeron a mitigar la autoridad de los confesores en este
período. Antonino, por ejemplo, habría considerado que “a confessor who doubted
the moral legitimacy of a action ought (debet) to absolve a penitent who
followed a probable opinion of a doctor”[32].
En nuestra opinión, Mercado está un paso
más adelante que Antonino: en los casos que tiene en mente resulta indiferente
que el confesor tenga o no dudas; de hecho, lo único que resulta relevante es
que la posición defendida por el penitente pueda ser argumentada probabiliter.
La posición de Mercado resulta en cambio mucho más
cercana a la que Schüßler ha reseñado en el teólogo y canonista alemán Konrad
Summenhart, quien a finales del siglo XV habría exhortado a los “ordinary
confessors to absolve agents who followed an opinion that was controversial among
scholars, even if the confessor held the opposite opinion on probable grounds”[33].
Pese a contar con algunos precedentes relativamente
recientes, posiciones como las defendidas por Mercado no gozaban ni mucho menos
de unanimidad durante el siglo XVI. Al contrario, resultan marginales y casi
excepcionales. Schüßler ha señalado, por ejemplo, como Azpilcueta –la gran
lumbrera de la teología moral en este período-, reevaluando las palabras de
Antonino arriba citadas en su Manual de
confessores, no quiso aventurarse a pronunciarse “about the question
whether a confessor had to absolve against his own opinion or only when in
doubt”[34].
Si comparamos también las posiciones de Mercado sobre
la autoridad de teólogos y confesores con las de Vitoria, resulta también claro
que el sevillano está bastante alejado del que la historiografía tiene por
fundador del método teológico salmantino. Mercado comparte con Vitoria,
por supuesto, la convicción de que todo actor confrontado con un caso de
conciencia dudoso tiene la obligación de consultar a un teólogo docto y experto
en la materia. Mercado no solo comparte, sino que, de hecho, radicaliza, la
exhortación de Vitoria, haciendo del confesor experto una sombra omnipresente
en la vida del mercader. Le recuerda a éste que, dado el amplio número de casos
con los que tendría que lidiar a lo largo de su vita activa y su gran diversidad y complejidad, no le bastarían
para actuar con seguridad de conciencia sus criterios personales, estudios
recibidos o la literatura que pudiera adquirir. Por ello, para esta clase de
profesionales, como sostiene Mercado, el apoyarse en un confesor experimentado
no era simplemente una recomendación, sino una auténtica “obligación y pura
necessidad”[35].
Podríamos hablar incluso de este precepto como uno de los elementos centrales y
distintivos de la Berufsethik
particular que Mercado parece perfilar para el gremio de los mercaderes en su Suma de tratos y contratos, asunto sobre
el que volveremos más adelante.
Partiendo de este acuerdo inicial, lo que distingue a
Vitoria y Mercado es la libertad concedida por este último al agente-penitente,
habilitado para seguir su propio criterio de acción en la medida en que lo
habilitaran algunas buenas razones, argumentos o autores. Vitoria, quien, tres
décadas antes, había trabajado en un perspectiva mucho más estrecha y clásica,
había supuesto siempre al confesor mejor informado que su penitente, razón que
le lleva, por ejemplo, a hacer arrancar su famosa Relectio de Indis prior con un recordatorio de la obligación que
tienen príncipes y laicos de seguir el consejo de sus asesores teológicos “in
rebus dubiis” [36].
Aunque la historiografía sobre esta relectio particular y, en general, sobre
Vitoria, ha adscrito este imperativo a asuntos bélicos y geopolíticos, se
encuentran también algunas menciones a la esfera económica en la Relectio de Indis prior:
Itaque non satis est ad
securitatem vitae et conscientiae, ut quis putet se bene agere, sed in rebus
dubiiss necesse est, ut aliorum, ad quos expectat, autoritate nitatur. Nec enim
negotiatoribus satis est, ut nihil faciant, quod ipsi illicitum putent, si alias
sine consilio peritorum illicitus contractus faciant[37].
Dado que las menciones a la obligación de consulta y
la importancia del juicio probable en la esfera económica o sacramental son
abundantes –aunque dispersas- en el amplio corpus vitoriano (relecciones y
clases comprendidas), nos gustaría regresar a este tema más adelante con un
artículo monográfico dedicado al tratamiento de estos temas por Francisco de
Vitoria. El contraste entre las posiciones de Vitoria, Mercado y otros
maestros, nos parece, de hecho, importantísimo para entender la emergencia y
evolución de la filosofía probabilista y los métodos de argumentación de la
teología moral en la Primera Modernidad.
V. ¿Una Berufsethik para los mercaderes? Diferenciación
de éticas profesionales y supervivencia de la normatividad cristiana en el
mundo moderno.
Volviendo a la Suma
de Mercado, nos gustaría incidir en la reflexión que hicimos antes al
considerarla como una importante contribución intelectual al perfilamiento de
una Berufsethik para el gremio de los
mercaderes. Tras un largo período en el que tanto los procesos de
profesionalización y especialización laboral como sus respectivos marcos
normativos se consideraron innovaciones relativamente recientes y exclusivas
del mundo contemporáneo, la historiografía comienza a abordar determinadas
contribuciones o hitos históricos que reflejan que, más que un resultado de
rupturas o innovaciones abruptas, este tipo de procesos tiene que ver con
dinámicas de larga duración y aportaciones provenientes, en ocasiones, de
esferas insospechadas. En este sentido, determinadas obras adscritas a la
teología moral del Tardo-Medievo o la Primera Modernidad, tanto
hispano-americanas[38]
como producidas en otras latitudes[39],
dejan de ser prejuzgadas superficialmente como instrumentos de homogeneización
moral y religiosa de la sociedad y comienzan a ser apreciadas en ellas aquellos
elementos que resultan contribuciones relevantes en un proceso de emergencia de
las éticas profesionales que, en realidad, viene perfilándose desde la
Antigüedad.
En el caso de Mercado,
oponiéndose, como vimos, a los extremos representados por un total rigorismo o
laxismo, se realizan transformaciones de gran calado en lo que podríamos
considerar como una normatividad cristiana general, con el objeto de adaptarla
a los desafíos morales específicos que en su praxis diaria debían afrontar los mercaderes de la época. Este
esfuerzo de adaptación no se restringe, por supuesto, ni en la filosofía
occidental ni en la teología cristiana a la profesión del mercader. Desde la
Antigüedad, la historia de ambas disciplinas nos ofrece interesantes
reflexiones sobre los cometidos propios a los oficios de gobernantes,
embajadores, legisladores, jueces, soldados, profesores, etc. Estas dinámicas
de diferenciación normativa se incrementan, en todo caso, en la Modernidad Temprana,
donde las transformaciones económicas, la escisión de la Cristiandad o el
refuerzo de la autoridad de las príncipes hacen que las pautas singulares de
acción propias de cada oficio y las situaciones excepcionales en las que un
cierto profesional puede considerarse dispensado del seguimiento de una norma
general, se conviertan en el foco principal de la reflexión ética, jurídica y
política. La vasta literatura producida en la época sobre el omnipresente tema
de la razón de estado y el derecho de los príncipes a actuar –caso de resultar
necesario- contra las leyes naturales, divinas y positivas es, seguramente, el
ejemplo más estudiado de estas dinámicas de diferenciación normativa.
También la perspectiva teológico-moral relativamente
laxa expuesta en la Suma de Mercado,
de acuerdo a la cual el teólogo experimentado debía incluso dar “muchas vezes
gran libertad y aun autoridad”[40]
a su pupilo, asesorado o penitente, no se concibe como una recomendación
general y aplicable a cada laico, sino como una concesión específica a las
necesidades y condicionantes propios de oficios como el de mercader o cambista,
que, aunque útiles para la República, no podrían existir si se obligara a los
miembros de estos gremios a seguir un marco normativo rigorista y sin capacidad
para distinguir entre prácticas necesarias, buenas y óptimas.
Considerando en clave realista que el afán de lucro y
el interés son la esencia de la actividad comercial y que condenarlos
equivaldría a obligar al mercader a dejar su oficio, privando al mismo tiempo a
la República de medios indispensables para su supervivencia y prosperidad,
Mercado lanza una clara advertencia frente a todo intento de regulación de las
prácticas mercantiles mediante un marco normativo cargado de rigor y
escrúpulos:
[…] que cierto el letrado, corto, falto de experiencia
y cargado de escrupulos, no es convenible para el mercader […]. Y no se yo
porque, preguntandome uno si podra ganar en esto: concediendole muchos authores
graues y doctos la ganancia, se la e de quitar yo, o vedar por solo que soy de
contrario parecer, destos casos ay cien mil en theologia moral […]. Por lo qual
deue el confessor, y theologo no ser tan amigo de sus conceptos: que tenga
todos los otros por borrados sino ser discreto, discernir entre lo que ay
euidencia, o sola opinión y probabilidad, y no tener cada cosa en mas de lo que
es [41].
En la perspectiva de Mercado, la intervención del
confesor para prohibir un cierto trato o negocio sin dejar margen de acción
alguno para su asesorado o penitente, sólo se justifica cuando el teólogo está
absolutamente seguro de que no está defendiendo una “sola opinion y
probabilidad”, sino una “evidencia”[42]. En ausencia de esta certeza, tan difícil de
encontrar en una teología moral en la que, como el mismo Mercado indica, hay
“cien mil” casos dudosos y regulables tan sólo mediante alternativas probables,
el confesor o consejero religioso debe dejar claro al mercader que sólo le está
proponiendo la opción de actuación que él considera más segura para la conciencia,
abriéndole la puerta, por lo demás, a que el aconsejado actúe de acuerdo a su
propia inclinación o criterio, si éste resulta bien fundado.
In dubio melior est opinio mercatoris [ante
la duda, mejor seguir la opinión del mercader]. Aunque Mercado no reescribió en su obra en castellano el famoso adagio
Latino (In dubio melior est conditio
possidentis [ante la duda, es
mejor la condición del poseedor]), ni se trata de palabras que el
sevillano llegara seguramente a pronunciar, podrían considerarse una buena
síntesis de sus posiciones y del contraste que marcan con la literatura de
confesores precedente. Nos parece que cuando Mercado exhorta a sus colegas a
“no ser tan amigo[s]
de sus conceptos“ y a los
mercaderes penitentes a evitar al confesor “cargado de escrupulos”, está
realizando una contribución de primer orden a la redefinición del marco
normativo bajo el cual la teología moral podía tener aún una cierta relevancia
y eficacia reguladora en un mundo moderno en el que el comercio y la banca emergían
como principales actividades económicas y lideraban un ciclo de transformación
que, por primera vez en la historia, se extendía a la totalidad del planeta.
Haciendo un análisis detallado de los riesgos
crecientes entrañados específicamente por el gremio de los mercaderes, Mercado
es consciente de que un enfoque rigorista no serviría más que para apartar
totalmente a amplios sectores de la población de los clérigos y de su
asesoramiento normativo, convirtiendo además a la teología moral una jerga estéril
y desvinculada totalmente de la praxis y vida real. Para evitar o tratar de
minimizar, al menos, esta desconexión creciente entre el mundo de los hechos y
el de los valores y preceptos morales y religiosos, Mercado manifiesta
explícitamente su intención de abstenerse de recomendar “lo mejor y mas seguro”[43] y limitarse a enseñar “lo que es licito o ilícito”.
Observamos un salto sustancial de lo que podríamos considerar una ética de
máximos a una ética de mínimos redactada a la manera de un breve compendio de
prohibiciones absolutas. Tras identificar estas pocas líneas rojas, Mercado
perfila un amplio campo de zonas grises en las que diferentes alternativas de
acción son probables, invitando a confesores y penitentes a la evaluación
prudencial de los factores y condicionantes que subyacen a cada uno de los casos
que corresponden a esta tipología. Resulta importante sopesar al detalle las
pocas palabras en las que Mercado condensa los principios que le han orientado
en el proceso de escritura de su obra:
Algunos varones religiosos y doctos he visto, que
tratando esta materia tan llena de ñudos ciegos, despues que an hablado harto
se resuelven que lo mejor de los dados. & c. y dan en persuadir a sus
amigos, busquen otro modo de bivir y dexen este, yo no quise en este opúsculo
ser predicador, sino doctor, no rethorico facundo y elegante, sino theologo
moral, claro y breve, asi no escrivo persuadiendo y exhortando lo mejor y mas
seguro, sino enseñando lo que es licito e ilícito: en lo demas, cada uno se
aconseje con su confessor: y pues el trato (dado que es ocasionado para mal) se
puede (aunque con dificultad) exercitar bien: mi fin será mostrar que intento
deve tener el mercader en sus negocios, que medios a de escoger, para que pueda
ganar de tal modo su vida, que no pierda la futura: lo demas que es persuadirles
se aparten totalmente del trato, no me quise agora detener en hazerlo, lo vno
viendo que no an acabado cosa los que en ello se han detenido, lo otro y
principal considerando la suspensión en que quedo el glorioso S. Augustin,
començando vna vez a persuadir esto en el psal. 70.[44].
Al distanciarse del enfoque tutiorista, Mercado está,
en realidad, perfilando el tipo de análisis pragmático que debe caracterizar el
trabajo del confesor y consejero religioso en el futuro –al menos en la esfera
de los tratos y contratos- y redefiniendo, por ende, la misma disciplina de la
teología moral para que pudiera tener aún alguna funcionalidad y aplicabilidad
en un contexto de prácticas y dinámicas mercantiles que, de creación reciente,
estaban llamadas a durar “algunos siglos”[45],
como el mismo Tomás de Mercado entrevé en su compendio. El enfoque tutiorista
que, antaño había monopolizado prácticamente la literatura de confesores, sale
en cambio de la lista de cometidos del teólogo moral, para considerarse como
propio o requerible del pastor y predicador, responsable de educar al conjunto
del rebaño cristiano en unos estándares morales de mayor rigor y tendentes a
incentivar en la masa indiferenciada una conducta óptima.
V. La Suma de tratos y contratos, iniciativa común de
la Facultad de Teología de Salamanca.
Aunque, seguramente, este juicio resulte un tanto
anacrónico para definir el pensamiento de Tomás de Mercado, nos parece que su Suma de tratos y contratos refleja una
incipiente emergencia de éticas profesionales diferenciadas en la teología
moral de la época, proceso que vendría a sumarse y radicalizar la ya
anteriormente marcada multinormatividad que distinguía el tipo de análisis de
casos problemáticos que encontramos en la literatura de confesores y otros
géneros propios de esta disciplina del saber. En el tipo de enfoque casuista
por el que parece apostar Mercado –en el que el recurso a opiniones probables y
el análisis multinormativo resultan esenciales- resulta esencial la
armonización de la interacción entre diferentes criterios morales personales y
corporativos o gremiales. Todos estos elementos son identificados por Mercado
no sólo como los retos a abordar por la moral cristiana de la época, sino como
auténticos dilemas de cuya respuesta dependía la misma supervivencia del rico
patrimonio de normatividad cristiana en un mundo en transformación y sacudido
hasta los cimientos por un inédito –e inesperado- proceso de expansión global
de las redes mercantiles.
En otras palabras, creo que Mercado –y junto a él,
otros clarividentes teólogos escolásticos de su tiempo-, es consciente del
hecho de que o se admitían y definían estándares morales particulares de
validez probable y que guardaran correspondencia con los fines, necesidades y
prácticas específicas de las distintas corporaciones que integraban una
sociedad cada vez más compleja o la moral cristiana estaba condenada a
convertirse en una jerga muerta sin efecto práctico alguno. Nos parece que este
objetivo pragmático constituye un factor esencial del proceso de emergencia de
la filosofía probabilista y que no es, por tanto, casual, que sea una suma sobre
tratos y contratos de mercaderes la que contenga una de las primeras
exposiciones metodológicas de cierta extensión –aunque no completamente
sistemática- sobre la forma de conciliar diversas opiniones probables.
La Suma de
Mercado fue, además, aprobada, elogiada y recomendada como lectura
indispensable para los profesionales de la confesión por algunos de los más
importantes teólogos dominicos, agustinos y benedictinos de la época.
Encontramos este apoyo masivo a la obra en las ocho censuras y decretos que,
junto a la licencia y el parecer prescriptivos y la “Epístola nuncupatoria al
insigne y celebre Consulado de Mercaderes de Sevilla” y el “Prólogo” escritos
por el propio Mercado, sirven de introducción a los Tratos y contratos. Aunque la licencia del Consejo Real, encargado
de designar a los expertos que examinarían un cierto libro –fray Bernardino de Alvarado, prior del
convento de San Agustín de Toledo, en este caso- y de los superiores de la
orden a la que estuviera adscrito su autor, si éste era un fraile –fungiendo
Alonso de Hontiveros, Vicario general de la Provincia Dominica de España, como
autoridad que proporcionó la respectiva licencia de impresión- eran
imprescindibles en la época para que cualquier libro pudiera ver la luz[46],
Mercado se esforzó por obtener un apoyo suplementario excepcional para su obra.
Con este fin, ‘cortejó’ a los principales catedráticos de teología de la
Universidad de Salamanca y obtuvo de ellos y otros autores de referencia ocho
censuras que elogiaban su obra y la recomendaban en tanto que “util y
provechosa para todos los tratantes, y para los confessores, y predicadores, y
aun para los que ensenan, y leen aunque sean cathedraticos”[47].
Los titulares de las cátedras Prima de
Teología –en este período, el dominico Mancio de Corpus Christi[48]-
y Vísperas de Teología –el agustino
Juan de Guevara[49]-, aprobaron la obra con grandes loas. También
Francisco Sancho[50] y Diego Rogríguez[51], miembros del clero secular y titulares respectivos
de las cátedras de Filosofía Moral y Santo Tomás, se deshicieron en cumplidos
con Mercado y su Suma. Incluso los
teólogos agustinos con mayor fama en la época, fray Luis de León –quien, en ese
momento, ocupaba la Cátedra de Nominales[52]- y Alonso de la Vera Cruz, se sumaron al coro
laudatorio de un “libro muy acertado, y provechoso”, escrito por un autor “de
mucho ingenio”[53].
En el caso de Vera Cruz, que no pertenecía al cuerpo
de catedráticos salmantinos, creemos que Tomás de Mercado pudo solicitar
su apoyo como aval del amplio contenido experiencial relacionado con asuntos de
Indias incluido en la obra. A pesar de que desde finales de la década de 1550[54]
Vera Cruz ya no había podido ejercer la docencia universitaria, el título del
“decreto” aprobatorio firmado con su nombre lo presenta como “sapientißimo
maestro” –al igual que el de Mancio- y como “cathedratico de prima en la
universidad de Mexico”.
Al respaldo obtenido por parte de todos estos
catedráticos de universidad, se sumaron también los de otros teólogos
importantes que residían por aquel entonces en Salamanca, el del abad general
de los benedictinos, Alonso Zorrilla y el del canónigo penitencial de la
Iglesia de Salamanca y doctor en teología, Pedro de Fuentidueña.
Es importante tener en cuenta que la mayoría de los
teólogos que otorgaron su aval a la Suma
de tratos y contratos habían sido discípulos de Vitoria dos o tres décadas
antes. Se trata por tanto de miembros de la que podríamos considerar como
segunda generación de la Escuela de Salamanca, es decir, la generación
inmediatamente precedente al que la historiografía ha considerado como padre del
probabilismo, el dominico Bartolomé de Medina, que ocupó la cátedra
Prima de Teología desde la muerte de Mancio de Corpus Christi, acaecida en
julio de 1576[55].
Como José Barrientos -seguramente el mejor conocedor
vivo de los intríngulis de la vida académica en Salamanca- subrayó hace algunos
años, teniendo en cuenta la cantidad y calidad de las censuras aprobatorias
incorporadas a la Suma de Mercado,
podríamos hablar de un apoyo excepcional concedido por la Facultad de Teología
de Salamanca a una obra impresa, elemento que, en realidad, nos permite ir más
allá y considerar este tratado de moral mercantil como una iniciativa común de
la Facultad[56], algo que el mismo Mercado insiste en subrayar en la
“Epistola nuncupatoria” que abre su escrito:
Por lo qual desseando la utilidad y honrra verdadera
de essas gradas procure, que dado yo solo compusiesse la obra, muchos varones
mas antiguos en dias, y letras, que yo casi fuessen autores della (conuiene a
saber) todos los cathedraticos en Theologia desta universidad de Salamanca, y
otros muchos maestros, de gran erudición, como abaxo van nombrados,
examinándola ya compuesta, y aprobando su doctrina, cada uno de los quales la
passo por si, y la censuro, de manera que se pueden asegurar con ella, y
holgarse de tener resueltos y determinados sus contratos, por toda esta famosa
universidad do al presente, y siempre se conservo, y florescio toda doctrina
verdadera, ansi natural y moral, como divina[57].
VII. Conclusiones. Un programa de investigación por
realizar. Hacia una pre-historia del probabilismo
y de la emergencia de una teología moral mercantil en la Escuela de Salamanca.
En nuestra opinión, el respaldo que ofrecen los
teólogos de Salamanca a la obra debe entenderse tanto como una muestra de
adhesión a sus contenidos, “doctrina muy provechosa”, como -y especialmente-,
un claro aval al enfoque o metodología recomendada por Mercado para resolver
muchos de los casos y dudas que analiza en su Suma. Resulta, de hecho, totalmente implausible que las
innovaciones metodológicas que Mercado puso en práctica en su obra –acercándose
muchísimo a un modo de proceder propiamente probabilista- llegaran a pasar
desapercibidas para teólogos agudos y meticulosos como Luis de León, Alonso de
la Vera Cruz o Mancio de Corpus Christi. Si consideramos además que la mayoría
de los teólogos que aprobaron la obra habían sido, a su vez, maestros de
Mercado en Salamanca[58] o en México –caso de Vera Cruz- no es descabellado
suponer que el método casuístico empleado por Mercado estuviera, a su vez,
influenciado por doctrinas aprendidas de estos maestros.
De hecho, una investigación exhaustiva en la
pre-historia del probabilismo más inmediata debería examinar el papel
que la opinión probable juega en los teólogos de la Escuela entre la década de
los treinta –analizando desde esta óptica las Relecciones y cursos de Vitoria[59]-
y la década de los sesenta, período en el que figuras como Mancio de Corpus
Christi, Luis de Léon o Juan de Guevara son los que llevan la batuta en la
Facultad de Teología de la Universidad de Salamanca. Tampoco habría que olvidar
a una figura central en este asunto como es Domingo de Soto, quien en su
manuscrito De dubio et opinione[60]
–reflejo de las clases que dedicó en Salamanca a los artículos 5 y 6 de la quaestio 19 de la Ia-IIae, los mismos
sobre los que Bartolomé de Medina cimentará más tarde su doctrina plenamente
probabilista- ya había debatido por extenso acerca de la duda y la probabilidad
y la actitud que debía adoptar el confesor al encontrarse con un penitente
renuente a abandonar su propia opinión probable[61].
El apoyo dado por la Facultad de Teología de Salamanca
a la obra de Mercado resulta crucial para la historia de la filosofía y del
derecho por varios motivos. Por un lado, ilustra con una claridad meridiana el
gran interés y compromiso que existía en el seno de la Facultad por favorecer
la renovación y adaptación de los métodos teológico-morales a los nuevos
tiempos, así como el tremendo arraigo de las doctrinas proto-probabilistas en
el seno de la Facultad. Ello nos permite ver las posiciones de Bartolomé de
Medina en clave de continuidad y entender el origen del probabilismo más
como un proceso de emergencia progresivo, que como una ruptura revolucionaria
llevada a cabo por el genio Medina. El propio Medina subraya, de hecho,
esta continuidad con una humildad casi excesiva en su Expositio in Primam Secundae, sugiriendo que su labor ha sido, ante
todo, la de compilar, sintetizar y actualizar los comentarios manuscritos a la Summa tomista que habían escrito los
grandes maestros que le habían precedido en Salamanca. Menciona, en este
sentido, a Vitoria, Soto, Cano, Sotomayor, Pena y Mancio, dedicándoles grandes
cumplidos[62].
Por otro lado, dada además la importancia que el
Estudio salmantino tenía en tanto que uno de los principales centros
intelectuales del mundo católico en la época, tanto la obra de Mercado como el
hecho de que sea una iniciativa común de la Facultad de Teología, deberían
considerarse como elementos de juicio esenciales para que, de una vez por todas[63],
se destierren las famosas especulaciones metahistóricas de Weber sobre la
incapacidad de los intelectuales católicos de la Primera Modernidad para
construir sistemas teológico-morales que, en su intento por regular el afán de
lucro característico de la ética profesional de mercaderes y banqueros, no
acabaran criminalizándolo o estigmatizándolo[64].
Cuando Weber afirmó en La ética protestante y el espíritu del capitalismo que, desde Tomás
de Aquino, el pensamiento ético católico se había estancado en una “doctrina
dominante [que] rechazó como turpitudo el “espíritu” del lucro capitalista o al
menos no pudo valorarlo éticamente de una manera positiva”[65],
sólo demostró, en realidad, su tremenda ignorancia acerca de la rica literatura
y grandes innovaciones metodológicas y conceptuales que teólogos-morales como
Mercado –un intelectual que, ya en el siglo XVI, es global en su formación,
trayectoria de vida y pensamiento- comienzan a desarrollar pocas décadas
después del descubrimiento de las Indias. En obras como la Suma de tratos y contratos se estudian
desde perspectivas diferenciales los “cien mil casos” que les planteaban “los
negocios de mercaderes que comunmente son de interes”[66] en ciudades hispánicas y católicas como Sevilla,
centro desde el que en la época se transfretan no sólo bienes a los cuatro
continentes conocidos, sino también, y como hemos visto, tanto una amplia serie
de prácticas comerciales como las normatividades que aspiran a regularlas
éticamente.
La lectura de los escritos dedicados por Mercado a los
fenómenos económicos propios de su tiempo revela en su carácter de
simplificación grosera y prejuicio cultural la perspectiva weberiana
–sorprendemente longeva- de que para los pensadores católicos del Antiguo
Régimen “an ethical businees is an oximoron”[67].
No hay nada de ignominioso y turpis
en la perspectiva con la que Mercado describe y después, intenta regular, en
una obra dedicada justamente “Al insigne y celebre, consulado de Mercaderes de
Sevilla”[68],
las complejas prácticas mercantiles y ocupaciones diarias en las que vivían
enfrascados sus conciudadanos de Sevilla[69].
Al contrario, su actitud es la de un sevillano más, confesor y teólogo y al
mismo tiempo nacido y educado en una familia de mercaderes. Se trata de un mix o combinación que hubiera
desconcertado un tanto a Weber, pero es casi regla general en los teólogos de
la Escuela de Salamanca desde su mismo fundador, Vitoria, criado en una familia
de comerciantes burgalenses. Más que avergonzado o lleno de escrúpulos ante los
riesgos de corrupción moral que el desarrollo comercial y la prosperidad
creciente de su ciudad entrañaban, Mercado se muestra lleno de orgullo por el
hecho de que su patria se hubiera convertido en la Tiro o la Alejandría de la
Modernidad y viviera las páginas más brillantes de su historia:
Ansi la casa de la contratación de Seuilla y el trato
della es uno de los mas celebres y ricos que ay el dia de oy, o se sabe en todo
el orbe universal, es como centro de todos los mercaderes del mundo, porque a
la verdad soliendo antes el Andaluzia y Lusitania ser el extremo y fin de toda
la tierra, descubiertas las Indias es ya como medio, por lo qual todo lo mejor
y mas estimado que ay en las otras partes antiguas, aun de Turquia viene a
ella: para que por aqui se lleve a las nuevas, donde todo tiene tan excessivo
precio. De aqui es que arde la ciudad en todo genero de negocios: ay grandes y
reales cambios para todas ferias, asi dentro del reyno, como fuera: ventas y
compras fiado y de contado de gran summa: muy grandes cargazones: baratas de
muchos milliares y cuentos: que ni Tyro, ni Alexandria en sus tiempos se le
igualaron[70].
ReferencIAs
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José Luis Egío García
Instituto de Filosofía
Universidad Goethe de Frankfurt
Max-Planck-Institut für europäische Rechtsgeschichte
Hansaallee 41
60323 Frankfurt am Main (Alemania)
https://orcid.org/0000-0002-9256-8490[71]
* Investigador del proyecto La Escuela de Salamanca. Una Colección
Digital de Fuentes y un Diccionario de su Lenguaje Jurídico-Político.
Proyecto de investigación de la Academia de Ciencias y Literatura de Maguncia
(Akademie der Wissenschaften und Literatur Mainz), dentro del marco del
programa de proyectos de investigación de larga duración, financiado por la
Unión de Academias de Ciencias Alemanas (Union der Akademien der
Wissenschaften). Proyecto codesarrollado con la Johann Wolfgang Goethe
Universität (Frankfurt am Main) y el Instituto Max Planck para la Historia del
Derecho Europeo (Max-Planck-Institut für europäische Rechtsgeschichte,
Frankfurt am Main). Directores: Prof. Dr. Thomas Duve, Prof. Dr. Dr. Matthias
Lutz-Bachmann.
[1] “ Étant
évident que pour agir il faut sortir du doute, les moralistes avaient jusque-là
énoncé les deux règles du “ tutiorisme ” et du
“ probabiliorisme ”. Selon la première il faut, dans une situation
douteuse, se déterminer après l’opinion la plus sévère, parce qu’elle est
“ plus sûre ” que l’opinion opposée. La seconde enseigne qu’à défaut de totale certitude il
convient de suivre l’opinion la plus probable. La révolution morale, d’origine
espagnole, dont Medina et Suarez furent les initiateurs, consista dans
l’affirmation qu’en cas de doute on peut suivre toute opinion simplement
probable ”, Jean Delumeau, L’Aveu et
le Pardon. Les difficultés de la confession. XIIIe-XVIIIe siècle (Paris:
Fayard, 1992), 133.
[2] “Der Probabilismus gehört zu den wenigen
moralphilosophischen Doktrinen, für die sich ein bestimmtes Geburtsjahr angeben
läßt. Vor Bartolomé de Medina und dem Jahr 1577 scheint niemand die Kernaussage
des Probabilismus in voller Allgemeinheit postuliert zu haben. Medina ist sich
seiner Pionierleistung bewußt. Er weist stolz darauf hin, daß er sich mit
seiner Behauptung in Widerspruch zum bis dahin bestehenden Konsens der
Fach-autoritäten setzt“, Rudolf Schüßler, Moral
in Zweifel. Band I. Die scholastische Theorie des Entscheidens unter
moralischer Unsicherheit (Paderborn: Mentis, 2003), 152.
[3] Bartolomé
de Medina, Expositio in primam secundae
Angelici Doctoris D. Thomae Aquinatis (Salamanca: Matthias Gast, 1578).
[4] Stefania
Tutino, Uncertainty in post-Reformation
Catholicism: a History of Probabilism (Oxford: Oxford University Press,
2018).
[5] Rudolf
Schüßler, The debate on Probable Opinions
in the Scholastic Tradition (Leiden, Boston: Brill, 2019).
[6] Martín
de Azpilcueta, Manual de confessores y
penitentes (Salamanca: Andrea de Portonaris, 1556). Tutino se refiere a
pasajes del capítulo 27 del Manual ya
presentes en las primeras ediciones de este texto clásico de la literatura de
confesión y retomados en la edición latina impresa en Roma en 1584, que es la
que Tutino sigue concretamente: “Addo, non semper esse necessarium partem
tutiorem eligere, quia satis est quo ad praecepti implementum tutam eligere, ut
late in d. cap. Si quis autem a num. 34 probavimus, etiam in his quae ad fidem & mores
pertinent; in aliis enim nec de consilio quis tenetur eligere tutiorem, ut
ibidem probatur”, Martín de Azpilcueta, Enchiridion,
sive Manuale Confessariorum, et Poenitentium (Roma: Giorgio Ferrari, 1584),
1006. “Que no se sigue desto,
ser siempre necessario escoger la parte mas segura: porque comunmente basta
escoger la segura, como lo prouamos largamente en otra parte: mas solamente se
prueua, que ello se ha de hazer enlas cosas que son dudosas, y necessarias a la
saluacion del alma, quales son las de la fe, y costumbres”. Azpilcueta, Manual de confessores y penitentes
(1556), Cap. XXVII, 793.
[7] En
L’aveu et le pardon, p. 129, Delameau
ofrece un ejemplo similar de interpretación en clave probabilista de un pasaje
de la Summa theologica de Antonino de
Florencia, escrita en 1449 e impresa por primera vez entre 1477 y 1479. Sin
entrar a valorar aquí, por razones de espacio, el contenido de este pasaje y la
historia de su recepción (en Gonet, De la Font y los principales autores que
ofrecieron las primeras perspectivas históricas sobre el probabilismo),
cabe mencionar que su interpretación interesada fue denunciada ya por Daniele
Concina como una manipulación perversa llevada a cabo por los probabilistas
para respaldar sus posiciones filosóficas en una autoridad clásica de la talla
de Antonino. Ver Daniele Concina, Della Storia del
Probabilismo, e del Rigorismo, Tomo Primo (Venecia: Simone Occhi, 1743),
372.
[8] Tutino,
Uncertainty in post-Reformation
Catholicism: a History of Probabilism, 36.
[9] “XVI.
Que la consciencia dudosa especial sobre algo, si es o no pecado mortal, obliga
a escoger la parte mas segura so pena de pecado. M. porque otramente se pone a
peligro de pecar mortalmente, como lo diximos en otra parte l l In. d. c. Si
quis autem. n. 42., dando exemplo del que duda si es pecado mortal, o no tener
dos beneficios, aunque sean simples: ca si los toma dudando, peca mortalmente m
m Thom. in quoli. 8. ar. 13. Y se puede poner del que duda de algun pecado, si
es mortal, o no. Ca peca mortalmente, sino lo confiessa. Lo qual procede, aun
quando la consciencia no es del todo dudosa, por parecerle más verdadera la vna
parte, que la otra si en ninguna assegura, como lo prouamos largo allí. Diximos
(especial) porque la general, no basta para esto: como lo diximos alli, del
letrado que duda en general, si es licito aconsejar el dia de fiesta. Pero no
duda, antes tiene por cierto, que le es licito al que lo haze. Lo qual mesmo se
podria dezir de la consciencia cierta general, y de su contraria especial. No
se dize empero la consciencia dudosa, porque algunos escrupulos sienta en si
contra lo que determina de hazer, si cree, o tiene opinion prouable, que es
bueno, por ley, authoridad, o razon sufficiente, para tenerlo assi, a juyzio de
varon de sciencia, y consciencia, puesto que la mayor parte de los doctores
tengan lo contrario. Que no se sigue desto, ser siempre
necessario escoger la parte mas segura: porque comunmente basta escoger la
segura, como lo prouamos largamente en otra parte: mas solamente se prueua, que
ello se ha de hazer enlas cosas que son dudosas, y necessarias a la saluacion
del alma, quales son las de la fe, y costumbres”. Azpilcueta, Manual de confessores y penitentes
(1556), Cap. XXVII, 792-793.
[10] José
Ignacio Saranyana dir., Carmen José Alejos-Grau coord., Teología en América Latina. Volumen II/I. Escolástica barroca,
Ilustración y preparación de la Independencia (1665-1810)
(Madrid-Frankfurt: Iberoamericana-Vervuert, 2005), 186.
[11] No
podemos entrar aquí en una explicación más detallada sobre el concepto de transfretación
como alternativa teórica al manido y, en ocasiones, acríticamente empleado
concepto de circulación, a la vez que como complemento al concepto de
traducción cultural desarrollado por Peter Burke, “Cultures of Translation in
Early Modern Europe”, en Cultural
translation in Early Modern Europe, ed. por Peter
Burke, Ronnie Po-Chia Hsia (Cambridge, Cambridge University Press, 2007), 7-38.
El concepto de traducción cultural es una pieza clave en las propuestas
renovadoras de los estudios histórico-jurídicos desarrolladas por Thomas Duve y
Lena Foljanty. Sirva este apunte como esbozo de una contribución monográfica
posterior. Sobre los problemas derivados de un uso acrítico de los conceptos de
circulación y transplante: Thomas Duve, “European Legal History – Concepts,
Methods, Challenges”, en Entanglements in
Legal History: Conceptual Approaches, ed. por Thomas
Duve (Frankfurt am Main, MPIeR, 2014), 29-66. Lena Foljanty, “Legal
Transfers as Processes of Cultural Translation: On the Consequences of a
Metaphor”, Max Planck Institute for
European Legal History Research Paper Series 9 (2015): 1-18. He estudiado diversos casos de traducción
cultural de normas y prácticas entre Europa y México (Nueva España) en la
Primera Edad Moderna en: José Luis Egío García, “From Castilian to Nahuatl, or
from Nahuatl to Castilian? Reflections and Doubts about Legal Translation in the
Writings of Judge Alonso de Zorita (1512–1585?)”, Rechtsgeschichte - Legal History Rg 24 (2016): 122-153; José Luis
Egío García, “Pragmatic or Heretic? Editing Catechisms in Mexico in the Age of
Discoveries and Reformation (1539-1547)”, en, Knowledge of the Pragmatici. Legal and Moral Theological Literature and
the Formation of Early Modern Ibero-America, ed. por Thomas Duve, Otto
Danwerth (Leiden, Brill, 2020), 235-274.
[12] Antonio-Miguel
Bernal, “Tomás de Mercado y las ‘negociaciones’ con las Indias”, en Tomás de
Mercado, Tratos y contratos de mercaderes
y tratantes. Edición facsimilar
(Salamanca, Universidad de Salamanca: 2015), 47-49.
[13] Alberto
Carrillo Cazares, “Un tratado perdido de fray Pedro de Pravia”, Anuario de Historia de la Iglesia 16
(2007): 355-360.
[14] Tomás
de Mercado, Tratos y contratos de
mercaderes y tratantes discididos y determinados, por el Padre Presentado Fray
Thomas de Mercado, de la orden de los Predicadores (Salamanca: Matthias
Gast, 1569).
[15] Tomás
de Mercado, Summa de tratos, y contratos.
Compuesta por el muy Reverendo Padre Fray Thomas de Mercado de la Orden de los
Predicadores, Maestro en sancta Theologia. Dividida en seis libros (Sevilla:
Hernando Díaz, 1571).
[16] En
los libros de matrículas, Mercado figura inscrito como estudiante durante los
cursos académicos 1563-64, 1566-67 y 1568-69, Bernal, “Tomás de Mercado y las
‘negociaciones’ con las Indias”, 74.
[17] Una
información detallada y recientemente actualizada sobre todos los docentes que
ocuparon cátedras en la Facultad de Teología de la Universidad de Salamanca
entre 1560 y 1641 en la reciente monografía de José Barrientos García, La Facultad de Teología de la Universidad de
Salamanca a través de los libros de visitas a cátedras (1560-1641) (Madrid,
Porto: Sindéresis, 2018).
[18] Sobre
la relación intrínseca entre el desarrollo económico y social, la aparición
continua de opiniones probables controvertidas y la consiguiente evolución de
la teología moral desde el período tardo-medieval, Schüßler, The Debate on Probable Opinions in the
Scholastic Tradition, 12.
[19] Un
panorama general y multidisciplinar sobre la reflexión medieval en torno al
crédito y usura en distintas regiones de Europa en Diego Quaglioni, Giacomo
Todeschini y Gian Maria Varanini, eds., Credito e usura fra teología, diritto e
amministrazione (Roma: École Française de Rome, 2005).
[20] Empleamos
el término Suma para referirnos tanto a la primera (1569) como a la segunda
edición de la obra (1571), aunque sólo ésta segunda recoja en su título la
palabra Suma. En realidad, aunque la reedición sevillana del tratado de Mercado
incorpora muchos materiales nuevos, no difiere de la primera edición salmantina
en su condición de Suma “en orden y estilo claro de muchas decisiones de casos
tocantes a mercaderes”, Mercado, Tratos y
contratos de mercaderes y tratantes, “Epistola nuncupatoria”, [s.p.].
[21] Por
iniciativa de Vitoria y Soto y a partir de las clases de ambos en Salamanca y
del influyente De iustitia et iure
(Salamanca: Andrea de Portonaris, 1553).
[22] Martín
de Azpilcueta, Manual de confessores y
penitentes (Salamanca: Andrea de Portonaris, 1556).
[23] Tomás
de Chaves, Francisco de Vitoria, Confessionario
(Santiago: [s.n.], 1562); Tomás de Chaves, Francisco de Vitoria, Summa Sacramentorum (Valladolid:
Sebastián Martínez, 1561).
[24] Mercado,
Tratos y contratos de mercaderes y tratantes, “Prologo”, [s.p.].
[25] Mercado,
Tratos y contratos de mercaderes y
tratantes, “Y tomado este destino, mi cuydado principal fue tener siempre
ante los ojos el talento, y condicion de la gente a quien mostraua, diziendo en
cada punto y contrato, solamente lo que bastasse, no todo lo que para ornato y
hermosura de la obra se pudiera decir […] Mas considere que vestida de todas
sus ropas, que son la efficacia de razones, en que estriba, y la authoridad de
los doctores, que la affirman abultaria, tanto con su corpulencia, que no
cabria la materia de toda esta obra en dos grandes tomos. Lo qual fuera causa
que por el titulo de perfecta, y galana, que cobrara, perdiera el de prouehosa
y se frustrara nuestro intento que es mostrar a muchas personas, que sin lumbre
de leyes diuinas, ni humanas se meten atreuidamente en muy espesas tinieblas de
contratos […]Para esto es muy justo abreuiarla, estenderla, atauiarla, o
descomponerla conforme a su ingenio. Por lo qual jusgue por acertado hazer la
obra falta, temiendo y creo que con bastante causa que a salir perfecta y
vistosa le faltara con toda su beldad (como dizen) la ventura que es mejor.
Porque no alcançara el bien que se pretende, ni fuera sabrosa su lection al
negociante”, “Prologo”, [s.p.].
[26] Mercado,
Tratos y contratos de mercaderes y tratantes, ff. 1v-2r.
[27] “Los
de Burgos tienen aqui sus factores, que o cargan en su nombre, o aseguran a los
cargadores, o resciben, o venden, lo que de Flandres les traen. Los de Italia
tambien han menester a los de aqui: para los mesmos effectos: de modo que
qualquier mercader caudaloso trata el dia de oy en todas las partes del mundo,
y tiene personas que en todas ellas les correspondan den credito y fee a sus
letras, y las paguen, porque han menester dineros en todas ellas. En Cabouerde
para los negros, en Flandes para la merceria, en Florencia para las raxas: en
Toledo y Segouia para los paños: en Lisboa para las cosas de Calicut. Los de Florencia
y los de Burgos tienen necessidad dellos aqui, o para seguros que hizieron, y
se perdieron, o de cobranças de la ropa que embiaron, o cambios que en otras
partes tomaron remitidos aqui. Todos penden vnos de otros, y todo quasi tira, y
tiene respecto el dia de oy a las Indias, Sancto Domingo, Sancta Martha, tierra
firme, y Mexico, como a partes do va todo lo mas gruesso de ropa, y do viene
toda la riqueza del mundo. De modo que qualquiera destos de gradas (con quien
particularmente hablamos) tiene necessidad de tener dineros en todas partes, o
para comprar, o pagar, o cobrar, porque en todas deuen, y les deuen. Y este ser
su trato tan vniuersal, fue causa principal vuiesse cambiadores […] De modo que
lo que accidental o accessoriamente antes se hazia, entre solos mercaderes,
començo a ser particular, y principal negociacion de algunos”, Mercado, Tratos y contratos de mercaderes y tratantes,
“Opusculo de cambios”, Cap. III, “De la pratica en los cambios destos tiempos”,
ff. 85v-86r.
[28] Ibid., ff. 84v-85r.
[29] Por
ejemplo, el dominico Diego Rodríguez, titular de la cátedra de Santo Tomás en
la Facultad de Teología en este período, recomienda la lectura de los Tratos y contratos de Mercado como una
obra cuyas doctrinas resultan “muy necessarias para remediar la quiebra de la
justicia, que anda tan desterrada en nuestros infelices tiempos, en todo genero
de negociacion”, Ibid., [s.p.].
[30] En
el lado opuesto encontramos a Melchor Cano, cuyo tratado metodológico De locis theologicis había sistematizado
poco antes un método de argumentación teológica en el que la teología se
presenta –en oposición al resto de disciplinas- como un saber “in qua non tam
rationis in disputando, quam auctoritatis momenta quaerenda sunt. Et enim locum ab
auctoritate adeò sibi proprium vendicavit, ut rationes vel tamquam hospites
& peregrinas excipiat, vel in suum etiam obsequium asciscat, quasi longe
repetitas”, (Salamanca: Matthias Gast, 1563), p. 3. “Pero así como en las demás ciencias la Razón ocupa el
primer lugar y el último la Autoridad, la teología, en cambio, es la única
ciencia en la que se ha de buscar en la discusión no tanto la importancia de la
Razón cuanto la de la Autoridad. Pues de tal manera ha reivindicado para sí el
lugar a partir de la Autoridad que recoge las razones como extrañas y
peregrinas, o las toma según su conveniencia, como venidas de lejos”, Melchor Cano, Los lugares teológicos, trad. cast. de Juan Belda Plans (Madrid: Biblioteca de
Autores Cristianos, 2006),
1-2.
[31] Mercado,
Tratos y contratos de mercaderes y
tratantes, f. 15r. El gran historiador de la teología española, Melquiades
Andrés, ya había llamado la atención sobre este pasaje como un reconocimiento
por parte de confesores y teólogos de “la dificultad de comprender los
fenómenos económicos y las leyes del mercado”, Melquiades Andrés, La teología española en el siglo XVI
(Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1977), vol. II, 464.
[32] Schüßler,
The debate on Probable Opinions in the
Scholastic Tradition, 459.
[33] Ibid., 459.
[34] Ibid., 460.
[35] “Vltimamente,
deue tener vn confessor senalado hombre de sciencia y consciencia, aun que a la
verdad, no es tan consejo esto en el mercader: quanto obligacion y pura
necessidad, ni ay instruction, ni documentos, ni libros que tanto ayan
menester, porque ningunas reglas se pueden dar tan bastantes que se responda en
ellas a todos los casos ocurrentes, antes aun en estas pocas, que se escriuen,
se dexa la aplicación dellas al juyzio de vn hombre experto en los negocios que
entienda la platica”, Mercado, Tratos y
contratos de mercaderes, f. 14r.
[36] “In
rebus dubiis quilibet tenetur consulere illos, ad quos spectat docere, alias
non est tutus in conscientia, sive illa dubia sint de re in se licita sive
illicita”, Francisco de Vitoria, De Indis
et De Iure Belli Relectiones (ed. by Ernest Nys) (Washington: The Carnegie
Institution of Washington, 1917), p. 221. “En materia dudosa debe consultarse con aquellos a
quienes compete instruir sobre el caso; de otro modo, no está seguro en su conciencia,
sea realmente en sí lícita o ilícita aquella materia”, Francisco
de Vitoria, Relectio De Indis, trad. cast. de Luciano Pereña, Carlos
Baciero y Francisco Maseda (Madrid: CSIC, 1989), 60.
[37] Francisco
de Vitoria, De Indis et De Iure Belli
Relectiones, p. 220. “No es, pues, suficiente para la tranquilidad de la
vida y de la conciencia que uno piense que obra bien, sino que es preciso en
las cosas dudosas apoyarse en la autoridad de aquelllos a quienes compete. Pues
no basta que los mercaderes se abstengan de lo que ellos mismos creen ilícito,
si por otra parte realizan contratos no lícitos, prescindiendo del
asesoramiento de juristas”, Francisco de Vitoria, Relectio De Indis, 59.
[38] La
literatura sobre la ética económica de la escolástica española sigue creciendo
en cantidad y calidad. Los trabajos pioneros de Majorlie Grice Hutchinson, Early Economic
Thought in Spain, 1170–1740 (Londres: Allen and
Unwin, 1975) o Alejandro Chafuen -Christians
for Freedom: Late Scholastic Economics (San Francisco: St. Ignatius Press,
1986), interesantes aunque cargados de anacronismos y pasajes hagiográficos,
han dado paso a obras más equilibradas y ‘académicas’, sobre todo desde la
publicación del influyente libro de Oreste Popescu, Estudios en la Historia del Pensamiento Económico Latinoamericano
(Bogotá: Plaza & Janés, 1986).
[39] El
aporte más sistemático y reciente es el de Roberto Lambertini, “Economic
Ethics”, en: The Cambridge Companion to
Medieval Ethics,
ed. por Thomas Williams (Cambridge:
Cambridge University Press, 2019), 306-324. Otros textos en los que prima una
reflexión metodológica y conceptual sobre el tema que nos ocupa, Daniel Wren,
“Medieval or Modern? A Scholastic's View of Business Ethics, circa 1430”, Journal of Business Ethics, 28, n° 2
(2000): 109-119; Jennifer Hole, Economic
Ethics in Late Medieval England, 1300-1500 (Londres: Palgrave Macmillan,
2016).
[40] Mercado,
Tratos y contratos de mercaderes, f.
15r.
[41] Ibid., f. 14v-15v.
[42] Ibid., f. 15v.
[43] Distanciándose,
por tanto, sin ningún tipo de ambages, del tutiorismo, “which obliged
the agent to follow the course of action that best ensures that the agent would
avoid sin”, Tutino, Uncertainty in
post-Reformation Catholicism: a History of Probabilism, 1.
[44] Mercado,
Tratos y contratos de mercaderes, ff.
9r-9v.
[45] “Queriendo
pues imitar a estos que en affecto, y obras, fueron verdaderos padres, y
mirando el estado presente destos reynos, y de todas las Indias, y que creo
durara algunos siglos, me parescio que de muchas cosas, que provechosamente se
pueden tratar, y es necessario se traten, seria ocupacion util mostrar con
claridad, como exercitarian los mercaderes licitamente su arte con los demas
negocios annexos, y consequentes de cambios y vsuras”, Ibid., “Prologo”, [s.p.].
[46] Un
acercamiento general a la legislación relativa a la impresión y venta de libros
tras la publicación de la transcendental pragmática dictada por Felipe II en
1558 en Juan Friede, “La censura española del siglo XVI y los libros de
historia de América”, Revista de Historia
de América 47 (1959): 45-94, espec. 49-50.
[47] De
acuerdo a la censura escrita por el destacado teólogo Mancio de Corpus Christi,
“Censura del sapientißimo maestro el padre fray Mantio de la Orden de los
Predicadores cathedratico de prima, en Theologia en Salamanca”, en: Mercado, Tratos y contratos de mercaderes,
[s.p.].
[48] Ocupó
la cátedra entre noviembre de 1564 y julio de 1576, Barrientos García, La Facultad de Teología de la Universidad de
Salamanca a través de los libros de visitas a cátedras (1560-1641),
174-201.
[49] De
marzo de 1565 a agosto de 1600, Ibid.,
329-364
[50] A
partir de 1549 y hasta su muerte, acaecida en julio de 1578. Ver Ana María
Carabías Torres, Salamanca y la medida
del tiempo (Salamanca: Universidad de Salamanca, 2012), 197-198 y José
Barrientos García, “Fray Luis de León, profesor de la Universidad de
Salamanca”, en, Fray Luis de León.
Historia, Humanismo y Letras, ed. por Víctor
García De la Concha
y Javier San José Lera (Salamanca:
Universidad de Salamanca, 1996), 93.
[51] Al
frente de la cátedra de Santo Tomás entre enero de 1567 y julio de 1594.
[52] La
ocupó entre marzo de 1565 y marzo de 1573, momento en el que se vio obligado a
renunciar a la misma tras ser encarcelado por la Inquisición, Barrientos
García, La Facultad de Teología de la
Universidad de Salamanca a través de los libros de visitas a cátedras
(1560-1641), 695-715.
[53] Ibid., “Censura del muy reverendo padre,
el maestre fray Luis de Leon, cathedratico en Theologia en la universidad de
Salamanca”, [s.p.].
[54] Y
debido, primero, a sus cometidos como misionero y, después, a su marcha forzosa
a España, que se produjo en mayo de 1562. Vera Cruz tuvo que abandonar de mala
gana la región de Michoacán, donde ejercía una importante función como
evangelizador de los naturales. Su desplazamiento a España fue obligado tras
haber sido denunciado ante la Inquisición por el arzobispo de México, Alonso de
Montúfar, quien le reprochaba especialmente el oponerse a que la Iglesia secular
exigiera el pago de diezmos a los indígenas en proceso de indoctrinación.
Rafael Lazcano, Fray Alonso de Veracruz
(1507-1584). Misionero del saber y protector de indios (Guadarrama: Revista
Agustiniana, 2007), 68-73.
[55] Medina
fue catedrático de Prima de Teología entre julio de 1576 y finales de 1580.
[56] Barrientos
ha sostenido también una opinión semejante en otra de sus obras recientes. “De
la Escuela de Salamanca solamente aparece citado Domingo de Soto, exactamente
en 48 ocasiones, pero Mercado depende de la Escuela mucho más de lo que el
número de citas puede dar a entender, pues se formó en su espíritu que supo
transmitir con gran fidelidad. No en vano la propia Escuela avaló la
publicación de la Suma, pues cuenta con las censuras favorables de los
profesores de Teología siguientes: Mancio de Corpus Christi, Juan de Guevara,
fray Luis de León, Diego Rodríguez y Francisco Sancho, lo que quiere decir que,
de las cinco cátedras de Teología escolástica que tenía la Universidad de
Salamanca, cuenta con el apoyo de cuatro de sus catedráticos, más el del decano
del colegio de teólogos, el maestro Francisco Sancho”, José Barrientos García, Repertorio de moral económica (1536-1670)
(Pamplona: EUNSA, 2011), 21-22.
[57] Mercado,
Tratos y contratos de mercaderes,
“Epistola nuncupatoria”, [s.p.].
[58] Barrientos
García, Repertorio de moral económica
(1536-1670), 218.
[59] Aunque
de forma muy esquemática y sucinta, Bonifacio Palacios se refirió ya al uso de
la opinión probable en Vitoria, Cano y Soto en su contribución a la Historia de la teología española
coordinada por Melquiades Andrés. Bonifacio Palacios, “Teología Moral y sus
aplicaciones, 1580-1700”, en Historia de la Teología Española, ed. por Melquiades Andrés (Madrid, Fundación
Universitaria Española, 1987), 161-179. Siguiendo a Palacios, González Polvillo
insistió también en fechas más recientes en subrayar que en sus comentarios a
la Ia-IIae y en la Breve Instruction de
cómo se ha de administrar el Sacramento de la Penitencia (Salamanca:
Herederos de Mathias Gast, 1579), Medina no hizo “más que seguir, culminar en
realidad, algo que ya habían tocado sus antecesores en la cátedra salmantina
como Francisco de Vitoria, Melchor Cano y Domingo de Soto, en torno a la
opinión probable en relación con la conciencia”. Lamentablemente y, como en el
caso de Palacios, se da por hecho esta conexión, pero no se estudia al detalle
ni se prueba con una sólida base textual. Antonio González Polvillo, Análisis y repertorio de los tratados y
manuales para la confesión en el mundo hispánico (ss. XV-XVIII) (Huelva:
Universidad de Huelva, 2009), 99.
[60] Domingo
de Soto, De dubio et opinione, en:
Joseph Ternus, Zur Vorgeschichte der
Moralsysteme von Vitoria bis Medina. Neue Beiträge aus gedruckten und
ungedruckten Quellen (Padeborn: Schöningh, 1930), 54-61. Editado en
traducción castellana en Francisco O’Reilly, Duda y opinión. La conciencia moral en Soto y Medina (Pamplona:
EUNSA, 2006), 51-63.
[61] Las
afinidades y diferencias entre Soto y Medina son las que mejor han sido
estudiadas hasta la fecha en la obra de Francisco O’Reilly arriba citada. Duda y opinión. La conciencia moral en Soto
y Medina.
[62] Ver
la epístola dedicatoria dirigida al que por entonces era Maestro general de la
Orden dominica, Serafín Cavalli. Bartolomé
de Medina, “Reverendissimo, ac dignissimo Patri nostro Seraphino Cavalli
Brixiensi, totius Ordinis Praedicatorum Magistro Generali”, en Expositio in Primam Secundae, [s.p.].
[63] Una
reseña sobre las críticas que desde la recepción pionera de Felix Rachfahl
recibió La ética protestante y el
espíritu del capitalismo por la incapacidad de Weber para ofrecer
“sufficient evidence to substantiate his own thesis” y la superficialidad que denota
“his use of sources”, en Alastair Hamilton, “Max Weber’s Protestant Ethic”, en,
The Cambridge Companion to Weber, ed. por Stephen Turner (Cambridge: Cambridge
University Press, 2000), 151-171, espec. 161-171.
[64] Esta
parte del ideario weberiano adolecería no sólo de graves fallos en tanto que
reconstrucción poco fidedigna de la historia de las ideas políticas y
económicas en la Modernidad Temprana, sino también en el plano
epistemológico. “Weber does have an implicit
sense of the importance of a cultural apparatus that facilitates market
activity. But he fails to separate it from the question of motivation and seems
to hold that the relevant directing and facilitating forces for capitalist
action derive from Protestant or are inhibited by Catholic religious values
[…]. A major difficulty with Weber’s approach […]is the impossibility of
demonstrating such a motivational connection. It is possible to go no further
than hypothesize that such a connection exists”, Jack Barbalet, Weber, Passion and Profits (Cambridge:
Cambridge University Press, 2008), 105-106.
[65] Max
Weber, La ética protestante y el espíritu
del capitalismo (Madrid: Akal, Istmo, 2013), p. 130. Dado su interés, citamos con más amplitud
el párrafo que condensa las ideas de Weber sobre el estancamiento de la
teología-moral católica y su incapacidad para adaptarse a la economía mercantil
moderna en su versión original: “In dem in das kanonische Recht übergangenen,
damals (ebenso wie die Stelle des Evangeliums von Zins) für echt gehaltenen Satz
“Deo placere vix potest”, der von der Tätigkeit des Kaufmanns wurde, in der
Bezeichnung des Gewinnstrebens durch Thomas als turpitudo (mit der selbst das unvermeidliche und daher ethisch
erlaubte Gewinnmachen belegt wurde), lag, gegenüber den radikal antichrematistichen
Ansichten ziemlich breiter Kreise, schon ein hoher Grad von Entgegenkommen der katholischen Doktrin
gegenüber den Interessen der mit der Kirche politisch so eng liierten
Geldmächte der italienischen Städte. Und auch wo die Doktrin noch mehr sich
akkommodierte, wie namentlich etwa bei Antonin von Florenz, schwand noch die
Empfindung niemals ganz, daß es sich bei der auf Erwerb als Selbstzweck
gerichteten Tätigkeit im Grunde um ein pudendum handle, welches nur die einmal
vorhandenen Ordnungen des Lebens zu tolerieren nötigten. Einzelne damalige
Ethiker vor allem der nominalistichen Schule nahmen die entwickelten Ansätze
kapitalistischer Geschäftsformen als gegeben hin, und suchten sie als
statthaft, vor allem den Handel als nötig, die darin entwickelte „industria“
als legitime Gewinnquelle und ethisch unanstößig zu erweisen: -nicht ohne
Widerspruch,- aber den „Geist“ des kapitalistischen Erwerbes lehnte die
herrschende Lehre als turpitudo ab
oder konnte ihn mindestens nicht positiv ethisch werten“, Max Weber, Die protestantische Ethik und der Geist des
Kapitalismus / Die protestantischen Sekten und der Geist des Kapitalismus. Schriften 1904-1920 (Tübingen: Mohr Siebeck, 2016), 195-203.
[66] Mercado,
Tratos y contratos de mercaderes y
tratantes, f. 15r.
[67] David
Vogel, “Business Ethics’ Ethical Roots”, Business
Ethics Quarterly, 1, n° 1 (1991):
107.
[68] Ibid., “Epistola nuncupatoria, Al insigne y celebre, consulado de Mercaderes de
Sevilla, el Padre Presentado Fray Thomas de Mercado, gracia, salud, y prosperidad
desea”, en Mercado, Tratos y contratos de
mercaderes y tratantes, [s.p.].
[69] Un
breve pero agudo análisis del carácter general de los escritos dedicados por
los moralistas escolásticos españoles a las profesiones de mercader y banquero
en la ya mencionada obra de Melquiades Andrés, La teología española en el siglo XVI. Refiriéndose a autores como
Mercado, Soto, Juan de Medina, Azpilcueta o Laínez, Andrés deja claro que en
contraste con enfoques rigoristas precedentes: “Nuestros autores rehabilitan y
dignifican los oficios de comerciante, tratante y banquero, oficios antiguos y
necesarios en la sociedad [...]. La profesión de mercader es indiferente, y,
por lo tanto, buena si la intención es recta y lícita”, 490.
[70] Ibid., f. 2v.